二十一

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Nunca creyó que llegaría el día en el que estaría corriendo por los pasillos de un hospital. Con el corazón rebalsado y sus manos hechas un puño, llegó al tercer piso de internación dónde se encontró con dos búhos hablando seriamente. Estos al verlo cortaron con toda conversación.

— ¿Qué fue lo que pasó? —logró cuestionar una vez que consiguió regular su respiración luego de la corrida que había hecho desde que bajó del tren, abandonando a un lento Kenma en el camino.

Bokuto fue el primero en tomar palabra.

— Fue mi culpa, debí haberle dicho a Akaashi que ella estaba a punto de saber la verdad.

Kuroo pestañeó reiteradas veces esperando ésta vez una aclaración del otro estudiante.

— Descubrió la causa de la muerte de sus padres. —los ojos del azabache se abrieron con dolor— Luego de examinarla, los médicos dijeron que ella está fuera de peligro, pero...

No terminó la frase que la puerta de la habitación se abrió y Haruka Nanase apareció. Cerró la puerta detrás de su espalda e hizo una leve reverencia hacia los estudiantes.

— ¿Cómo está? —cuestionó rápidamente Bokuto, Haru negó con su cabeza.

— Sigue sin hablarme.

El dolor en sus palabras se clavaron como puñales fríos en el pecho de los tres, pero fue peor para Kuroo que moría por hacer aquella pregunta y a la vez se negaba rotundamente a hacerlo. Estaba en contra de su propio egoísmo.

—¿Podemos pasar a verla? —Bokuto estaba alcanzando un nivel de ansiedad y preocupación que era contagioso.

El de ojos azules volvió a negar con su cabeza.

— Realmente desea estar sola.

Tal vez eso era lo que ella quería pero sabían que no era lo que ella necesitaba.

— Se quedará aquí bajo observación unos días, inténtelo mañana.

Agregó el mayor, pues ya eran alrededor de las cinco de la tarde.

— Él tiene razón. —espetó Keiji— Esto fue muy reciente, dejemos que haga el luto que le fue arrebatado.

Aquellas palabras tan reales fueron tan dolorosas que lo primero que hizo Kuroo fue observar al mayor entre ellos. Pudo jurar haber visto su nuez bajar y subir pesadamente. Si estaba siendo duro para ellos, no podía imaginar lo difícil que debía estar siendo para su hermano.

— Iré a la recepción a firmar unos papeles. Vayan a casa, por favor.

Fue lo último que dijo antes de alejarse por el largo pasillo. Keiji fue el primero en dar dos pasos hacia la escalera, el mismo se detuvo por el sonar de su celular. Miró la pantalla, miró de reojo a los dos que estaban intactos frente a la puerta de Narumiko y prosiguió a descender dejándolos atrás.

— Estoy tan triste y enojado. —suspiró el búho— ¿¡Por qué tenía que pasar esto ahora!? —golpeó la pared a su lado mientras Tetsuro no despegaba la mirada de la puerta.

— Será mejor que te calmes o van a echarnos de aquí. 

La voz apagada del gato se llevó la mirada insegura del otro, porque parecía que todo lo que ambos sentían sólo él lo estaba explotando. Sabía que su mejor amigo estaba pasándola mal, lo sabía porque sus ojos ámbar no tenían brillo, sus manos estaban hechas un puño de hielo y sus labios fruncidos retenían todo ese dolor.  

Se moría por entrar. Se moría por entrar y descubrir con qué ojos lo mirarían aquellas pupilas azules que hasta entonces emitían esa dulzura que le quitó todos los miedos e inseguridades. Se moría por oír su voz en una melodía llena de armonía, pero a la vez temía. Temía porque simplemente no haya mirada alguna hacía él, temía que ahora su voz recargue el resentimiento que temía sentir cuando volvió a verla. 

— No quiero irme. —espetó Koutaro— ¿Qué harás tu?

— Akaashi debe estar abajo. No lo hagas esperar. Yo me iré en un momento.

Bokuto sintió que simplemente estaba hablando con una pared.

— ¿Vas a estar bien? —asintió— ¡Me llamas por cualquier cosa! ¿Me oíste?

Kuroo sonrió débilmente ante su ansiosa preocupación y finalmente se dignó a mirarlo.

— Ya vete, idiota. Te llamaré, sino sé que no pegaras un ojo.

Rechistando por lo bajo se fue el albino y él tomó asiento en la sala de espera. Unos minutos pasaron hasta que un vaso descartable con aroma a café se posó frente a su cara, obstruyendo su hipnotizada mirada contra aquella puerta blanca.

Se sorprendió al ver que era el nadador quien no dejaba de mirarlo expectante a que aceptara la infusión.

El azabache le agradeció y dejó que sus manos abrazaran el calor que emanaba el tergopol antes de dar el primer sorbo. Haru se sentó a su lado e inesperadamente atacó.

— ¿Cuál es la historia que tienes con ella?

El corazón del chico del Nekoma se detuvo por unos segundos. ¿Era tan obvio? ¿Qué tanto podía decirle? Tal vez la base de todo.

— Conozco a Naru prácticamente desde el día que se mudó a Tokio. Su casa quedaba en el mismo vecindario y mi familia es de las que va a darle la bienvenida a todo vecino nuevo. Ahí la conocí.  —el poder de melancolía que manejaba su voz, y sus ojos mirando con tanto amor aquel café— Comenzamos las clases en la misma escuela y nuestra relación, junto con Kenma, se fortaleció tan rápidamente que cuando quisimos darnos cuenta el tiempo había volado y ella...

— Ya se estaba yendo a Australia.

Adivinó el mayor, tomando por sorpresa al otro. Acorde contaba, su voz se iba desgarrando levemente y su mirada de amor pasó a tristeza. Era claro que la partida de la muchacha había sido algo que le afectó mucho.

Asintió ante su respuesta y dejó que otro sorbo de café ahogara ese nudo que estaba aprentando sus cuerdas vocales. Volver a pensar en todos aquellos sentimientos encontrados simplemente lo volvían a poner en ese lugar de falta.

— ¿Por qué no le dijiste la verdad en un principio? ¿Por qué le dijiste que no se conocían?

Kuroo se heló ante su cuestionamiento. ¿Lo sabía? ¿Cómo es que era consciente de esa falacia?

— Cada vez que ella sale con ustedes me cuenta todo porque en verdad se divierte y la pasa bien, pero la vi muy apenada cuando me contó que tu no eras parte de su pasado, porque ella tenía una gran corazonada contigo.

Ese nudo en su garganta se había vuelto intolerante. No quería mostrarse débil frente al otro chico, pero repentinamente estaba en una posición en la que podía hablar del tema como no lo había hecho antes, ni siquiera con Kenma, pero en el instante en el que estaba dispuesto a hablar de ese tema, otra voz se metió en medio.

— ¡Haru!  —ambos levantaron la mirada encontrándose con un agitado muchacho alto y formado, de cabello rojo intenso y una cara dominada de preocupación y nervios— ¿Dónde está? ¿Cómo está?

Nanase se puso de pie.

— Rin.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora