Capítulo 21

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¡Hola! ¿Siguen por aquí o ya los perdí? 

¿Y de qué pais leen? ¿Qué hora es allá?

Capítulo 21

Narra Eduardo

No fue buena idea firmar el contrato. No puedo hacerlo. No tengo ganas de hacerlo. Nada me motiva; ni el dinero que voy a ganar, ni el tiempo que voy a pasar lejos de mi mujer, ni mi pasión por esta carrera, ni el hecho de que otro en mi lugar ya estaría celebrando haber conseguido ser parte de semejante proyecto. Pero me basta pensar en las grabaciones para sentir un inmenso peso en mis hombros y de todo menos alegría. Mierda, no quiero hacerlo.

Apresuro el paso porque estoy ansioso de dejar el edificio, aun cuando me consta que no sé a dónde iré. Porque es un hecho que no quiero volver a mi casa y encontrármela. No puedo decir que su ausencia elimina todo lo que hay en mi alma pero no cabe duda que su presencia lo empeora. Nunca hubiera imaginado que ver al ser amado puede ser lo mismo que retorcer un cuchillo en una herida del corazón.

Un choque me obliga volver a la realidad. Estoy seguro de que acabo de tropezar con alguien.

—Disculpe. —me apuro a decir

No obtengo una respuesta pero apenas cruzamos mirada entiendo el por qué. Reconoció mi voz y se quedó viéndome fijamente. Porque nos conocemos. Jacqueline. Qué bonita sorpresa.

— ¿Vienes solo? —inquiere, inspeccionando nuestro alrededor

—Sí... —murmuro; su pregunta es muy extraña— ¿Por?

—No vaya a ser que tu esposa te vea hablando conmigo y se enoje...

Abro la boca pero en vez de suspirar, termino haciendo una mueca. No es lo más lindo que pudo haber dicho y definitivamente no es la manera de iniciar una conversación después de tantos meses... Pero es obvio que nos guarda rencor tanto a mí como a Daniela y sé que nos lo tenemos bien merecido.

—Imagínate si nos hubiera visto chocar...

—Por favor —la detengo—. No sigas, ¿sí?

Me queda viendo mientras su ceno va frunciéndose.

—Luces pésimo.

No sé qué me sorprende más: que lo haya notado y que le preocupe o que mi cara me traicione. Quisiera poder contarle los motivos, desahogarme, pedirle un consejo. Y a la vez no me gustaría hablarlo con nadie. Además ella y yo no somos amigos porque así lo decidí. Y es tan evidente que somos como unos extraños que una vez compartieron algo... El silencio se vuelve pesado, la tensión flota en el aire.

—Bueno, ya me voy. Tengo prisa.

Está mintiendo. Puedo darme cuenta porque desvíe la mirada al hablar. Sin embargo la oigo despedirse antes de que alcance regañarla y la veo partir antes de que alcance detenerla. En falta de tiempo para considerar las opciones, me dejo llevar por un impulso y la llamo por su nombre. Y quizá no es la mejor idea... ¿Qué le voy a decir por si vuelve?

¡Ah! y es justo lo que hace. Tras oírme, se gira en mi dirección y aunque parece dudarlo, empieza acercarse.

—Quiero disculparme por como acabamos.

— ¿Sabes qué es lo peor? Que no te sirvió porque no te ves nada feliz. Todo lo contrario —tarda en continuar—. Mira, los dos somos buenos para leer a le gente. Y yo estoy viendo un hombre deprimido y desdichado.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora