Capítulo 15

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Capítulo 15

Narra Daniela

Me remuevo en la cama y entierro el rostro en la almohada. La luz me fastidia y mi cabeza está por explotar. ¿Qué rayos? Gruño frustrada, pues no es justo mi manera favorita de iniciar el día. Se supone que debería amanecer fresca y yo siento todo lo contrario.

—Hola.

¿¡Viviana!? ¿Qué hace en mi casa? Volteo con pereza porque el dolor de cabeza me mata, mientras trato de acostumbrarme a la luz y me percato de que este no es mi cuarto. Enseguida busco atar cabos y me toca lidiar con un montón de recuerdos incompletos y muy difíciles de poner en orden. Copas, música, un hombre, baile, ruido, un baño, besos... ¿¡¿Besos?!?

Siento sus manos por todos lados, siento sus labios besando desfrenadamente mi cuello, como si tuviera prisa, como si no le alcanzara lo que obtiene. Trato de aferrarme a él, gozando las sensaciones y muriendo por más.

—Por fin. Por fin. —no deja de gruñir

No. No. No. Eso no puede ser.

Los movimientos se tornan desesperados y el calor me invade, mi interior pulsa por la necesidad. Las pausas reclamadas por la falta de oxígeno son cortas y seguidas. Y cada vez que sus labios vuelven a rozar los míos, los devora con más ganas; los lame y los atrapa entre los suyos, mandando olas de excitación hacia mis partes más necesitadas.

—No... —pienso en voz alta, llevando ambas mano a la cara

Mis piernas terminan rodeando su cintura y mis brazos su cuello.

Clava sus manos en mi trasero y me mueve a su antojo.

No sé si llorar o gritar. La repulsión se arremolina en mi estómago, haciendo más evidente la necesidad de vomitar. Siento la piel sucia por el recuerdo de sus toques, la boca aún más amarga y no tiene nada que ver con el alcohol. Deslizo las manos hacia el pelo y las cierro, mientras clavo la mirada en el techo. ¿Qué diablos hice anoche?

— ¿Qué pasa? —pregunta mi amiga; noto que toma asiento a mi lado, hasta siento sus ojos en mí

Recuerdo perfectamente la cara y la voz del tipo, así que no hay esperanza. No puedo aferrarme a la idea de que quizá fue Eduardo. No fue él. Fue Santiago. Y fue una experiencia horrible y asquerosa. No logro comprender como pude sentir deseo, como pude encenderme por sus roces. No cabe duda, el alcohol me... O habrá sido la abstinencia forzada. O las dos cosas mezcladas.

—Daniela, me estás asustando. Estás pálida y luces espantada.

—No me digas nada. Déjame... déjame sola.

No me hace caso, ni siquiera se mueve.

Aprieto los párpados, atormentada por los sucesos de la noche anterior. Me siento una porquería. Dejé que otro me... ¡encima en un baño público! ¿Pero cómo pude ceder? Soy una idiota. Ni siquiera fue lo que esperaba. Más bien no sé qué era lo que yo esperaba. Lo cierto es que fue horrible. Me acosté con el hombre más egoísta que llegué a conocer. Me tomó como si fuera una cualquiera, luego me botó. Y se largó. ¡Imbécil! ¡Infeliz!

«Valió la pena esperar tanto.»

Así que el muy desgraciado estaba deseándolo desde hace tiempo... Claro... Ese día cuando me besó y lo rechacé, le importó un carajo. Sólo esperó el momento perfecto para conseguir lo que en realidad deseaba. Y mientras, fingió ser mi amigo. ¿Y su forma de ser? ¿También era fingida? Bueno, supe desde un principio que le gustaban las aventuras y que había tenido muchas mujeres pero no creí que yo era su futura víctima. Parecía sincero.

Llámalo infierno © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora