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Adrien agradecía de sobremanera que fuera Marinette quien tomara la iniciativa, puesto que a pesar de ser guapo y pertenecer a una familia de renombre, era un asco sociabilizando con las féminas, sobre todo con alguien tan hermosa y segura de si misma como lo era Marinette.

Es más, aveces lograba intimidarlo.

Desde pequeño la única mujer en su vida fue Chloé, puesto que su educación se llevó a cabo en casa bajo el cuidado de una institutriz.

La única amiga real que tuvo fue Chloé, su primer beso fue Chloé, su primera vez fue Chloé y su única novia fue Chloé.

Pero por alguna extraña razón la azabache lograba despertar otro tipo de sentimiento en él. Algo que lo hacia depositar su confianza en ella.

Veía en Marinette a esa amiga que siempre quiso, y no a la que se le obligó a tener.

— Alya, me llevo el auto. — Anunció a su amiga antes de sacar el bolso que yacía sobre la mesa, al lado de la morena. Por su lado, ella ni siquiera se dio cuenta de lo que fácilmente pudo ser un hurto de las pertenencias de ambas, dado a que durante esos minutos, Nino gozaba del cien por ciento de su atención.

La de ojos azules llegó hasta donde Adrien la esperaba, tomó su mano incitándolo a salir del establecimiento.

Cruzaron la avenida, al parecer el automóvil no se encontraba junto a las lujosas joyas en el estacionamiento.

— ¿Este es tuyo? — Dijo incrédulo de tal belleza. No era un auto cualquiera, era un Renault 5, uno de los clásicos franceses.

Conservaba el estilo retro de los 70', pero al mismo tiempo se veía en perfecto estado.

— Sí, ¿Te gusta? — Asintió acariciando la carrocería. — Fue un regalo de mi madre. — Sonrió con nostalgia, sin duda de todas las cosas que incluía el testamento, su clásico automóvil era lo que más le gustaba. — ¡Vamos, sube! — Animó.

— ¿Dónde vamos?

— Ya verás.

Las calles de París estaban iluminadas de manera cálida y Adrien las contemplaba a través de la ventanilla maravillado.

— ¿A qué te dedicas? — Preguntó él, rompiendo el silencio.

— Ehm... Yo soy... Soy algo así como una diseñadora de modas.

— ¿De verdad? Que coincidencia, yo también.

— Bu- bueno... No diseñadora como tal, comencé hace relativamente poco tiempo.

— Con razón tu cara se me hacía conocida... ¿Trabajas en Gabriel's? — Ella sonrió burlesca.

— No, jamás trabajaría allí. — Espetó. El prefirió no hacer ningún comentario al respecto. — Y creo que te estas confundiendo porque yo nunca te había visto.

— Sí... — Dijo tomando su mentón. — Quizás me estoy confundiendo. — Sopesó unos segundos más. — Aunque... — Fue interrumpido por la voz de la chica.

— ¡Llegamos! — Se bajó del auto a toda velocidad, el rubio la siguió cauteloso.

Ambos habían ido a parar hasta el estacionamiento vacío frente al Acuario de París. — Oye, son más de las doce. — Ella siguió adelante, haciendo oídos sordos a las palabras del chico. — Ya está cerrado.

— Esa es la mejor parte.

La mujer subió sobre uno de los basureros del lugar, escabullendose sobre la reja que cercaba el área, sin importarle demasiado si su vestido se levantaba dejando a la vista sus provocadora lencería. — No voy a pasar por ahí, alguien podría vernos. — Desvío su mirada por mero respeto.

• Petits Mensonges • MLB AU • +18 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora