La vida de una mujer embarazada no es nada fácil, ya que están los cambios de humor y del cuerpo, lo que incluye las alteraciones en las hormonas, apetitos raros y necesitados con urgencia, exagerados tipos de dolores que ni siquiera sabía que exist...
En el capítulo anterior leímos un poco sobre Troye, capaz que se le confundan un poco porque en capítulos anteriores la mejor amiga de Rachel, Mary, dijo que Troye no tienen ningún anillo de compromiso.
En este capítulo voy a aclarar eso ❤️
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Rachel.
— La vida es así, un día estas bien disfrutando de lo maravilloso que es todo, y luego como si alguien estuviera celoso, revienta tu burbuja con un filoso pinche para que caigas en la dura realidad. Los odio a todos.
Stephen rueda los ojos llevando otro puño de palomitas a su boca mientras sigue riendo mirando a mi dirección, muy divertido de la situación.
Cuando pase por la calle lo voy a aplastar con un camión. ¿De dónde sacaré un camión? No lo sé, pero el rencor lleva a muchas situaciones.
Miro el pedazo de papel que reposa en la mesita de luz que está en medio de la sala. Me acomodo en el sofá sintiéndome intimidada por esa estúpida revista.
Siento diversas emociones dentro de mí. Nada buenas.
—Y tú... Te ríes de mi desgracia, maldito infeliz, ya vas a ver cuando estés embarazado... — miro a Liam y luego a mi hermano. —Ah cierto, no puedes, ¡JÁ!
Ahora es mi hermano quién me tira palomitas.
—Amor, no seas así, está embarazada — habla Liam con cariño acariciando su brazo.
Asiento muchas veces con un puchero. Stephen me fulmina con la mirada.
—¡Pero ella empezó!
—¡No! Tú fuiste, viniendo acá con una maldita revista insinuando que tu pobre hermana sale con un maldito, mentiroso, desgraciado, estúpido... — corto mis insultos cuando siento los brazos de Liam abrazarme.
Me sorprendo de sobre manera.
— Llora si quieres — habla sobando mi brazo.
Stephen carraspea.
— Bebé — llama a Liam con mucho caramelo en su voz, arrugó mí nariz en su dirección. Liam se separa un poco de mí para mirarlo. — Rachel nunca ha soltado una lágrima — añade con una mueca.
Liam se separa de mí como si lo quemara, me mira confundido y yo asiento muchas veces para aclarar sus dudas.
— Nunca — admito de repente sintiéndome mejor por el abrazo que me dio, pero en mis planes nunca estará decirlo en voz alta.
