Capítulo 26

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Primer capítulo de hoy:

Capítulo 26

Narra Daniela

Qué mala suerte la mía. Tanto que deseé que él regresara y decide hacerlo en el momento menos adecuado. Es evidente que escuchó lo que dijimos. ¿Cómo le hago creer que nada es lo que parece? ¿Cómo me salvo?

Volteo a ver a Viviana, buscando mostrarle a través de una mueca que se trata de una situación de emergencia y que necesito su ayuda. Ella ladea la cabeza y mis dedos se encorvan al instante. Con semejantes amigos prefiero estar sola. Primero habla demás y hasta me critica, luego se niega ayudarme. Bueno, hace unos momentos me amenazó con que no lo haría más... ahorita sólo lo está cumpliendo.

—Admito que la terapia es uno de los motivos por los cuales yo pospuse el divorcio —dice Eduardo, rompiendo el pesado silencio—. Pero porque esperaba que algo pasara ahí y te hiciera aceptar la idea de separarnos.

¿¡Qué!?

—Si no quieres seguir yendo, nadie puede obligarte. Pero no me gusta que hayas tenido la intención de ocultármelo. Tampoco me gusta lo de no buscar trabajo sólo para quedarte en mi vida... o lo de fingir ese mareo.

—Es que-

—No digas nada —interrumpe—. Ahora sí se acabó porque tengo la impresión de que todo esto no es sano. Si me afecta tanto es por algo. Y a pesar de la confusión en la que estoy hundido, me queda claro que no puedo más y que quiero que nos separemos. Legalmente. Quiero el divorcio.

Lo que yo quiero es fingir que escuché mal. Pero no... y esas malditas palabras retumban en mi cabeza e instalan el pánico en mi alma. Mi corazón se detiene y mis pulmones dejan de funcionar. Esto no... no, no, no. Esto no me puede estar pasando.

— ¡Un día me besas y el otro me pides el divorcio! ¿Quién te crees? ¿Qué te pasa?

— ¡Daniela! —exclama mi amiga, entrometiéndose en la conversación.

No le hago caso. Aunque me quedo callada por unos momentos, es sólo para observar a mi esposo, no para obedecerle a ella. Lo bueno es que mi reacción parece dejar una especie de culpa en él.

— ¡Además me prometiste que no nos íbamos a divorciar!

— ¿En serio te haces la víctima después de lo que acaba de oír? —pregunta Viviana— ¿En serio te extraña tanto su decisión después de todo lo que le hiciste?

Ganas no me faltan de callarla. Pero ni siquiera le dirijo la mirada, tengo cosas más importantes y urgentes que atender. Bruscamente avanzo hacia donde está Eduardo, con el propósito de verlo desde cerca, de tomarlo de la mano o... no sé, sólo quiero convencerlo de que no puede pedirme algo así.

—No nos hagas esto. Tú me amas y me puedes dar otra oportunidad. El otro día que nos besamos, lo comprobé. Sentí que por fin nos volvíamos a acercar.

—Yo estoy hecho un desastre. Yo ya no entiendo nada de lo que me sucede y de lo que siento. ¡No tengo nada que ofrecerte! Y si tú renunciaste al psicólogo, yo pienso buscarme uno. Porque estoy- No puedo más, entiéndeme.

Me deja muda. Me asusta. Es cierto que luce pésimo, que dejó de ser el hombre que era, que lo único que veo en su expresión es pena y confusión pero...

Quiero ayudarlo. ¿Pero cómo le hago si mi presencia sólo parece empeorar las cosas? ¿En qué momento se desmoronó todo? ¿Fue cuando le confesé que lo engañé? ¿O antes? ¿Qué puedo hacer? ¿Y si ese psicólogo le ayuda perdonarme y volver conmigo? Pero ¿y si pasa lo contrario? ¿Qué tal si sale de ahí convencido de que no tenemos un futuro juntos? Porque quizá logra entender lo del abuso y... Pero yo no soy un monstruo, yo no hice nada a propósito, no quiero que le hagan pensar eso.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora