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Después de la inesperada revelación por parte de su padre, Adrien no pudo seguir trabajando el resto de la tarde. Se la pasó caminando por la extensión de su oficina, tomando aire a través de la gran ventana e intercambiando uno que otro mensaje con Marinette.

Al momento de la salida, no hubo otra idea en su mente además de correr a los brazos de su amada. Era increíble como la sola voz de la azabache podía alejar sus más grandes problemas, aclarar su mente y hacerlo sentir bien en un abrir y cerrar de ojos.

Ya en su hogar, marcó el número de la chica para cerciorarse de que estuviera en su departamento, pero desafortunadamente no contestó. Adrien hizo una mueca, pocas eran las veces que Marinette se disponía a ignorar una de sus llamadas.

Volvió a marcar, una y otra y otra vez. Hasta que por fin oyó la cálida y armoniosa voz al otro lado de la línea. — ¡Mari! ¿Estás bien? — Habló a través del aparato, apretándolo algo impaciente por una respuesta.

¿Bien? Claro que estoy bien. — Dijo apresurada, hecho que a Adrien le pareció un tanto extraño.

— ¿Estás en casa? — Preguntó jugando con uno de los botones en su camisa.

uhm... La verdad es que no. — Una suave expresión de tristeza adornó los rasgos del rubio. — Escucha, hoy estaré un poco ocupada.

— ¿Ocupada? — Inquirió. — ¿Eso significa que no podremos vernos? — A forma de respuesta la chica hizo un sonido en forma de negación. — Entiendo... — Dijo, aún cuando no lo hacía. — ¿Te veré mañana entonces?

Mañana por la mañana es una buena opción. — anunció rebosante de anhelo.

— ¿Y qué tal mañana por la noche?

— Tienes que asistir a la pasarela, ¿recuerdas? — Adrien sonrió antes de proponer lo que había estado presente en su mente desde el principio.

— Vamos juntos. — Sentenció con la esperanza latente en su pecho, pero la misma fue desapareciendo cuando el silencio se apoderó de los labios de Marinette, adhiriendo un mal presentimiento a su lista de inquietudes. — ¿Hice algo mal? — Se preguntó el chico. — Qui-quiero decir... ya sabes, puedo llevar un acompañante y quería saber si...

Adrien. — Interrumpió ella antes de que el rubio siguiera hablando. — Lo siento, no puedo acompañarte.

— ¿Qué? ¿Por qué no?

Los desfiles de moda no son algo que ame. — Las cejas del rubio se curvaron, curioso por las excusas de la chica. — Además, no tengo que ponerme.

Puedo comprarte un vestido, el que quieras. Es más, podemos ir ahora mismo...

Adrien, por favor...— Volvió a interrumpir, con su voz mucho más suave. — no gastes tu dinero en mi, no hace falta.

— Me dijiste que querías trabajar junto a mi padre, esta puede ser una gran oportunidad para...

No, no es así. — Se formó un silencio algo incómodo entre ambos, Adrien comenzaba a molestarse. ¿Es qué Marinette no podía apoyarlo en aquel difícil proceso? ¿Acaso no se daba cuenta de toda la fortaleza que le brindaba con el simple hecho de estar a su lado?

— ¿Podrías hacerlo por mi? — Cuestionó en un tono triste, acentuándose al oír la indiferencia en forma de silencio. — Te necesito.

Uh, tranquilo tigre. — Carcajeó intentando quitarle la seriedad al asunto.

— Es en serio, necesito que estés junto a mi, no te pido nada más, solo acompáñame. — Dijo casi rogando. — Verás, hoy papá me dijo...

Pero Marinette no lo dejó terminar. Ella no quería más peticiones que sabía, no sería capaz de cumplir. Debía que acabar con aquel martirio lo antes posible. — Lo siento, realmente lo siento mucho. Te lo recompensaré, lo prometo. — El chico apretó los labios, preso del enfado que abarcaba su cuerpo. — Te espero mañana.

• Petits Mensonges • MLB AU • +18 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora