Capítulo 12

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Capítulo 12

Narra Daniela

—Estoy dispuesta a olvidar lo del beso si me haces un favor. —le informo apenas atiende mi llamada

Santiago se carcajea, haciéndome entrecerrar los ojos por un momento y apartar un poco el celular del oído. Esto no es nada gracioso y más le vale que no se oponga, que no me cause más problemas. Se tarda en contestar y aprovecho la pausa para mirar por la ventana y asegurarme de que Eduardo se fue. Compruebo que su coche ya no está.

—Qué astuta —comenta mi ex amigo—. ¿Y por qué me lo dices por teléfono? Hoy nos vimos en el hotel.

—Apenas ahora arreglé un asunto.

Es decir que hablé con mi esposo y me dijo que sí podremos irnos el fin de semana. Pero me ahorraré los detalles.

— ¿Cuál sería ese favor?

—Quiero el viernes libre. —anuncio de inmediato

— ¿Y qué propones? ¿Que yo haga tu trabajo o qué?

—No. Hablas con la otra chica, le dices que obtendrá beneficios materiales. No sé, te las arreglas.

Silencio. Mis dedos se mueven inquietos sobre el celular y mi cerebro percibe de manera distorsionada el tiempo que transcurre hasta que obtengo una respuesta. Vamos que no es tan difícil lo que le pido. Es hijo del jefe ¿no?

Por si no acepta, no sé qué haré. Me urge irme el viernes, no quiero perder el sábado en un avión cuando podría estar ya en París. O sea el punto es celebrar el cumpleaños de Eduardo ahí, no en el avión.

—Está bien —dice y sonrío—. Pero si cumples con tu parte, significa que seguimos siendo amigos.

Eso supongo. Aunque en realidad no se me olvida lo del beso y cada vez que lo tendré en frente, lo recordaré.

—Sí.

—Perfecto —replica satisfecho—. Bueno, esto fue un tipo de chantaje de tu parte pero supongo que me lo merezco.

—Claro que te lo mereces. Y espero que no repitas ese error en el futuro.

Vuelve a reír, no tengo ni idea cómo interpretar su reacción. Sin embargo dudo que vaya a arriesgarse y dejo de preocuparme por el asunto. El tema queda cerrado.

. . .

Ésta fue la semana más larga de mi vida pero lo importante es que ya estamos aquí, lejos de todo y de todos. Debería felicitarme a mí misma por la idea de hacer este viaje, ni me importa haber gastado todos mis ahorros —y un poco del dinero de él, ya que los boletos salieron algo caros. Tengo a Eduardo sólo para mí, me libro de la obligación de hacer fiestas estúpidas, de recibir visitas de sus supuestos amigos. Como me gustaría que se alejara de ellos de una vez por todas.

Después de alojarnos en el hotel y pasear un rato por la ciudad, nos dirigimos a un restaurante, ansiosos de cenar algo delicioso. El ambiente es acogedor, en parte porque afuera hace mucho frío. No estamos acostumbrados a la temperatura, últimamente hemos disfrutado de días muy calurosos. Quizá demasiado calurosos.

—Enseguida vuelvo. —avisa a pocos minutos de haber elegido una mesa

Asiento y sigo estudiando el menú, mientras que él deja su asiento y empieza alejarse, lo más seguro es que va al baño. Pero, poco después de su partida, un sonido común me llama la atención. Mi mirada se detiene en su celular y ya no hay manera de despegarla, como tampoco hay manera de domar las ganas de cogerlo en mis manos y revisar el mensaje.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora