Alysha
Tiene alguna clase de aventura con Cecilia. Creo. No lo sé con certeza, de hecho. Apenas la mira. No debería importarme en lo absoluto, pero... me importa.
Erik lo nota. Me ha visto mirarlo. O "suspirando" como lo llama. Me dijo esta tarde que necesito rendirme y hablar con Loris, pero creo que he perdido mi oportunidad. pues él no ha intentado hablar conmigo desde que le di la ley del hielo más helada, hace un par de semanas. En este punto, me sentiría estúpida si tratara de acercarme a él e iniciar una conversación.
—Hola —dice, en voz baja, conservando sus ojos en mi pintura en lugar de mirar mi rostro—. Parece que sabes lo que haces. Te dejaré hacerlo.
Se aleja antes de que pueda decir algo, pero no antes de notar la marca roja en su mejilla. Frunzo el ceño mientras camina hasta el frente de la clase y continúa enseñando. Miro al reloj en la pared. La clase terminará en diez minutos. ¿Debería esperar y comprobar si se encuentra bien?
¿Por qué demonios pensaría que mi presencia sería de ayuda? Golpeo la pintura con mi pincel, recordando lo que sucedió la última vez. Lo toqueteé, lo utilicé y luego me alejé de él. Asumiendo que no le importaría. Si le importaba, entonces fui una idiota. Si no lo hacía, entonces no va a estar interesado en hablar conmigo de cualquier modo.
Además, tal vez está de mal humor porque Cecilia no se halla aquí esta noche.
Román baja los escalones y mira la espalda de Loris por un par de segundos. —Vamos afuera —dice.
Me pongo la capucha y me voy mientras los otros estudiantes aún asean sus pinceles. Feliz porque vestía mis botas de lluvia, salpico entre los charcos poco profundos en el camino hasta mi coche, que está aparcado al final de la calle. Levanto la mirada a medida que me aproximo, y mi respiración se escapa de mis pulmones. Mi boca se desencaja para gritar mientras la figura oscura se aleja de mi coche y se acerca a mí. Kevin. Luciendo más grande y terrorífico de lo que recuerdo, si eso es siquiera posible. ¿Cómo supo que estaría aquí?
Se acerca y se detiene debajo de un poste de luz. —Aly.
Libero un chillido seco, y todo mi cuerpo llena de alivio. No es Kevin. —Hola, Román. —Lluvia corre a través de su pelo. Está empapado—. ¿Qué estás haciendo aquí afuera?
—De camino a casa. Vivo a dos cuadras de aquí. Pero quería hablar contigo.
—¿Sobre?
—Loris.
—Oh.
Mueve el cabello de su rostro. Gotas de lluvia brillan en el extremo de sus pestañas. —Es mi mejor amigo —ríe—. Lo que debería ser obvio, porque esperé en la lluvia, para decirte esto. Creo que deberías darle una oportunidad, chica. Es el chico más amable y eso es bastante genial, considerando ciertas cosas por las que ha pasado. Merece una oportunidad.
Frunzo el ceño. —¿Te ha dicho algo?
—Loris no es un gran hablador. Pero confía en mí, estás en su cabeza.
Miro a las ventanas iluminadas del salón de clases cooperativo. —No nos hemos hablado en un par de semanas, Román. Quiero decir...
—No deberías juzgarlo por estar con Cecilia. —Sus ojos están en los míos, desafiantes—. Está tratando de sobrevivir. Pero no significó nada.
Lo dice como si estuviera en el pasado, y no puedo evitarlo; un destello de esperanza brilla en alguna esquina de mi cerebro. —¿Por qué me cuentas esto ahora?
—Porque ha tenido un día duro, Aly. Sería agradable si algo pudiera marchar bien para él.
Entorno los ojos, intentando descifrar el mensaje debajo de sus palabras, esperando que diga más. —No soy su amiga, no como tú.