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Josh

Doy un sorbo al café y siento el líquido recorrer mi garganta mientras me brinda calor. Aun así no es suficiente, por lo que vuelvo a frotar mis manos y soplo en el hueco que se genera entre ellas. Nada mal para un instante, porque inmediatamente se vuelven a congelar. He vuelto a olvidar los guantes en casa.

Estoy sentado junto a un gran ventanal donde veo como la calle se vuelve solitaria conforme agarra fuerza la tormenta.
Un joven larguirucho aparece junto a mi preguntando si quiero ordenar algo más. Es obvio que se han dado cuenta que llevo rato aquí. Pero no me apetece nada, de hecho la única razón por la que pedí el café había sido para no verme peor sentado horas sin consumir algo. Además de que he desayunando en casa.

Miro el reloj que yace en una de las paredes de la cafetería,  marca las 11:34 am y en ese instante escucho sonar la campana que cuelga arriba de la puerta.

Un hombre con uniforme de policía entra y se dirige a mí.

—Te juro que se me atravesó un rollote cuando venía en camino...
—me empieza a decir pero lo interrumpo.

—No me digas, ¿Otra vez intentaste ayudar a una anciana a cruzar la calle? —digo levantando un ceja. Aunque en realidad me causa un poco de gracia recordar cuando utilizó ese tonto pretexto para omitir su obvio coqueteo con una mujer. 

Sam solo rodea los ojos mientras se sienta frente a mí.

—¿Podrías superarlo ya? Ok, gracias —alarga la mano para tomar el menú que dejó el mesero, en caso que se me ofreciera algo — ¿Por que no me has pedido nada? Mal amigo.

—Mal amigo otro, que llega tarde y encima se ofende.

Sam alza la mano y llega de inmediato el chico de hace un momento. Le pide algo para comer y desaparece dejándonos solos.

En menos de cincos minutos ya esta de vuelta con un plato con una torre de hotcakes y un café como el mío.

—El carro va fatal. Creo que ha tragado nieve o algo. Hace un ruido espantoso —empieza diciendo mientras se afloja la corbata.

—Lo podría checar si me hubieras citado en casa, donde tengo todas mis herramientas...

—Sí, creo que será otro día... —hace una pausa —¿Sabías que los mineros han vuelto a hacer una manifestación en la carretera? Hay un tráfico del demonio y tuvimos que ir a vigilar el área.

—Si, genial... ¿Podríamos mejor hablar de eso tan importante por lo cual no podías esperar a verme y me has obligado a venir aquí? No se porque no has ido a la casa como siempre.

—Por eso mismo. Porque nunca salimos de tu cueva. O más bien, tu no sales.

—Solo salgo cuando es necesario —me encojo de hombros.

—Como tu digas... —dice en tono de tirarme a loco —además, te digo que he estado en la carretera desde temprano, no he probado bocado desde anoche y, no te ofendas pero tu comida no se compara con la que dan en este lugar.

—Dilo más fuerte, creo no te ha escuchado la señora Mags.

Sam ríe y mira por su espalda hacia el mostrador. Justamente ahí está ella con su particular sonrisa.

—Bueno, solo dilo y ya —intento regresar la plática al tema central.

El hombre se pasa una mano por el cabello rubio cenizo y unas gotas de agua caen a la mesa, casi adentro de su plato.

—Oye, tranquilo —me dice y toma un sorbo de su bebida antes de agregar :—¿Has visto las noticias?

Enarco una ceja. Claro que veo las noticias, y cuando no las veo las escucho en la radio, sin embargo no se que tenga que ver eso conmigo.

Por tu vida | JOSHIFER (editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora