Capítulo 22
Narra Daniela
Me aparto con brusquedad y volteo aun con más rapidez, pues Eduardo y yo no hemos terminado de hablar. Él no puede pedirme el divorcio, menos por la zorra esa que volvió a meterse en su vida. Maldita la hora en la que se encontraron.
Me percato de que él ya no está en el pasillo.
— ¡No! —reacciona Viviana, sujetando mi brazo e impidiendo que vaya a buscarlo
—Déjame. Si me quieres ayudar, no te metas en esto. Ya, suéltame.
—Te voy a ayudar a entender que tienes que dejarlo ir.
Debe ser una broma... Volteo a verla pero su cara sólo me demuestra que está hablando en serio. ¿¡Qué le pasa!? Trato de zafarme de su agarre pero fallo y eso sólo aumenta mi coraje.
— ¡Eduardo! —grito su nombre— ¡Tenemos que hablar! ¡¡¡Eduardo, ven acá!!!
—Por favor... —interviene mi amiga
— ¡Tú cállate! Y si a esto le llamas ayuda, mejor te largas.
— ¡Le estás haciendo daño! Si aún queda un poco de amor en tu corazón, hazle un bien y déjalo ir. Además es lo que quiere, no seas egoísta...
— ¿Tú qué sabes acerca de lo que él quiere?
En realidad no me interesa lo que ella tenga que decirme al respecto, sólo quiero que me suelte. Noté que la puerta de nuestro dormitorio está abierta, ahí debe estar... Ojalá no esté haciendo lo que imagino. No, no, no... Tengo que impedirlo.
Con esta idea en mente, uso todas mis fuerzas para librarme aun cuando para conseguirlo necesite empujarla. Me suelta al mismo tiempo que pierde el equilibrio. Enseguida la veo caer al suelo pero no hago nada al respecto, sino que me doy la vuelta y voy corriendo rumbo al cuarto. Me topo con una imagen que confirma mi sospecha. Eduardo, empacando sus cosas.
—Detente.
Se paraliza al instante. La ropa se cae de sus manos, llegando en el piso.
—Por favor dame otra oportunidad. Te juro que no volveré a estar con nadie más... no volveré a traicionarte.
Su pecho sube y baja con lentitud, su boca entreabierta parece tratar de formular una respuesta. Espero que sea lo que quiero oír.
—Ese no es el único motivo por el que debemos terminar. Hace meses que esto ya no funciona. Entiende que no aguanto más. No sé quién lleva la culpa pero ¡no aguanto más!
—Las cosas van a cambiar... ¡Para bien!
— ¡Llevo meses esperando ese maldito cambio!
Me quedo callada. Me tomo un momento para estudiar su tono y para contemplarlo. Odio lo que veo. ¿Tan herido está? ¿Tanto desea librarse de mí? ¿Tan mala persona he sido?
Recuerdo lo que ha sido nuestra vida juntos desde que lo engañé y desde que mencionó por primera vez el divorcio. Todo indica que la separación es buena idea. Pero tal sólo imaginarlo hace que mi corazón se estruje. Él es mi vida, mi todo. Jamás he sentido por alguien lo que siento por él. Con razón estamos casados.
Viviana vuelve a interrumpirnos. Entra al cuarto como si esta fuera su casa y queda parada delante de mí. Otra vez quiere impedirme... Su actitud me hace chasquear la lengua.
—Viniste en un muy mal momento... Por favor, vete.
Ni se inmuta. Mientras, Eduardo decide seguir empacando. Con cada prenda que llega en esa maldita maleta, la desesperación y la impotencia se van agudizando en mi interior. Estoy temblando, estoy buscando una solución, alguna manera de convencerlo y no se me ocurre nada.
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Llámalo infierno © |COMPLETA|
General FictionEn cuanto Eduardo ya no es capaz de distinguir los comportamientos normales de los dañinos, está en peligro de quedar atrapado en una relación tóxica, una relación que muy bien podría ser llamada infierno. ¿Podrán Daniela y él entender que los supue...