Loris
Le frunzo el ceño a mi lienzo. Pensé que pintar algo para Aly sería fácil. Un gran regalo de Navidad. Lo esbocé... podía verlo todo en mi cabeza. Pero esto simplemente no está fluyendo. Pongo la paleta y el pincel abajo y me hundo en la lona.
Las cosas no han sido iguales desde la cena. Se supone que vamos a ir a la fiesta de sus padres este próximo fin de semana. La idea hace que me suden las palmas. No estoy seguro de pertenecer a su mundo. Esa idea se siente como una cuchilla cortando a través de mi mente. ¿Estará pensando lo mismo? ¿Está mi vida demasiado jodida? ¿Estoy demasiado jodido? ¿Es un error probar esto?
Algo suena en el suelo a mi lado. Miro ahí para ver un cuaderno de dibujo nuevo, con papel grueso y pesado de alta calidad. —Feliz Navidad —dice Román.
Miro por encima de mi hombro y sonrío mientras entra a mi estudio y se sienta en la lona a mi lado. —Gracias. Esto es impresionante.
—Encontré lo que me dejaste en mi estudio.
Una brocha de avellana. —Aly hizo un fondo común. Es de parte de los dos.
Una parte de mí se calienta con orgullo cuando digo eso. De los dos. Al igual que nosotros... somos algo juntos. Pero otra parte de mí chispea de miedo. Tengo las sensaciones más curiosas, como si estuviera escapando.
Román sonríe. —Están dando regalos de Navidad juntos. Esto debe ser amor.
Me duele el pecho. Me he obligado a no decírselo, porque no quería parecer... no sé. ¿Empalagoso? No quiero ser empalagoso. Ella tampoco lo ha dicho, así que creo que he hecho lo correcto. —Quizá.
—Definitivamente.
El brillo en su expresión se desvanece. —¿Estás bien? —Su mirada se desliza hasta mi lienzo, un hogar de unos pocos trazos mediocres de cobalto. Yo, tratando de encontrar mi camino.
—No estoy seguro. —Deseo ignorarlo porque no quiero que mis temores sean reales. Decirlo hará que sea real. Pero—: Creo que Aly se está alejando de mí. —Se me escapa—. Me pidió que fuera a la fiesta elegante de sus padres. —Había estado tan emocionado. Pensé que significaba algo serio, y me sorprendió lo feliz que me hizo—. Pero ahora me pregunto si se arrepiente.
Román se inclina hacia atrás sobre una mano, con sus dedos siempre ocupados jugando con el borde de mi nuevo cuaderno de dibujo. —¿Tú? Quiero decir, a conocer a los padres. —Se estremece.
—Lo sé —le digo. Excepto que no sé. Nadie nunca me llevó a conocer a sus padres—. Scar piensa que serán arrogantes conmigo. —Me río—. Parece pensar que lo pasaré terrible y seré marcado con una cicatriz para siempre.
Los ojos de Román se ajustan a los míos. —¿Cómo está?
Me encojo de hombros. —Bastante bien, considerando todas las cosas. —Ahora que lo admitió. La cosa es que eso es un gran paso, y no tengo ni idea de cuándo será capaz de soportarlo—. Está trabajando en algunas cosas.
—¿Ella y Aly se llevan bien?
—Sí, supongo. Pero Aly no ha estado viniendo mucho últimamente. Pasaba mucho tiempo en su apartamento, pero Scar me ha necesitado más en las últimas semanas. —Y Aly ha empezado a decirme que debería quedarme en casa en lugar de ir. Empiezo a preguntarme si no me quiere cerca y trata de ser agradable con eso—. No he visto a Aly más de una o dos veces a la semana. —Y en la última semana o así, ha parecido aún más retraída.
—¿Eso te parece bien? Porque seré sincero. No lo parece —dice Román, apartándose el cabello.
—No, pero no puedo culparla. He tenido una vida bastante jodida, y tal vez ha decidido que es demasiado. —Y lo entiendo, pero duele como un cuchillo oxidado en el pecho. Es como si estuviera despellejándome, centímetro a centímetro, pero como se ha convertido en una parte de mí, estoy lentamente desangrándome hasta morir mientras lo hace—. No quiero hastiarla.
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