De las dificultades nacen los milagros.
Es el tipo de dicho que usualmente me hace rodar los ojos. Tonterías, habría dicho el yo de esta mañana. De las dificultades nacen más dificultades.
De hecho, yo habría dicho eso hasta hace unos treinta minutos. Después de que Scar salió furiosa con el chico con el que se estaba acostando, la llamé un par de veces. Había apagado su teléfono. Le envié un mensaje para decirle que podía volver a casa en cualquier momento, sin hacer preguntas.
Llamé al psiquiatra, pero el tipo no contesto me mando un mensaje donde me recordó amablemente que ella es un adulto, y que si no ha hecho una amenaza de dañarse a sí misma o a los demás, no hay mucho que él o yo podamos hacer. Me aseguró que detener de golpe sus medicinas no sería medicamente dañino, pero que podía llamarle si necesitaba una cita de emergencia.
Entonces traté de localizar a este doctor Durm, a quien Scar dijo había estado viendo, pero no pude encontrar un solo listado de un terapeuta con ese nombre. Así que ahora me preguntaba si ella mentía acerca de ver a un terapeuta.
Limpié el apartamento después de esa pequeña revelación. Porque si no hubiera hecho eso, podría haber perdido el control y arrojado muebles por las ventanas o algo así. Para el momento en que tenía que salir para la clase, me hallaba en calma de nuevo.
Scar es un adulto. Toma sus propias decisiones.
Sin embargo eso no alivia la culpa aplastándome desde dentro. Si no me hubiera asustado y actuado como un psicópata, ella no se habría ido. Una vez más, es mi culpa, y soy incapaz de arreglarlo. Está matándome. No estaba seguro de cómo iba a pasar la noche sin volverme loco. Y luego Aly llegó y casi me mató con la puerta del coche. Mis costillas todavía duelen. Pero ahora se encuentra aquí, en mi apartamento. Incluso más desconcertante, ella está en mis brazos. No sé qué decirle, pero no parece importarle. Me guía de nuevo al sofá y me tira hacia abajo. —¿Qué tal si nos quedamos aquí un rato? —pregunta— Ya que no vamos a hablar.
Extiende sus brazos y mi corazón se aprieta. Soy un maldito desastre esta noche y es todo lo que puedo hacer para no estallar. Estoy bien cuando soy golpeado, ¿pero cuando Aly es amable conmigo? Casi me desmorono. ¿Qué diablos está mal conmigo? Aprieto los dientes y me hundo en el sofá. Ella pone su brazo alrededor de mis hombros. —Ven aquí —dice, estirando sus piernas.
Esto se siente peligroso. Como que un movimiento en falso podría echar a perder lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Me muevo con cautela, acostándome junto a ella, pero mis pies cuelgan del borde y ella lo nota. —Eso no se ve cómodo.
La miro; esos sombríos ojos verdes develando cada capa de la armadura que tengo. —Estoy bien —le digo.
—Pero ambos merecemos estar cómodos.
—Yo... um... ahí está mi cama, pero...
Me empuja y se sienta. —Muéstrame el camino.
¿Habla en serio? Pero cuando la observo, veo que sí lo está. Tiene este determinado aire a su alrededor, como si estuviera a cargo, y demonios, no voy a discutir. Sin embargo, voy a comportarme de la mejor manera.
Me dirijo por el pasillo, completamente aliviado de que me empeñara en un ataque de trauma obsesivo-compulsivo de limpieza esta tarde. Incluso hice mi cama. Así que cuando llegamos a mi habitación, está tranquilo; me siento sobre las colchas.
Ella entra, mirando alrededor y me siento desnudo. No de una manera sexual. Solo descubierto. Sus ojos se deslizan sobre mis viejos libros de texto, mi cuaderno de dibujo cerrado en mi viejo escritorio. Cosas que amo. Cosas que significan algo para mí.