Loris
Cecilia sabe lo que quiere y no le gusta esperar para conseguirlo. Es lo que la representa. Este semestre es la primera vez que ha tomado una de mis clases, pero Burki tiene algo de experiencia con ella, y también Marco. No tengo ni idea de cuánto tiempo había estado arriba esperando, pero cuando bajó para encontrarme, vi la irritación en sus ojos. Cuando su mirada pasó a Alisha, casi me interpongo entre ambas para protegerla de ella. No puedo dejar que mi mierda de vida pase a ella. Tengo el presentimiento de que ya tiene bastante con lo que lidiar.
—Es lindo por tu parte que ayudes a los principiantes —dice Cecilia cuando llegamos a la segunda planta—. Pero creo que tu tiempo es más valioso que eso.
—¿Eh? —Estoy teniendo problemas para sacarme la cara de Aly de la cabeza. Había algo atormentado en su expresión, pero también rebelde. Fuerte.
Cecilia se ríe, acariciándose el cabello mientras su enorme diamante brilla amarillo y rojo bajo la luz. —Ese pequeño caso de caridad de la planta baja con la página en blanco.
La ira estalla bajo mi piel y hierve en mi pecho. —Ella es una de mis estudiantes, y está teniendo un bloqueo. —Mi boca se cierra de golpe. No debería estar haciendo esto, defendiendo a Aly como si fuera especial, no frente a ella. No es inteligente.
Sus ojos brillan, confirmándolo. —Quería hablar contigo sobre tus pinturas,Karius. Pensé que habíamos acordado quedar. Esta es una gran oportunidad para ti.
Mierda. Su mensaje. Le dije que la vería a las nueve. Pero pasé toda la tarde apagando un fuego... literalmente... y luego me involucré tanto con Aly que se me había ido por completo de la mente. Me aclaro la garganta. —Lo siento tanto, Cecilia. Debería haber llamado.
Llegamos a mi estudio y me mira por encima del hombro. —Deberías. Pero te perdonaré. —Mira hacia mis lienzos, el que Aly dijo que era exquisito—. Quiero encargar una pintura.
Mi corazón palpita un poco más rápido. Entre el correo electrónico de mi madre y lo que pasó esta tarde, necesito efectivo con urgencia. —¿De verdad?
Ella asiente, su mirada deslizándose sobre mi cuerpo antes de volver a mi cara. —Estamos añadiendo algunas piezas a nuestra galería de arte antes de nuestro evento anual de caridad en otoño y creo que un Loris Karius original podría ser la adición perfecta.
Señalo mi pintura. —Podría tener este terminado para...
Ella ríe y los bordes de esta me rebanan, haciéndome sentir como si midiera medio metro. —Oh, querido, no puedo colgar algo como eso en mi pared. Mi marido creería que he perdido la cabeza. No, necesito algo de buen gusto.
—De buen gusto —digo, sintiéndome como si me hubiera pegado un puñetazo en el estómago. Necesitas el dinero. Sé agradable—. Me da la impresión de que tienes algo específico en mente.
—Puede ser abstracto —dice—. Pero quiero que sea... org{nico. Como un paisaje. Verdes y azules. Flores. Cosas como esas.
—Flores. —Sé agradable, agradable, agradable. Daisy hace paisajes. Ella hace flores. Y podría decir eso, pero necesito el jodido dinero, y no se lo está pidiendo a Daisy porque Daisy no tiene el adecuado... equipamiento—. Puedo hacer flores —digo. Dios. Me siento como un gígolo barato.
Ella arquea una ceja. —Sabía que podrías. —Sus cuidadas uñas tocan mi estómago, apropiándose de un poco de camiseta. Y no la detengo—. Puedes hacer cualquier cosa, ¿no?
Esa es la cosa más divertida que alguien me ha dicho en mucho tiempo y casi me hace entrar en razón. —Ceci...
—Mi presupuesto es cinco mil —ronronea—. Quiero algo grande. —Sus ojos bajan hasta mi entrepierna y me asusto un poco—. ¿Puedes hacerlo?