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— ¿Qué fue lo que ocurrió ese diecisiete de noviembre?

Cuestionó Tetsuro con algo de temor. Nanase se estremeció al recordar todo lo que sintió al recibir aquella llamada que cambiaría su vida rotundamente.

— Nadie vio venir una tormenta que devoraría ese yate en un parpadeo.

El corazón de cada uno de los presentes se detuvo. No podían procesar lo que acababan de oír. No podían acotar nada al respecto, sólo seguir escuchando.

— Narumiko, siendo una profesional de la natación no pudo luchar contra las olas gigantes que arrastraban a las personas hacia cualquier dirección. Testigos que sobrevivieron dijeron que ella intentó alcanzar a mis padres para no perderlos y ayudarlos, que nadó con todas sus fuerzas, hasta quedar inconsciente y no poder hacer nada más que dejarse llevar por el océano. Cuando el equipo de rescate llegó al lugar, personas habían desaparecido, inclusive ellos tres. Dos días después encontraron a Narumiko en un arrecife costero, con hipotermia, perdida total del conocimiento y una profunda herida a la altura de su sien, entre otras. Desde entonces, estuvo un año y medio en coma. Y al despertar no tenía memorias de absolutamente nada, apenas sabía quien era ella. No reconoció a Rin, ella... no me reconoció a mí.

Sin darse cuenta, una lágrima rodó por su mejilla y la borró inmediatamente, intentando mantenerse duro y firme al revivir esos recuerdos, pero ese pequeño gesto fue suficiente para terminar de romper al resto de los chicos.

— ¿Qué ocurrió con tus padres?

Dudó en cuestionar Akaashi con dolor, no estaba siendo crudo ni cruel, pero necesitaba secar esa duda que lo carcomía por dentro y no sólo a él.

Nanase negó con su cabeza gacha, como si buscara fuerzas para continuar aquel relato. No quería mostrarse débil frente a ellos.

— Deseo con todo mi ser que recupere sus recuerdos, pero tengo mucho miedo de que recuerde aquella noche y sienta culpa por no haber podido salvarlos.

Aquel temor respondió esa dura pregunta y los puso en un lugar en el cual no tenían palabras para decir. Una situación que no esperaban oír, cómo todo lo que ella había construido y mismo sus padres, los había perdido en una sola noche.

La puerta se abrió a sus espaldas dejándolos helados.

— Ya estoy en casa.

Susurró una apagada Narumiko que cambió rotundamente al toparse con la reunión en su sala.

— ¿Qué es esto? —Miró a cada uno de los presentes sorprendiéndose— Bokuto, Akaashi ¿Qué los trae por aquí?

Keiji se puso de pie y tomando los cuadernos sobre la mesa se los entregó. Mientras el resto mantenía su cabeza gacha y Bokuto sobaba sus ojos intentando ocultar como se sentía. En realidad, todos los hacían por eso.

— Son los apuntes y la tarea de hoy. Te ayudaré con lo que nesesites.

Narumiko sintió calidez ante su atención y dio una leve reverencia agradecida.

— Eres muy atento. Muchas gracias.

Una vez que erguió su cuerpo, miró al resto, quedando totalmente sorprendida. Se acercó ansiosa rápidamente al rubio que estaba aún sentado.

— ¡Eres el fanático del Zelda que estaba en Akihabara! —le acusó con su dedo — ¿Qué tal estuvo el juego?

Kenma tartamudeó con sentimientos encontrados. Esa sonrisa que le estaba regalando era tan pura.

—  Si, muy interesante. —suspiró al fin y estiró su mano — Mi nombre es Kozume Kenma. No pude presentarme la última vez.

Ella la estrechó sin dejar de sonreír.

— Mi nombre es Nanase Narumiko, pero... creo que eso ya lo sabes.

Rascó su mejilla algo avergonzada. Kozume asintió pero ignoró ese hecho y señaló a su amigo a su lado.

— Él es Kuroo Tetsuro. Es amigo nuestro también.

El nombrado los miró sorprendido ya que en ningún momento había levantado su mirada. Y volvió a encontrarse con esas curiosas pupilas azules, sintiéndose abatido.

Nanase había quedado casi en el mismo estado que él. Al oír su apellido «Kuroo» ese que tanto golpeteaba en su cabeza sin comprender su origen.

— Te conozco... —susurró, llamando la atención de todos.

¿¡Lo reconocía!?

El azabache se quedó petrificado ante sus ojos. Comenzó a acercarse, tan sólo dos milímetros a ella, con intensiones de, probablemente, un abrazo que lo sanaría todo.

— Eres el que perdió el tren en Shibuya la semana pasada ¿cierto?

Concluyó y esa aceleración que había generado en su interior murió en seco. No lo reconoció más que aquello y sólo asintió con ganas de querer romper en llanto.

— ¿Tambien eres amigos de ellos? Que grata sorpresa y coincidencia.

Ofreció su mano para ser estrechada y ésta demoró en serlo. Kuroo seguía hipnotizado en su mirada, en esa hermosa sonrisa que le estaba obsequiando. Una que se mantenía desde su niñez, una que jamás fue capaz de olvidar.

— Les agradezco mucho haberse tomado la molestia de acercarse hasta aquí para traerme los apuntes. — se puso de pie rompiendo aquella tensión— Ya es muy tarde ¿Aceptarían quedarse a comer como agradecimiento?

Bokuto se emocionó pero inmediatamente fue calmado por su compañero.

— No queremos causarte molestias.

— ¡No lo es para nada! —sacudió ambas manos frente a ella — Además mientras cenamos podrías ayudarme con los temas que vieron hoy. ¿Qué dices?

Akaashi le sonrió y dio también una mirada aprobatoria a su búho que lo miraba haciendo puchero porque ser tan aguafiestas.

— Esta bien, pero dejame ayudarte a cocinar también.

Ambos dieron un pequeño salto de alegría ante la aceptación y encaminaron a la cocina.

— Hermano, comerás con nosotros ¿cierto?

Haruka se puso de pie y sin mirarla se encaminó a su habitación.

— Ya comí hace unas horas con Makoto. Sólo no destruyan la cocina.

Narumiko lo siguió con la mirada extrañada. Se dio cuenta que algo no estaba bien e intento ir por él, pero un ansioso Koutaro comenzó a cuestionar que comer y se dejó llevar por él esa vez.

— Creo que nosotros dos nos iremos.

Tetsuro moduló por primera vez un par de palabras mientras se ponía de pie, palabras que Naru silenció con tan sólo tomar su muñeca en el vaivén de camino a la puerta.

— Ustedes también están invitados a quedarse, por favor.

Un escalofrío recorrió toda la espina dorsal del azabache no pudiendo creer en su tacto. Al instante se puso colorado y ella al darse cuenta de lo mismo lo soltó con una gran velocidad ruborizándose de igual manera.

— ¡Lo siento! Eso fue muy atrevido de mi parte.

Kuroo se dio vuelta en su totalidad y no pudo evitar dejar ir una pequeña risa de sus labios al ver lo nerviosa que estaba ella y lo tierna que se veía así. Naru ladeó su cabeza confundida pero también se contagió de esa sonrisa.

— Kuroo, podemos quedarnos.

Kenma fue quien aseguró aquello, con una pizca de ruego y entre líneas un: "No lo dramatizes, disfrutalo, aprovecha y celebra su presencia". Él lo entendió por completo.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora