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Sentía el móvil vibrar en su bolsillo, sabía perfectamente de parte de quien venía la llamada entrante, porque conocía muy bien a Adrien y cuán testarudo podría ser si se lo proponía, incluso más que ella.

Percibió el insistente llamar mientras caminaba hacia el interior del aeropuerto, mientras entregaba su tarjeta de crédito y recibía el boleto, mientras esperaba junto a Luka y Alya en las incómodas sillas del lugar, mientras ingresaba a la zona de embarque con la promesa de que las tibias lágrimas que se desprendían de sus ojos acabarían por agotar su miseria.

Y fue allí, ya a punto de entrar al gran avión que se dignó a mirar su teléfono, mientras su mente le repetía que un adiós antes de partir no podría dañarla más de lo que ya estaba.

Sin embargo, cuando encendió la pantalla del aparato, lo único que halló fueron llamadas entrantes de parte de Gabriel y a juzgar por cómo la insistencia había opacado a la formalidad que caracterizaba al hombre, supo que debía tratarse de algún tema urgente.

— Gabriel. — Saludó a través del micrófono. —. ¿Qué ocurre?

— ¿Tienes idea de dónde está Adrien? — Habló abrumado. —. Su chofer acaba de márcame, afirma que se está por irse del país. ¿Es cierto?

La joven se quedó de piedra, demasiado confundida por la interrogante que lamentablemente no era capaz de responder. —. ¿Va a irse? — Preguntó en un hilo de voz, sin acabar de comprender la situación por completo.

— No lo sé... — Oyó suspirar al mayor. —. No responde mis llamadas y creí que estaría contigo.

— Estoy a punto tomar un vuelo hacia Canadá, Gabriel. — Aseguró con la obviedad presente en su tono. —. No he visto a Adrien desde esta mañana.

— ¿Canadá? ¿También piensas en marcharte?

— Más bien estoy escapando. — Mencionó apenada. —. Claramente Francia ya no es un lugar seguro para mi.

— Ya veo... — El silencio tomó protagonismo de la llamada de mientras ambos buscaban respuestas sobre el paradero del rubio. —. ¿Le has dicho a Adrien sobre tu viaje?

— No... y no creo que se haya enterado, hasta ahora los únicos que estaban al tanto del tema eran Alya y Luka. — Aseguró.

— Adrien había ido a buscarte. — Dijo con algo de esperanza en su voz, misma que elevó el pulso de Marinette y casi de forma inconsciente miró a su alrededor en busca de aquellos verdes. —. Temo de que haya cometido alguna estupidez, últimamente adoptó una personalidad bastante impulsiva.

— Culpa mía. — Admitió para si misma, lamentándose en el acto por la alta probabilidad de que el rubio de alguna u otra forma se hubiera enterado y comprado un boleto hacia el mismo destino. —. Haré algunas llamadas, dame unos minutos.

— Por favor, llámame en cuanto sepas algo. — La llamada se cortó y la joven se mordió el labio con el nudo en su garganta persistiendo.

Aún le restaba una hora antes de dejar el país oficialmente y la ansiedad al desconocer el paradero del rubio la consumía de forma irremediable.

Finalmente se decidió por marcar a su mejor amiga, pues en esos momentos no había otra persona dentro de su círculo a la que pudiera confiarle algo tan preciado como sus sentimientos y lo rotos que estaban gracias a los acontecimientos que aquejaban su vida.

— No puedo creer lo rápido que llegaste. — Bromeó Alya por el teléfono, sacándole una sonrisa torcida.

— Muy graciosa, apenas me subiré al avión. — Sus manos formaron puños en la tela de sus pantalones, ansiando una respuesta positiva por parte de su contraria a la pregunta que estaba por hacer. —. ¿Has visto a Adrien?

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