一八

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La jornada escolar terminó ni bien las agujas del reloj se posicionaron en el sol de mediodía. Algunos universitarios se instalaban en la biblioteca para seguir devorando libros, mientras otros se iban a casa, y otros a hacer sus actividades deportivas. Nanase guardó todas sus cosas en el locker de los vestuarios y salió ya con su traje de baño puesto directo a los trampolines.

— ¿No piensas tomar un respiro entre tus clases y la piscina? Deberías comer algo al menos.

La voz de su entrenador detuvo su acción de lanzarse al agua. Haru lo miró por sobre sus hombros pensando un poco sus palabras.

— No es correcto comer antes de nadar.

Esa fue su simple respuesta antes de dar un clavado perfecto que comenzó su carrera de cien metros. Al regresar a su punto de partida, el señor Azuma lo esperaba sentado en el pie del mismo trampolín por el que su nadador había saltado. Cuando Haruka sacó su cabeza del agua, un paquete de snacks estaba frente a su cara.

— Tampoco es correcto no comer algo, organiza mejor tus tiempos. Sabes que aún así puedes nadar todo lo que quieras.

Haruka suspiró e ignoró el darle una respuesta. Tal vez diciéndole que no podía traer comida a la piscina era una buena opción, pero lo conocía bastante como para creer que el hombre le daría importancia alguna a su comentario. En lugar de eso, optó por sentarse en el borde de la piscina y estirar un poco sus músculos. En realidad simplemente estaba permitiendo que su cabeza se ataque a sí misma un poco, un poco más de lo que lo había estado haciendo toda la semana.

— ¿Qué te tiene en otro planeta? —lo sorprendió— Esa vuelta de recién no fue ni una simple entrada en calor.

Si, esa vuelta de recién apestó. El azabache bajó su mirada mientras se vio envuelto en el sonido de croquetas masticadas por la boca de su entrenador.

— Nada.

— A mi no me vengas con eso. ¿Es tu hermana, verdad? —los ojos de Haru se abrieron enormes aunque no se sintió capaz de mirarlo directo a los ojos. El castaño se dio cuenta que había dado en el blanco— Tal vez no seas tan expresivo, pero pude ver como el pánico invadió tu rostro cuando viste que la reconocí el día de tu competencia. No voy a mentirte, cuando te conocí supuse que sus apellidos y el talento era una simple coincidencia, pero cuando la vi allí comprendí sus lazos.

El corazón del muchacho estaba latiendo demasiado rápido de repente, sus puños sobre sus piernas temblaron levemente y no tuvo otra idea mejor que saltar al agua y seguir nadando ida y vuelta, una y otra vez, como si se fuese a acabar el mundo. Narumiko no había sido la única que tuvo que lidiar con sus miedos. Cuando Haru se enteró de aquel accidente que se llevó a sus padres y casi a su hermana, cuando comprendió que lo que más amaba se había llevado a los seres que más amaba se encontró en una batalla interna tan dolorosa y una tortura constante que estuvo a punto de perder la cabeza, pero gracias a sus amigos, a su entrenador y especialmente a la experiencia de Rin con su padre, quien también falleció en un accidente en el mar, supo retomar sus ideales junto a su pasión. 

Aún hay veces en las que no puede evitar no pensar en ellos cuando nada, trabaja muy duro para evitarlo en las competencias para no fallarle a su duro entrenamiento, pero especialmente, no hacerle llegar todo ese temor a su hermana que ya bastante tenía que lidiar con sus batallas. 

No quiere que ella nade de nuevo, teme por su salud, teme que pueda recordar y se castigue a sí misma por no poder salvar a sus padres. No se sentía lo suficientemente fuerte para levantarla de aquello. Por eso temía, y mucho. Y que el mismísimo Azuma Ryuuji se ofreciera a entrenarla también y devolverle todo ese profesionalismo que ella había perdido luego del accidente, realmente lo acobardó. La emoción y ansiedad con la que ella respondió, lo acobardó. 

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Desde el exterior se podían oír los chapuzones, el silbato de largada y los murmullos. Naru respiró hondo e ingresó al pabellón intentando pasar desapercibida, pero no lo consiguió, ya que al segundo paso un grito del otro lado de la piscina la asustó. La capitana Miyako corrió preocupando a todo el club de caerse y lastimarse feo, pero llegó al lado de la chica de segundo en una sola pieza.

— ¡Viniste! ¡No puedo creerlo! 

Naru rascó su cabeza algo nerviosa, pues se estaba llevando las miradas de las diez personas presentes.

— Si, ehm... —realmente estaba sin habla ¿Qué debía hacer? ¿Presentarse?

— ¡Vamos no seas tímida! —tomó su mano y la arrastró a un lado de la piscina donde todos se habían agrupado— Te presentaré... —le susurró y luego observó con la cabeza alta a su equipo— Todos presten atención. Ella es Nanase Narumiko, si realmente aman la natación seguramente ya la conozcan. 

Los murmullos comenzaron a sonar de nuevo haciendo arder sus oídos, por un segundo sintió que ir allí había sido una mala idea. Se sentía tímida y presionada, pero aún así pudo hacer una cordial reverencia. El resto le imitaron emocionados.

— Nanase-san ¿Has venido a entrenarnos? —preguntó uno de ellos de repente. 

Sus labios temblaron intentando buscar una respuesta.

— Primero quiero observarlos, —aseguró— si hay algo en lo que pueda ayudarlos daré lo mejor de mi, pero primero permítanme observarlos, por favor.

Una vez mas dio una reverencia y los estudiantes asintieron ansiosos.

— Puedes pedirles que mantengan la cabeza abajo del agua por diez minutos que lo harán.

Bromeó la capitana. Naru rió a carcajadas junto a ella mientras el equipo se disolvía antes de ver sus muertes próximas a llegar.

Tal como solicitó, se quedó a un lado de la piscina observando en silencio. Sus pupilas se habían vuelto una especie de radar que analizaba absolutamente cada movimiento, cada posición, cada salto. Y la física en su mente, hacía su magia. Las líneas que unían cada punto de sus cuerpos le hacían ver y registrar los grandes detalles, los pequeños errores. Buscó en su mochila su cuaderno y comenzó a tomar notas, dibujar círculos, rectas, números, tiempos. Luego se dedicó a filmar a cada uno de los integrantes. Nada escapaba ante sus ojos. 

La practica finalizó y una vez que todos se despidieron, solo Miyako quedó con ella en la entrada.

— ¿Y que te parecieron mis pingüinos, eh? —Naru rió divertida por aquel inesperado apodo.

— No me siento en posición de dar critica alguna ahora, pero dame una practica mas y tal vez pueda corregir algunas cosas.

La menor asintió reiteradas veces, realmente estaba feliz de tener a su ídolo allí. La azabache aún no podía acostumbrarse a ese podio en el que se encontraba, no sé sentía merecedora de ese lugar. Tal vez la vieja Narumiko Nanase, la profesional si, pero no ella.

Una mano en su hombro la regresó de aquellos pensamientos.

— Volverás, sé que lo harás.

Quedó helada. Quedó helada ante el importante cambio de personalidad de la muchacha, es decir, la conversación en ningún momento se había tornado necesaria de alientos o fuerzas, pero ahí estaba ella en su papel de capitán, leyendo su mente y diciéndole aquellas palabras que la dejaron K.O.

Se marchó sin darle oportunidad de dar alguna respuesta. Nanase no pudo siquiera darse la vuelta para despedirse. En su lugar, presionó sus puños mientras un nudo se atoraba en su garganta. No iba llorar, no quería hacerlo. ¿Cómo es que una palabra acompañada de tanta fe y tanto deseo pudieron detonarla así? 

Kuroo, Akaashi, Bokuto, Kenma, y ahora la capitana, una gran nadadora que la admiraba, estaban depositando toda su confianza y energías en su recuperación, en que vuelva esa persona que dominaba las aguas, esa emperatriz que se había ganado el respeto de medio hemisferio. 

Llevó una mano a su pecho y presionó el cuello de su camisa con fuerzas liberando un pesado suspiro y, al abrir sus ojos, las llamas que irradiaban en sus pupilas acababan de volver cenizas cada miedo, cada inseguridad. Observó una vez más las puertas cerradas del pabellón y se marchó, sin antes dedicarle una mirada que dejaba bien en claro un sentimiento.



Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora