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Abrió la puerta de su despacho, sin molestarse en cerrarla tras ingresar al lugar, dando un último sorbo a la botella antes de dejarla sobre la mesa y tomar sus cosas con intenciones de marcharse. Pero entonces la puerta se cerró tras él y acto seguido el sonido del seguro se hizo presente.

Cuando volteó allí estaba ella, observándole recelosa desde su posición, junto a una mirada de desconfianza sobre él que le torturaba más que cualquier otra.

Entonces lo comprendió, Marinette en ningún momento se marchó, en su lugar, no había hecho más que escabullirse hacia su oficina y la razón de pronto hacía sentido en su mente.

— ¿Por qué no me dijiste lo de mi padre? — Fue lo primero que preguntó, creyendo que quizás obtendría más información teniendo a Adrien en ese ese estado.

— Y-Yo no... yo quería que fuera una sorpresa. — Dijo, pestañeando de forma lenta, grabando la imagen de aquella triste y destrozada chica en su retina.

— ¿Una sorpresa? —Cuestionó ella. —. Sabias quien era el hombre al que no he visto en toda mi vida y... ¿Querías que fuera una puta sorpresa? — Soltó entre los dientes apretados, manteniendo los puños igual a los lados de su cuerpo.

— Vamos... — Sonrió desganado, tomando la botella de nueva cuenta entre sus manos. —. No es como si hubieses sido la persona más sincera del mundo conmigo, ¿no?

Caminó con rapidez hacia él, arrebatándole el licor para luego dejarlo fuera de su alcance. —. Tenía mis motivos, no lo entenderías... — Suspiró pesarosa, mordiéndose el labio inferior, deseosa de probar aquel brebaje con intenciones de borrar el dolor. —. No sabía en quién confiar... y tenía miedo de que me dejaras. — Confesó en un hilo de voz, manteniendo las emociones a raya antes de quebrarse frente al rubio otra vez

Adrien siguió sus pasos, posicionándose tras ella, acariciando desde el hombro de la chica hasta culminar en su mano, quitándole la botella de está antes de llevársela a los labios de nueva cuenta. —. Supongo que ya da igual, lo nuestro se terminó de todas formas.

Marinette se giró hacia él y la ira se reflejó en sus bonitos azules, maldiciéndolo por adoptar aquella endemoniada actitud en la ebriedad y sin previo aviso, se elevó de puntas alcanzando sus labios en un delicado beso que buscó encender algo más dentro de él, y supo haberlo logrado cuando oyó la botella caer al piso, dejando las manos del chico libres para sujetar su cintura, ayudándola de cierta forma a alcanzar la altura para convertir el contacto en uno mucho más pasional y necesitado. —. Cuando Gabriel dijo que era su hija... me quise morir, nunca en mi vida deseé tanto morir como en ese momento, Adrien. — Acarició los hombros del rubio para luego abrazarse a su cuello.

— Incluso si fuera así, no me importaría en lo más mínimo. — Sonrió burlón antes de depositar un húmedo beso en el cuello de la chica. —. Después de todo, contigo ya tengo un pasaje en primera clase al infierno, hermanos o no.

— ¿Podrías dejar de ser borde por un segundo? — Rogó, cerrando los ojos cuando el calor tras las caricias de su opuesto se extendieron por la totalidad de su cuerpo.

— Estoy furioso, Marinette. No pidas imposibles. — Sus manos aflojaron y la chica sintió sus intenciones de generar espacio entre ambos, llevándola a un pánico monumental que la obligó a besarlo una vez más.

— Déjame hacerte olvidar. — Susurró, antes de arremeter contra él, mientras la necesidad de tenerlo cerca se hacía cada vez más imprescindible.

Le empujó hacia la pared, besándolo con ferocidad y Adrien no pudo resistirse a ello. Su hambre de Marinette era tal que apenas podía pensar en lo ocurrido los días anteriores.

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