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Los días pasaron más rápido de lo que ambos hubieran preferido.

Ladybug se encargó personalmente de comunicarse con el hombre detrás de su insomnio, le había puesto una y mil excusas para faltar al lanzamiento de la nueva temporada, pero lamentablemente Gabriel terminó por darle un ultimátum. — Si no estás presente, el consejo se negará a mostrar tus diseños. Sabes como funciona esto, Marinette. — Las palabras del hombre habían intentado ser comprensivas, pero para la chica no eran más que basura.

Decidió meditar, idear un plan que no arriesgara su identidad y sobre todo, su especie de relación con Adrien.

Por su parte, el rubio pasó su semana de la forma más calmada posible, quería evitar los nervios antes de la muestra y para su suerte, Marinette y sus mimos lograban distraerlo lo suficiente.

Ambos se estaban acercando cada vez más, la confianza pasó a ser completa por parte del rubio y Marinette luchaba por reprimir aquella voz en su interior que, descontrolada, gritaba la verdad; ella había caído completamente enamorada de Adrien Agreste. Incluso aquel miedo de perderlo quedaba completamente en segundo plano al escucharlo gemir su nombre junto a un millar de palabras cariñosas.

Ella lo quería todo y sabía que él se lo daría gustoso.

El menor de los Agreste se sentía inusualmente feliz. Amaba recostarse sobre el regazo de la azabache mientras sus delgados dedos hacían estragos en su piel, amaba embriagarse con su peculiar aroma que detonaba una pureza increíble, amaba cuando lo llenaba de elogios dignos de un príncipe y es que ella lo hacía sentirse como uno.

Adrien estaba seguro de que si moría e iba al cielo, aquel lugar sería muy parecido a los brazos de Marinette y a pesar de que entre ambos no había nada formal, sentían mucha más dicha que con cualquiera de sus parejas a lo largo de sus cortas vidas.

Aquella calma fue duradera en el interior de Adrien, concretamente hasta el día en que se dió la lista oficial de los diseños escogidos para la pasarela, decidiendo irrumpir en la oficina de Gabriel al enterarse de que la muestra gozaba casi en su totalidad de las prendas diseñadas por Ladybug y solo una de las que él había enviado.

Toda la confianza que Marinette había construido y aquel pequeño ego que había logrado formar se desmoronó al instante, dando paso a la irremediable tristeza.

Colérico, golpeó exactamente tres veces antes de oír la voz de Gabriel autorizándolo a entrar y por fin abrió la puerta encontrándose con su padre pensativo frente a él gran escritorio. — ¿Necesitas algo? — Adrien lo observó sopesando durante un momento y finalmente negó. ¿Qué caso tenía pedir explicaciones? Él mejor que nadie sabía que los mejores lugares, por alguna extraña razón, siempre estaban reservados para Ladybug.

Dado al vaso vacío que reposaba sobre la superficie y la botella de whiskey a su lado, el rubio dio por hecho que no se encontraba en sus cinco sentidos. Quizás extraer información en ese estado no sería una pérdida de tiempo. — ¿Estás bebiendo?

Gabriel sonrió ante la interrogante que parecía ser más que obvia, suspiró algo agotado el divisar a Adrien aún inmóvil. — Acércate. — Dijo tomándolo por sorpresa.

El Chico obedeció cauteloso, notando como las manos de su padre temblaban entre palabras.

— ¿Pasa algo? — Preguntó preocupado y Gabriel asintió.

— Solo ven y siéntate, ¿quieres? — El chico calló de inmediato cualquier habladuría de su parte, obedeciendo de manera instantánea a su progenitor. — ¿Sabes qué día es mañana? — Adrien asintió.

— Ha estado en mi mente toda la semana, papá.

— ¿Eres consciente de las cosas que se vienen? — El rubio volvió a asentir mientras Gabriel suspiraba conforme.

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