CAPÍTULO 3.

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Suelto un bufido al ponerme una falda de tubo color azul, me resigno a cambiarla

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Suelto un bufido al ponerme una falda de tubo color azul, me resigno a cambiarla. Pero me apretaba demasiado el vientre bajo.

Vamos Rachel, acepta que no te entra.

Paso mi mano derecha por mi rostro, frustrada.

Bajo el cierre para quitarme la estúpida falda. Oh, pero cuando adelgace vamos a ver quien ríe último.

Me decido por un vestido blanco que aprieta mis pechos, en la parte de abajo es más holgado. Y unas botas del mismo color con decorativos dorados. Alzo mi larga melena chocolate en una coleta desordenada y me coloco un colgante simple con el dije de una mariposa.

Me delineo los ojos y por último me coloco una loción exquisita.

Como sabemos los días en las mañanas son refrescantes, pero parece que ocurre un milagro el día de hoy ya que los rayos de sol es lo primero que notamos al salir de casa. De todas formas, hay que salir con un abrigo por los cambios de humor que tiene el tiempo… ¿No es así, Carolina? Las risas de los locutores se hace presente en la radio y voy a apagarla.

Tomo un último sorbo de mí jugo de naranja y agarro el abrigo marrón que llega a cinco dedos arriba de mi rodilla. Agarro el maletín que contiene unos papeles muy importantes y me dedico a salir de mi departamento.

El pasillo se encontraba desolado a las ocho de la mañana, muy temprano para los adolescentes que se cambiaron hace dos días en la puerta que está frente a la mía.

Bajo por el ascensor y marco recepción. La música que viene es relajante, casi me da fuerzas para empezar este día de trabajo, casi me da valentía para lo que voy a hacer en cuanto vea a mi jefa.

Y no, no es golpearla. Aunque mis puños piquen.

Suspiro soltando una pequeña risa.

Las puertas del ascensor se abren y cuando lo hacen veo a Marta, la recepcionista mujer que lleva un traje.

—Buenos días, Marta— saludo cordialmente con una sonrisa.

—Buenas días para ti, Rach. — me guiña el ojo con una sonrisa agradable.

Salgo del edificio y lo primero que noto son los autos ir y venir en cantidades como un día normal para ser miércoles.

Las personas no se hacen esperar y también vienen en multitud, algunos con unos teléfonos en manos hablando apresurados, otros caminando con rapidez. Como si lo que van a hacer es lo último que harán en su vida.

Paro a un taxi y le digo la calle de la empresa en donde trabajo.

Escritura en papel, editorial BarBook

Es una editorial que se limita a sacar libros de suma importancia y cautivadores, en papel. Por eso es tan conocida, siempre tienen cuidado con cuales libros sacar. Y una jefa como la que tengo ese papel le queda como anillo en el dedo. Ya que, es muy estricta, malhumorada y fría.

Y todo ese mal genio queda en un cuerpo de 29 años, en curvas y un rostro de revista.

—Que te dignaste a venir a visitar a los pobres — es lo primero que me dice Lorena imprimiendo unos papeles. Le sonrío en cuanto sus ojos mieles me miran.

—De pobres no veo nada… ¿Como has estado? — pregunto y ella sabe que me dirijo más a como estuvieron las cosas en la empresa, sé, que Lore es mi suplente a ser secretaria de mi jefa.

—Solo una cosa, claro y corto — dice alzando sus papeles a la altura de su pecho. Se coloca a mi lado y empezamos a caminar por el pasillo ignorando todo el bullicio de los demás cubículos. —Que sea la última vez, al menos avísame antes para prepararme mentalmente. Trabajar para esa mujer es vivir el mismísimo infierno.— habla con una mueca en sus rojizos labios.

Río un poco, pero solo un poco porque mis minis vacaciones se acabaron y ahora soy yo la que vivirá el infierno.

—Buenos días, mis chicas—. Greg, se hace presente con su traje muy bien planchado y con su maletín, su cabello castaño estaba apenas inclinado hacia arriba y mostraba frescura. Pasa directo a su gran oficina que está junto a la de su hermana; mi jefa. —Lore, llévame un café puro. Como me gusta.— habla guiñando un ojo a mi amiga.

—Joder… este hombre en cualquier momento me mata.— susurra y rio por lo anonada que la dejó.

—¿Lo extrañabas? —bromeo. Voy hasta mi escritorio que estaba frente a la oficina de mi jefa, miro mi reloj y faltaban veinte minutos para su agradable llegada.

Claro, agradable.

—¿Que pregunta es esa, Rachel? —exagera abriendo sus ojos. Se sienta en su escritorio que está frente al mío. —Tenía que soportar que otra zorra estuviera insinuando a mi hombre… — suelta un bufido.

Los jefes, Greg y Gemma son hijos de un importante hombre; Manuel Bartolomé y su difunta esposa, Julie Bartolomé. Manuel les puso en las manos de sus hijos el cargar con esta empresa, y no es la única que tienen, son tres más.

Mientras que Gemma es malhumorada, Greg es un amor en persona que trata a sus empleados como si fueran una personas más. Totalmente diferente a su hermana menor.

Me abro paso a la oficina de mi jefa y me doy el honor de observar todo a mi alrededor. El gran escritorio es lo primero que hay cuando abres la puerta, y atrás había un ventanal con la vista de la hermosa ciudad, había una pequeña nevera, cuadros de importantes artistas y un pequeño toca discos. En un rincón de la derecha una estantería con libros y en la izquierda unos cómodos sillones blancos.

Arreglo los papales que estaban desordenados tomando la agenda y fijando las citas de hoy día. Prendo la computadora dejándola en el inicio lista para usarse y a un lado en el porta vaso dejo su café con leche sin azúcar.

¿Quién en su vida toma café sin azúcar, joder?

Lo dice una persona que le gusta tomarlo dulce.

Salgo de la oficina notando que Lorena no se encontraba en su lugar. Cuando miro hacia al frente el ascensor prende una luz indicando que la bruja… mi querida jefa está ya en el piso.

Me voy hacia la derecha y me siento en mi escritorio.

—Buenos días, Gemma— saludo coordialmente hacia la mujer que camina con sus torneadas piernas puestas en su ajustado pantalón negro y una blusa rosada. Vaya, usa una prenda de color.

Deja su abrigo en mi escritorio sin importarle los archivos que tenía en el.

—Lorena no sabía nada en los encargos que le mandaba, asegúrate de no tener ningún virus — gruñe caminando hacia su oficina. Se detiene. —¿Greg ya llegó?— pregunta mirándome sobre su hombro.

Miedo mi lengua antes de contestar. —Si señora, hace unos minutos.

Asiente y cambia de destino yendo a la oficina de su hermano mayor.

Suspiro y agarro el abrigo para colgarlo en el perchero como lo hacía todos los días antes de mis vacaciones.

—Rachel, Noah ya pregunta por ti.
—Lorena dice con una sonrisa picarona.

Ruedo los ojos, ese hombre nunca se cansa. Se tomó muy enserio cuando le dije que no quería nada amoroso, ni ningún tipo de relación con él y su respuesta fue "Nadie me dice que no, consigo lo que quiero". Aún así sigue siendo supervisor de la tercer planta, si tanto decía que consigue lo que quiere.

Lorena ríe y la fulmino con la mirada.



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Un desastre con un bebé adentro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora