Capítulo 18

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Capítulo 18

Narra Daniela

— ¡No debiste reaccionar así! —sentencia mi amiga desde el otro lado de la línea

—Pues no me importó humillarme con tal de demostrar-

—No —me calla—. No demostraste absolutamente nada. Al menos nada bueno. Y el problema no es que te hayas humillado sino que lo hayas chantajeado. Eso que hiciste se llama chantaje emocional.

Frunzo los labios mientras sigo dando vueltas por la terraza. No puedo estar quieta, aunque Eduardo terminó cediendo, yo aún siento que se me está escapando. Él está tan roto y decepcionado que ya no quiere seguir conmigo. En el fondo lo entiendo. Lo entiendo pero no puedo perderlo. Me muero si lo pierdo.

—No me digas que no te diste cuenta... —añade Viviana ante mi silencio

Pues no. Yo no sabía que está mal pedirle perdón de rodillas a alguien. Para mí representa una manera de mostrar el arrepentimiento y el afán de... ¿Y resulta que es chantaje emocional? ¿Qué más cosas equivocadas he dicho y hecho?

—No sé. Yo...

—Tú no estás en posición de pedirle nada. Si él no quiere o no puede perdonarte, es su decisión. Si quiere terminar, es libre de hacerlo. Amiga, ya lo hemos hablado... Aquí no se trata sólo de tu infidelidad. Sabes el problema que tienes. Sabes que sin al menos darte cuenta, le hiciste muchísimo daño. Y puedes seguir haciéndolo. Eso no se resuelve por arte de magia.

—A partir de ahora voy a controlarme. —anuncio y dejo de pasear de un lado para otro

— ¿Y cómo se supone que lo vas a hacer si no sabes distinguir los comportamientos dañinos? Mira, ahí tienes como ejemplo lo que hiciste hoy.

—Es que... Estaba desesperada. Lo estoy perdiendo...

Tan desesperada que lo amenacé con matarme. Mi amiga no puede enterarse de eso, presiento que no se lo tomaría tan bien. Me diría lo que yo misma sé; que forcé un poco las cosas. No lograría entender que me había ganado el miedo de perderlo.

Además sí, algo me dice que exageré un poco pero conseguí evitar que se fuera. Funcionó y me dio tiempo de pensar y buscar algo mejor... Sólo que no sé qué.

—Viviana, ayúdame...

—Voy a ser honesta. Sólo un psicólogo te puede ayudar.

—Me refiero a que necesito hacer algo para que me perdone por haberme acostado con otro hombre.

—No hay mucho que puedas hacer al respecto. Él necesita tiempo.

Tiempo...

—En cuanto a lo del psicólogo... yo no tengo ni paciencia ni dinero para eso.

—Te buscas trabajo o me dejas pagar. Y aprendes a tener paciencia. Sólo recuerda que de eso depende la felicidad de Eduardo. Creo que es suficiente motivación.

—Él ya está mal... Pero porque lo engañé. No me reclama ningún abuso.

—Porque no se da cuenta. Él también necesita ayuda. —opina

—Tendrás que explicarle tú, entiendes mejor el tema.

—Sí. Pero ya veré cómo puedo ayudar. Porque obligarlos no puedo. No sirve que hagan algo a la fuerza. Deben desearlo.

. . .

Bajo la tapa del portátil con demasiada brusquedad y apoyo mis codos en la mesa, para luego poder hundir la cara entre mis manos. No quiero seguir leyendo; ni lo que dice la teoría, ni lo que cuentan todas esas personas... Todas esas experiencias son tan similares a la mía, algunas hasta parecen describir mi propia vida... así que por más que lo intento, ya no puedo mentirme a mí misma. Soy culpable de abuso emocional, psicológico y físico.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora