一五

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Abrió la puerta del departamento con mucho cuidado, se quitó sus zapatos dejándolos a un lado y avanzó dando pequeños pasos sigilosos para evitar causar cualquier ruido.

Pero se detuvo ni bien puso un pie en la cocina. Él estaba dormido en una de las sillas con su pijama puesto y una vela totalmente derretida. La tenue luz del amanecer comenzaba a entrar lentamente por la ventana iluminado su sereno rostro.

Naru tragó saliva con pesadez, se enderezó y aflojó su tensado cuerpo. Él la había estado esperando y seguro eso no lo dejó dormir tranquilo en su cama.

— Estoy en casa... —susurró como si apenas quisiera que él la escuchara, no quería despertarlo, pero para su sorpresa si lo hizo. Dejó lucir sus ojitos azules apagados que inmediatamente al verla a ella parada allí comenzaron a brillar a la par que se abrían más de su totalidad. Naru sonrió apenada. —  Buenos días, hermano.

Haru no le dejó escapar otro suspiro que ya estaba encima sellando un necesitado abrazo. El silencioso ambiente, los pequeños rayos de sol dándole inicio a un nuevo día en Tokyo, y sólo leves sollozos escapando de ambos.

— Lo siento, Haru.

En lugar de levantar su cabeza y mirarla, hundió con más precisión su cabeza en el hueco que formaba su hombro y cuello. Mientras Narumiko presionaba con mas fuerza sus manos unidas detrás de su formada espalda. Se necesitaban.

Los sollozos de la muchacha no cesaban, pues entendía que detrás del por fin estar junto a su querido hermano, aquel "lo siento" hacía relación a aquella mentira que le había dicho cuando hablaron por teléfono, dándole la noticia de que iba a estar lejos por una semana.

La realidad era que después de que ella volviera a radicarse en Japón, nunca habían estado tantos días separados. Haru no se lo permitía, pero ahora comprendía que ya no estaba sola, que se había hecho de amigos que estaban dispuestos a cuidarla y estar a su lado. Eso lo dejaba tranquilo, pero aún así algo inseguro.

Luego de unos minutos se separaron y vieron sus ojos rojizos y algún que otro moco asomándose. Ambos dejaron escapar al mismo tiempo una pequeña risa.

— Te ves horrible. —espetó ella divertida, él la miró con melancolía.

— ¿Cómo estuvo el camino de regreso?

— Bastante tranquilo. Todos estaban muy cansados así que durmieron todo el camino hasta aquí.

— Ya veo.

Haru se acercó a la cocina y puso a hervir una pava mientras tomaba un par de rodajas de pan para servirlas a la mesa. Narumiko se sentó esperándolo.

— ¿Como te ha ido estos días en el club? ¿Alguna novedad?

El azabache dejó de mover las cosas y silenció por unos segundos, preocupando a su hermana.

— Parece que la liga nacional tiene un ojo encima mío.

Narumiko se atoró con el trozo de pan que mordía y comenzó a toser hasta recobrar la compostura.

— ¡Eso es increible, Haru! ¿No estás feliz?

Retrucó al no verlo tan emocionado al darle tal noticia. Notó como asintió levemente pero éste seguía sin darse vuelta a mirarla.

— Me siento muy presionado, todo depende de hoy, el último día de la competencia que reúne a todo Japón.

Naru brincó del suelo y golpeó la baja mesa.

— ¿¡Es hoy!? Y por mi culpa no descansaste bien ¡Lo siento tanto! No puedo creerlo.

Se había puesto de cuclillas e inclinado todo su torso sobre la mesa en clara desesperación por disculparse. Haru se acercó rápidamente a ella para que dejara de hacer eso y pudo ver como sus ojos cerrados con fuerzas comenzaban a desplegar pequeñas lágrimas. Él se sintió terrible por haberla hecho sentir tan culpable.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora