— ¿Donde está tu amigo? — Preguntó Alya una vez que volvió con los utensilios.
Nino apuntó hasta la puerta del baño con calma y la palabra idiota resonó en la cabeza de la morena junto al sonido del vaso que había dejado caer al suelo. — ¡Wow! ¿Nena? — Sus ojos se desviaron hasta su amante. — ¿Estás bien? — Curioseó mientras se levantaba por los artículos de limpieza para recoger los vidrios.
Alya deseó recoger uno y en su dramatismo, se preguntó qué tan doloroso sería acabar con ese bochorno de una vez.
Dejó las cosas sobre la mesa y corrió hasta el lugar desconociendo el como reaccionar sin parecer sospechosa.
Se mordía las uñas mientras Nino la observaba confundido. — ¿Pasó algo? — La suave y tranquilizante voz del chico la calmó lo suficiente como para volver a respirar adecuadamente.
Ella negó a la vez que mantenía los labios apretados, tocando con sus nudillos la rasposa superficie de la puerta. — Lo siento Adrien, si fueras tan amable de salir un momento... — Sugirió con una voz sumamente dulce. Pero desde dentro ambos jóvenes apenas pudieron oírla.
Sus verdes seguían prendidos a los azules de la chica frente a él. Repasó su cuerpo con suma lentitud, desde su cabello hasta los pómulos, luego a sus labios, su piel y por último la anatomía de su cuerpo. — ¿Ma-Mari? — Murmuró con miedo de que su mente le estuviera jugando una mala pasada, pues era tanto el lugar que la azabache últimamente ocupaba en su cabeza, que no le sorprendería para nada comenzar a tener alucinaciones de ese tipo. — ¡Genial! Te volviste loco. — Pensó.
Se acercó cauteloso, rozando su mejilla con cuidado justo cuando la cálida respiración de la chica hacía contacto con la superficie de su piel y el pulso se le disparó por los cielos.
— Hola... — Sonrió inocente con la esperanza de que el rubio evitara toda clase de preguntas, a pesar de saber cuán imposible era ese hecho.
— ¿Qué haces aquí? — Murmuró procurando evitar que sus amigos oyeran, como si la presencia de la azabache fuera un secreto para Alya. — Espera... — Sus mejillas se tornaron de un gran carmín y a los segundos, todo su rostro fue un completo tomate. — ¿Q-qué tanto oíste? — Preguntó cubriendo sus labios.
Marinette se sorprendió de lo irracional que se había tornado la situación y como Adrien hacía énfasis en sus sentimientos en vez del hecho de que ella había aparecido de sorpresa en el baño.
Nuevamente optó por entrar en su papel seductor y es que aquel avergonzado joven frente a ella solía ser algo torpe en ese tema.
Dejó atrás las interrogantes presentes en la mente del chico y abasteciéndose de la confianza suficiente, bajó de la tina hasta plantarse frente a él. — Lo suficiente como para saber que estás preocupado por mi... — Susurró mientras descendía de la lisa superficie.
Adrien apretó la mandíbula preso de la vergüenza. Quería que la tierra se lo tragara lo antes posible. Sin duda aquella situación sería un buen material de burla en el futuro.
Antes de tocar el suelo, la chica calculó sorpresivamente mal sus pisadas, soltando un grito al resbalar sobre la superficie.
Afortunadamente, los brazos del rubio actuaron rápido, tan reconfortantes como parecían, atrapándola al instante y obligando a la cabeza de Marinette a hacer contacto con su pecho, abrazándola y ella pudo sentir como el corazón contrario amenazaba con explotar de la velocidad con la que latía.
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• Petits Mensonges • MLB AU • +18 •
FanficTodo comenzó como un plan, uno que se salió de control, uno que involucraba al primogénito de los Agreste, uno que la ayudaría a descubrir al asesino de su madre. Sin embargo desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron, ella entendió que...