Loris
Camino por el pasillo, el cual es más largo que cualquier pasillo normal debería ser. Está lleno de pinturas, algunas de las cuales son de personas que conozco. Me habría detenido a mirar, pero necesito encontrar a Aly. Se asustó cuando vio mi pintura y no era exactamente la reacción que esperaba.
No sé lo que esperaba. Tal vez que lanzaría sus brazos alrededor de mi cuello y me besaría. Tal vez que inclinaría su cabeza y susurraría que había hecho lo mismo por ella. Cada vez que trabajé en esa pieza, pensé en ella, como vino a mí esa noche cuando todo se fue al infierno, como caminó directo a mi apartamento cuando podía haberse alejado, como me abrazó fuertemente mientras me desintegraba. Cuán fuerte es, tan fuerte y engañosa, porque es delicada y sutil, pero es inquebrantable, todo al mismo tiempo.
Estoy bastante seguro que me estoy enamorando de ella.
Está escrito por toda esa pintura y pensé que lo vería. Tal vez lo hizo y eso fue lo que la hizo huir. Mi pecho comienza a doler mientras doy largas zancadas por las pinturas de Román. Dijo que necesitaba un baño y aquí hay uno a la derecha, pero est{ vacío...
Un sollozo ahogado proviene de la habitación al final del pasillo, a la izquierda. No. ¿Está llorando? Mierda. Golpeo la puerta, planeando decir o hacer lo que sea necesario para mejorarlo.
Me paro en seco ante la escena delante de mí.
Ella está encogida de miedo en el sofá, con las manos sobre su boca, sus ojos brillando con lágrimas. Hay un chico parado sobre ella, con su espalda hacia mí. Tiene una almohada apretada en una mano.
Mis dedos agarran el marco de la puerta. —La subasta está comenzando —digo en voz alta.
El chico se da vuelta, dejando caer la almohada. No me intimida —Tú eres el amante en turno con el que ella vino aquí —se burla—. Estamos hablando. Déjanos solos.
Entro en la habitación. —Eres Kevin, ¿verdad? —pregunto tranquilo, pero odio tóxico corriendo por mis venas—. Eres Kevin . —Tenía que ser. Mis manos se enrollan en puños.
Aly se mueve vacilantemente fuera del sofá. —Loris. —Habla con voz ronca y estiro mi mano hacia ella.
Kevin se pone entre nosotros. —Nosotros. Estábamos. Hablando.
—Ella no se ve como si quisiese hablar contigo. —Estoy luchando por controlar mi voz. Cada músculo en mi cuerpo está ardiendo con el deseo de atacar.
—No me importa lo que ella quiere —gruñe—. Ella...
—¿No te importa lo que quiere? —le grito—. Yo diría que ese es el maldito problema, en pocas palabras.
Eso es todo lo que necesita para romperse. Baja su cabeza y se lanza, y no soy lo suficientemente rápido para dar un paso al lado antes de que se mueva rápidamente conmigo. Se estrella contra el suelo conmigo en su espalda, balanceando sus brazos y sacudiendo sus piernas. Le doy un puñetazo en su costado y casi golpea mi cara con su talón.
Que es cuando Aly marcha sobre la cabeza de Kevin y le da una patada en la cara.
Aúlla y me levanto rápidamente, listo para tirarlo si la asalta. Ella está mirando hacia su ex, sus dedos todavía envueltos alrededor de esa escultura de metal, la cual cuesta más que unos cuantos meses de renta. Juro, que se ve como si estuviese considerando hacer un agujero en su cabeza con ello.Mira hacia atrás, hacia él y lo patea en las costillas. Él gruñe.
—Escúchame, Kevin —dice con una voz temblorosa—, cuando me vaya de aquí esta noche voy a presentar una orden de protección personal. Nada de lo que hagas ahora me puede detener. Si te me acercas otra vez, serás arrestado y presentaré cargos.