Tercera parte:
"Grandes Vérités"
(Grandes verdades)Adrien abrió un poco la ventana, lo suficiente para que el aroma a tierra mojada invadiera sus sentidos. Tom rió ante ese gesto. De alguna forma, aquel ingenioso chico de apenas veinticinco años le recordaba a su juventud, incluso aún más que su propio hijo.
— Todos dicen que París es la ciudad del amor, pero nadie especifica cuánto sufres buscándolo. — Adrien lanzó la frase al aire, reflexivo.
— Ni yo pude haberlo dicho mejor. — Exclamó Tom, con la mirada fija en la carretera.
— ¿Qué sucedió con tu esposa? — Los verdes del chico viajaron hasta posarse en el hombre en el volante. — Si te incomoda...
— No, no... no es que me incomode, es solo que... — Pasó la mano por su cabello, algo fastidiado. — Jamás había hablado con nadie de esto al respecto, ni siquiera con Claude.
— ¿Tú hijo?
— Sí. — Sonrió al recordar lo orgulloso que estaba del cálido joven que ejercía como panadero en su propia tienda. — Aveces siento que todo este tiempo he sido un pésimo padre. Quiero decir, hay demasiadas cosas de las que Claude no debería preocuparse.
— ¿Cosas? — Percibió como el hombre suspiraba y se acomodaba en su asiento algo indeciso. Para Tom, hablar de una hazaña tan grande como intimar con la amante de su jefe, podría significar su pronto despido.
Sin embargo había algo en la mirada de Adrien, algo que lo invadía de confianza y seguridad, como si el propio chico no fuera hijo del frío Gabriel Agreste.
— Cosas como el paradero de su hermana. — Soltó sin más remedio.
— ¿Tienes una hija? — Tom asintió. — No lo entiendo, ¿Dónde está ella?
Esa sola frase, esa simple y llana pregunta logro que los ojos de Tom se cristalizarán. El sentimiento se desbordó de un segundo a otro, la soledad y la ansiedad embargaron al chofer. — No lo sé. — Susurró con el nudo latente en su garganta. — No lo sé... — Volvió a repetir, deteniéndose en el semáforo para retirar su pañuelo y secar las traicioneras gotas que desprendía su dolor, el dolor de haberle fallado a una niña, a una pequeña que lo necesitaba en un momento crucial de su vida.
— Lo siento... — Dijo Adrien. — No creí que este fuera un tema tan complicado.
— Es la primera vez que lo enfrento, vamos Adrien, no me hagas retroceder ahora. — Ambos rieron de aquel comentario, rompiendo la tensión del ambiente. — Verás, hace veinticinco años tuve una relación con una mujer, ella tenía el corazón roto y yo siempre creí que podría arreglarlo. — Adrien seguía al pie de la letra todos los vestigios del pasado que atormentaban la vida de Tom. — En ese entonces yo ya trabajaba para tu padre y...— El hombre titubeó, mirando al rubio de reojo y prefirió omitir ciertos detalles, no podía darse el lujo de hablar mal de Gabriel en frente de su propio hijo. — Y hacía de chofer también para aquella mujer.
— ¿Se enamoraron? — Inquirió Adrien, atrapado cada vez más por historia.
— Creo que sí, me gusta creer que ella me amo tanto como yo lo hice. — Suspiró y apretó el volante bajo sus manos. — Comenzamos una relación, ella parecía haber superado a ese hombre que tanto daño le hizo y yo estaba dispuesto a regalarle el mundo.
— ¿Entonces que sucedió?
— Éramos de mundos diferentes... ella estaba acostumbrada a la fama, a las reuniones formales, a los contratos... yo era más simplista, prefería pasar el día libre en casa en vez de tomar un vuelo a Londres y pasar el fin de semana allí, prefería una cena casera a visitar lujosos restaurantes, prefería comprar ropa usada en vez de trajes de mil euros. — Aclaró su garganta antes de seguir. — Creí que ella también se acostumbraría, creí que ella dejaría el lujo atrás.
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• Petits Mensonges • MLB AU • +18 •
Fiksi PenggemarTodo comenzó como un plan, uno que se salió de control, uno que involucraba al primogénito de los Agreste, uno que la ayudaría a descubrir al asesino de su madre. Sin embargo desde el primer momento en que sus miradas se cruzaron, ella entendió que...