Capítulo 5

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Capítulo 5

Narra Eduardo

Miro sus rasguños en el espejo del otro baño, sin dejar de preguntarme si sanarán pronto. Necesito que lo hagan. No puedo volver al trabajo con estas lesiones en mi cuello, menos después del alboroto provocado por esa cachetada...

— ¿De dónde vienes?

Me confunde. Sabe perfectamente que vengo del trabajo. Ni siquiera sé qué contestarle, me parece que decirle lo obvio no serviría de nada. Se me antoja cuestionar por qué tiene dudas pero puedo notar que está molesta y no deseo decir nada que la irrite y que la provoque.

— ¡Habla! —grita, agarrándome por la camisa

Se me escapa un bufido y al instante lo lamento. Porque mi esposa se pone peor. No deja de gritar y la peor parte es que otra vez opta por la violencia. Jala mi ropa, golpea mi cara e incluso clava las uñas en mi cuello. Lo último hiere pero me guardo los quejidos. Sólo espero que no queden huellas.

Lo que acaba de suceder me tiene en shock. Y a la vez, me deja una sensación horrible y cierto deseo de gritarle que estas no son formas de arreglar las cosas, que no tolero que me pegue y que nunca más debe hacerlo.

— ¿Con quién me engañas?

¿¡Qué!? Ah ¿por eso olió mi ropa? Está tan cegada por la rabia que se le olvida dónde y cómo trabajo. O al menos podría preguntármelo sin hacer una escena tan... No pensé que el perfume de esa mujer iba a causarme problemas. ¿Qué culpa tengo si ella decidió echarse la botella entera?

Su acusación me ofendió tanto que ni me esforcé a dar explicaciones. Pensándolo mejor, creo que debí haberlo hecho. Debí recordarle que mi trabajo conlleva estar cerca de otras personas, a veces abrazarlas. Sólo que conociéndola, hubiera vuelto a echarme en cara que tengo una carrera como esta, hubiera vuelto a decirme cuánto odia todo lo relacionado a ella. Y supongo que igual hubiera terminado golpeándome.

Ella no era así. Me duele tanto que esté actuando de esta manera cuando algo la molesta. Y me cuesta digerir que hay tantas cosas que le molestan. Hasta empiezo preguntarme si puedo hacer algo al respecto... ¿Cómo podría eliminar todos lo que estimula su ira? ¿Será que debo renunciar a mi carrera? ¿Será que debo renunciar a la amistad de Jacqueline?

Jacqueline... Ella es mujer, quizá podría echarme una mano y tapar estas huellas con maquillaje. No. Antes debería decirle quién me las hizo y como que no estoy dispuesto. Nadie debe saberlo. Es humillante.

De pronto oigo unos golpes en la puerta. Parece que Daniela no puede seguir respetando mi deseo de estar solo. Resistió dos horas, nada más. Y dudo que quiera usar el baño, hay dos en esta casa.

— ¡Usa el otro!

—No es eso... Es que... —parece agitada— tenemos visita. Tu amigo acaba de estacionar el coche y en cualquier momento estará tocando en la puerta.

Luis. Siempre es bienvenido pero hoy... No quiero que me vea así. ¿Y cuándo volvió de su viaje?

— ¡Dile que no estoy!

—Eso no garantiza que se irá. ¿Y cómo saldrás del baño sin que te vea o te oiga? Además tu coche está fuera.

Maldigo por lo bajo y salgo del baño pero no puedo avanzar porque mi esposa se interpone en mi camino. La miro como si las soluciones estarían escritas en su cara y ella me mira arrepentida. Lo último hace que algo se remueva en mi interior. No me da tiempo de procesarlo porque segundos después, oímos el timbre.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora