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Cuando llegaron a la parte más alta del edificio el rubio quedó maravillado por la hermosa vista. — ¡Woah! — Exclamó con asombro. — Es bellísimo. — Murmuró.

Había vivido tanto tiempo con la oportunidad de presenciar algo tan espectacular como aquel paisaje y sin embargo, jamás se había dado el tiempo para disfrutarlo.

— Así es. — Se volteó y encontró a Marinette extendiendo la manta entre dos sillas, acomodando los cojines de tal forma que parecía una cama. — Ésta será nuestra habitación por hoy. — Declaró divertida. — ¿Te gusta?

El muchacho asintió, estaba asustado del efecto que causaba la chica en él, tanto así que llegaba a estar preocupado de los extremos hasta los que llegaba su imaginación con tan solo observarla.

Los ojos de Marinette se desviaron hasta la alberca, lanzando una mirada juguetona al rubio. — ¿Alguna vez has nadado desnudo?

Se tomó su tiempo para procesar la pregunta. — ¿Qué? — Exclamó aún confundido, más todo en su mente se distorsionó cuando la vio mecer sus caderas para deshacerse del vestido. — Oh no, no, no, no, no. — Dijo para luego apretar la mandíbula sin despegar sus verdes de la chica en ropa interior.

Se sentó en una de las sillas, retirando la venda de su pie. — ¿Qué esperas? ¿Piensas mojar tu linda ropa de marca? — Sacó la lengua con actitud burlesca.

— Y-yo... — Las palabras se atoraban en su garganta, obligándolo a desistir en su intento por formular una oración.

Nada coherente pasaba por su cabeza, nada tenía sentido. Pensó que con facilidad aquella situación podría representar un escenario onírico.

— Mira lo rojo que estás. — Río ella. — Y eso que aún estoy en ropa interior.

Adrien abrió los ojos impresionados a lo que pensó que era una broma. — No te atreverías.

Su mirada desafiante lo inquietó, volteando alarmado al percatarse de como su sujetador caía sin previo aviso.

Ella saltó al agua sin pensar demasiado en el dolor de su pie, tal y como el rubio afirmó, el dolor estaba desapareciendo progresivamente.

Adrien cubrió su rostro avergonzado.

— ¡Vamos! Quizás solo tendremos esta noche y tienes que acepta que nadar sin nada puesto es bastante mágico.

— Ah- já... Cla- claro, mágico.

— ¡Ven aquí! Tienes que probarlo, Adrien.

— N-no... Creo que paso. — Esbozó una boba sonrisa, en esos momentos el rubio era más nervios que hombre.

— Aguafiestas. — Dijo saliendo desde la alberca y acercándose al varón, quien seguía con su rostro cubierto. — ¿Es porqué no traigo nada? — Cuestionó divertida.

El chico asintió con cautela y ella lo obligó a retirar las manos de su cara. — ¡No! — Se quejó al mismo tiempo que cerraba sus ojos con fuerza.

— Mírame. — Ordenó, pero Adrien negó. — ¡Vamos Adrien! Mírame, pareces un niño. — El chico abrió progresivamente los ojos encontrándose con dos pechos perfectamente redondos y firmes.

La escudriñó sin cuidado desde los pies a la cabeza, relamiéndose los labios con notoria tentación. — Y-yo... — Balbuceó a la par que su respiración se volvía más pesada.

Los músculos de sus piernas se tensaron al sentir como algo en sus pantalones crecía, y es que con tales vistas era casi imposible ser de piedra.

— ¡Hey, hey! — Tronó los dedos frente a su rostro. — Mis ojos están aquí, cariño. — Él no dudó en mirarlos. — Que esté desnuda no significa que puedas mirar a donde se te pegue la gana.

• Petits Mensonges • MLB AU • +18 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora