Capítulo 23

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Las estadísticas me muestran que van perdiendo interés por esta historia. Eso desanima bastante pero bueno, seguiré publicando.

Capítulo 23

Narra  Eduardo

—Así que éste es tu nuevo hogar —es lo primero que dice Luis después de saludarnos—. ¿No me invitas adentro?

—Ya, no seas pesado.

Desde el primer momento que supo que me había mudado con Jacqueline, me dejó saber que le parecía mala idea. Que iba a despertar sospechas, que iba a darle motivos a Daniela para pensar lo peor... y todo ese rollo. Sin embargo es la última persona de la tierra a la que le importaría lo que mi esposa cree, la última persona que se fijaría en el qué dirán. Así que no lo entiendo.

—Vamos, no creo que tu amiga se enojaría si me dejaras entrar.

—No por eso puedo recibir visitas como si estuviera en mi casa. No por eso te dije dónde me mudé. Pero ya que estás aquí, pasa.

Exhibe una sonrisa triunfal, luego ingresa sin pensarlo dos veces.

Yo no podía echarlo pero se me hace que voy a pagar por eso. Si Jacqueline regresa más temprano y se topa en su propia casa con el hombre del que está enamorada... No, yo no debería ponerla en semejante situación. No le haría un favor, todo lo contrario.

—Pero no puedes quedarte más de media hora. —advierto mientras avanzamos rumbo a la puerta que da a la terraza

— ¿Y eso?

—No puedo hacer lo que se me pega la gana aquí.

—No te preocupes, no te voy a meter en problemas. Y por si acaso, yo hablo con ella.

Espero que no sea necesario, espero que cuando Jacqueline llegue, él ya estará lejos de aquí.

Abro la puerta que da a la terraza y enseguida me topo con la maravillosa vista. Lástima que ver el océano me traiga malos recuerdos... Esos paseos con...

—De todas maneras, creo que tu solito te metiste en problemas. ¿¡Mudarte con una mujer sabiendo lo paranoica que es tu esposa!? Bien movimiento, eh.

—No creo que viniste a seguir regañándome.

Nos sentamos en el sofá.

—Te hubieras mudado conmigo.

—No era lo más sensato —opino—. Cuando tu novia viene a visitarte, lo último que desean es que alguien esté por ahí. Créeme.

—Ah... No estás al tanto de los cambios. Amanda y yo terminamos.

— ¿En serio?

—Sí pero sucedió como dos meses atrás. Estoy bien.

— ¿Por qué terminaron?

—Cuando algo no funciona, no estoy dispuesto a perder mi tiempo. Y no vayas a malinterpretarme, luchar para arreglar un matrimonio no es pérdida de tiempo. Pero creo que al tratarse de un noviazgo, es más fácil dejarlo ir. Además... no creo que éramos el uno por el otro.

—Espero que ella esté igual de tranquila como tú. Sufrir por amor apesta...

—Tengo la prueba delante de mis ojos... —comenta, palmeando mi hombro— ¿Cómo sigues?

Su pregunta es sencilla. La respuesta no tanto. Se puede decir que siento alivio, que es bueno volver del trabajo sin miedo a una nueva ola de reclamos, sin miedo a los inminentes y dolorosos pleitos, sin miedo a lo golpea. Esos golpes que, en la mayoría de veces, no duelen físicamente pero me arañan el alma. Se puede decir que es benéfico no verla todos los días porque aunque su engaño sigue teniendo sus efectos, ya no se intensifican por su presencia...

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora