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La adrenalina corría por su cuerpo, su respiración se volvía a cada segundo más pesada y ni siquiera sabía cuánto más podría aguantar en aquel elevador que hacía su descenso eterno. Apenas las metálicas puertas se abrieron, Adrien corrió hacia la salida del edificio, encontrándose con la escena que casi rompe su corazón.

El impacto no había sido realmente grave, a pesar del estruendo que provocó el rubio estaba seguro que aquella abolladura en el vehículo podría arreglarse. Pero tratándose del amor de su vida, Adrien simplemente no podía evitar que la histeria se apoderara de él.

— ¡¿Marinette?! — Habló exaltado, con el corazón latiendo a mil, corriendo desesperado hacia el lugar del choque, encontrándola sentada en el asiento del chófer con una mirada adormilada.

— Hola chico guapo. — Saludó desde su lugar y el rubio volvió a respirar. Marinette estaba en una pieza. — ¿Quieres ayudarme? — Preguntó estirando sus brazos cuál niña pequeña. — Vamos, s-sácame de aquí. — Habló, intentando no enredarse con las palabras.

Adrien se abalanzó desesperado sobre ella, levantándola cual princesa.

— Por dios... — Murmuró pegándola a su pecho. — No vuelvas a hacerme algo así, ¿oíste? — Rogó mientras caía sentado en la acera, aferrándose a ella como si su vida dependiera de ello. Marinette sonrió al sentirse nuevamente en casa, llevando la nariz hacia el cuello del muchacho, oliendo aquel perfume que podía tranquilizarla en un santiamén. — Por poco me da un maldito infarto. — Murmuró ahogado sobre su cabello, aún desorientado por el miedo que lentamente se desvanecía.

Marinette buscó sus labios sedienta por uno de esos besos que podían ponerla a los pies del muchacho en un santiamén y Adrien se lo concedió con su respiración acelerada. — Te extrañé... — Balbuceó acariciando su mentón.

— ¿Dónde estabas? — Habló alejándose un poco para observar con cautela su rostro. — Estuve llamándote todo el día

— M-me reemplazaste , así que salí a buscar otro que me quisiera. — Soltó y la sangre del rubio hirvió. Más cuando estaba a punto de recriminarle sus acciones, vio el semblante de Marinette cambiar. Una triste y desolada mirada se posó en sus ojos y sus labios se torcieron en una mueca que dio paso a un inesperado sollozo. Y entonces, la primera lágrima cayó. — Pero tu maldita cara... — Susurró con los dientes apretados por la impotencia. — tu maldita cara estaba en cada imbécil de cada lugar al que iba. — Posó sus azules en él, aferrada a la tela de su ropa con avaricia. — oía tu voz diciéndome te amo una y otra vez y otra vez... — Escondió la cabeza en su cuello, avergonzada de cada una de sus lágrimas, depositándolas en la camisa del chico. — Y no pude hacer nada más que beber.

— Oh Marinette... — Murmuró, sintiendo el dolor de la joven como si fuera el propio. — Yo jamás podría reemplazarte, ¿por qué dices eso?

A lo lejos, luces policiales tintinearon en el campo de visión de ambos muchachos y Marinette se aferró al rubio temerosa.

Adrien percibió su miedo y la acurrucó contra su cuerpo, prometiendo sin palabras que todo estaría bien. — Estoy en las nubes, No dejes que hablen conmigo.

El chico asintió no sin antes darle una mirada de reprimenda a la mujer entre sus brazos. — ¿Qué bebiste?

— ¿De todo? — Rió aún con gotas en sus mejillas, como si la situación fuera merecedora de una carcajada. — T-todo es tu culpa, no esstabas y... y yo de verdad te necesitaba... — El chico hizo una mueca de descontento, las palabras de la chica no justificaban su actuar pero de cierta forma le alegraba el hecho de que aceptara su necesidad de él. — Tenía tanto miedo...

• Petits Mensonges • MLB AU • +18 •Donde viven las historias. Descúbrelo ahora