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Segunda parte:
"à l'enfer et de retour"
(Al infierno y de regreso)

§

Cerró la puerta tan fuerte que no se lo hizo raro imaginarla hecha añicos.

La semana comenzó a ser extrañamente agotadora desde que Marinette lo dejó en su oficina solo, abatido y con muchas más dudas que antes.

Iban alrededor de tres días desde el dichoso incidente y no había tenido ninguna noticia de la chica.

Había buscado su nombre en diversos lugares de la red, se había desvelado pensando en ella, en lo que habían tenido y en lo que podían tener, siempre con un vaso de licor en su mano, como si realmente el alcohol pudiera ser un suplemento de Marinette.

No contestaba sus mensajes, mucho menos sus llamadas, era como si hubiese desaparecido del mundo y lo peor es que no había sido con él.

Esa tarde en particular no se rendiría y apenas llegó a su hogar tomó una rápida ducha y llamó a su chofer cuanto antes.

Sería la cuarta vez que iría a molestar a Alya, a pesar de que sabía cuanto le fastidiaba tenerlo rogando en su sala por la dirección exacta de Marinette. Sin embargo, ya nada le importaba. Encontrar a la azabache se había convertido en su única prioridad.

Aparcaron lo suficientemente cerca del edificio como para que Adrien caminara hasta la entrada, pero antes de que siquiera diera un paso lo vió. Nada más ni nada menos que un Renault 5, el auto de Marinette.

Corrió hasta el elevador y cargado de felicidad subió hasta la sexta planta.

Llamó a la puerta un par de veces pero nadie respondió. — ¡Alya! — Gritó perdiendo los estribos. — ¡Marinette! — Golpeó unas veces más, no demasiado fuerte ni demasiado despacio. — Se que estás ahí, solo quiero hablar.

A los segundos se escuchó el sonido de la cerradura y la cara enfadada de la morena salió de detrás de la puerta. — Vete. — Sentenció enfadada. — Quiero que te vayas ahora.

— No. — Contradijo el rubio. — Quiero ver a Marinette.

— Ella no está aquí. — Refunfuñó arisca.

— ¡Mientes! — Exclamó con el entrecejo fruncido. — Su auto está allí abajo, lo vi.

— Adrien, te lo advierto. — Dijo entre dientes. — Es la cuarta vez que vienes en tres malditos días, no seguiré aguantando esta tontería, si ella no quiere verte no puedo hacer nada para evitarlo.

— ¿Ella te dijo que no quiere verme?

— ¡Te dije que quería espacio! — Gritó la inconfundible voz de la azabache desde el interior. La expresión de Alya cambió de una enfadada mirada a un cansado semblante.

— Supongo que ya no hace falta ocultarlo. — Dijo pasándose la mano por el rostro. — Ella está aquí pero aún no quiere verte. — Sentenció.

— ¿A sí? Pues yo quiero verla. — Declaró comenzando empujar la puerta. — ¡Marinette! — Volvió a gritar con medio cuerpo adentro y pudo ver perfectamente cómo la figura de la mujer corría hasta ocultarse tras un muro.

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