二十二

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Rin Matsuoka tragó pesado al escuchar todo lo que su amigo le estaba contando. Él había llegado a Tokio por la competencia de natación que sería en la próxima semana, donde competiría con Haru, pero al enterarse de lo que le había pasado a Narumiko, no dudó en adelantar su vuelo.

Su mente no dejaba de cuestionarle si había hecho bien en no haberle dicho la verdad en un principio. Aquella cadena de mentiras, él la había comenzado.

— Ambos sabemos que fue lo mejor en su momento, pero tarde o temprano esto iba a pasar.

Intentó armonizar Haru. El pelirrojo apenas pareció escucharlo. Tenía razón, fue lo mejor en un principio, pues la salud de Narumiko pendía de un hilo, lo menos que podía hacer tan pronto como recuperara la conciencia era darle la noticia de que sus padres habían muerto y justamente en el mismo incidente.

Supieron manejarlo muchos meses después de que ella recobrara la conciencia. Ella misma había cuestionado por el paradero de sus progenitores, Rin respondió por su amigo que simplemente no encontraba las palabras exactas para enfrentarla.

— Ya no hay nada que podamos hacer, ella está bloqueada porque ese shock emocional le comenzó a devolver recuerdos y no puede asimilarlos. Es como si estuviese conociendo mediante ellos a su yo del pasado y mezclado cada sentimiento con los actuales.

Kuroo, que se mantuvo en silencio todo el rato que ellos estuvieron hablando, abrió sus ojos con el corazón latiendo a mil. Estaba pasando. Realmente lo que más temía estaba pasando.

Se puso de pie llamando la atención de los otros dos y se marchó sin decir nada. Su pecho se estaba cerrando, necesitaba salir de ahí, ya no podía soportarlo. Si en algún momento sintió la ilusión de volver a tener algún tipo de relación con Naru, la misma acababa de hacerse pedazos en cuanto escuchó que ella estaba comenzando a recordar.

Atravesó la puerta del hospital y tomó un gran bocado de aire. Destensó todo su cuerpo y al abrir los ojos se encontró con un cielo hermosamente estrellado. ¿Cuánto tiempo había estado ahí adentro?

— Kuroo... —una voz familiar lo llamó a sus espaldas. Kenma se ponía de pie desde la larga escalera del Hall— Vamos a casa.

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El vaivén de las cortinas danzando en la habitación era lo único que se llevaba toda su atención. Hacía días que venía así y solo conseguía sembrar más preocupación en la gente que la rodeaba.

La puerta se abrió, pero ni siquiera eso le hizo despegar la mirada de las copas de los árboles que endulzaban la vista del tercer piso del hospital.

— Te traje el almuerzo. —Haruka apoyó la bandeja en la pequeña mesa a su lado— Te tengo una buena noticia, no es caballa.

Ella ni siquiera lo miró y eso para él no dejaba de ser una puñalada directo a su corazón. Extrañaba oír su voz, su risa, sus ojos burlándose de todas las formas posibles de él.

— Hay alguien que quiere verte. No es ninguno de ellos dos, así que lo dejaré pasar.

La presencia de Haru fue remplazada por la de un preocupado felino de ojos dorados. Naru despegó la mirada del ventanal con lentitud al sentir la puerta cerrarse, y al encontrarse con el muchacho su somnolencia se quebró.

Kenma se acercó inmediatamente a ella y apoyando su cabeza sobre su hombro le dio el espacio para desahogarse, pareciera que no lo había hecho desde que entró a ese hospital, pero al mismo tiempo, la vieja Narumiko lo había echado mucho de menos, necesitaba a su amigo, desde que aterrizó en Australia, las cartas nunca fueron suficientes.

— ¿Te sientes un poco mejor? —le preguntó al verla dar un enorme suspiro mientras limpiaba sus propias lágrimas.

Asintió y atrapó el cuerpo de su amigo en un profundo abrazo.

— Perdón, por todo. Desde preocuparte hasta olvidarte. Me siento terrible.

Kozume la alejó negando con su cabeza. No iba a aceptar esas palabras. No le bastó con castigarse a sí misma recordando lo que pasó aquella noche que también estaba lamentando sus consecuencias.

— No tienes que hacer esto. Lo único que me importa ahora es que estés bien y puedas salir adelante. Eres increíblemente fuerte, sé que lo harás.

Una triste sonrisa escapó de sus labios. Kenma sacudió su cabello en respuesta. Tomó el cuenco lleno de arroz salteado con verduras y se lo entregó en manos. Prácticamente estaba obligándola a comer sin decir nada. Naru esquivó la mirada y abrió el cajón de la pequeña mesa que estaba al lado de su cama, sacando dos palillos más.

— Comamos juntos, como en los viejos tiempos.

Su dulce solicitud le dio un choque eléctrico al menor, no pudo evitar pensar en el ausente que reviviría ese momento del pasado. Realmente quería creer que Kuroo formaba parte de sus recuerdos aún, anhelaba saberlo, pero no pensaba cuestionarlo.

— Me darán el alta mañana. —espetó de la nada ni bien dio el primer bocado. Kozume la miró con suma atención— El doctor dijo que físicamente estoy bien. Cuatro días aquí fueron más que suficiente para terminar de canalizar todo.

— ¿Estás segura? —el rubio en verdad estaba preocupado. Ella asintió.

— No puedo permitir que Haru siga pagando ésta internación, es una fortuna. Estaré bien.

Sabía que su decisión iba por ese lado. Kozume no estaba para nada de acuerdo pero la conocía lo suficiente para saber que sin importar lo que dijera, ella se saldría con la suya igual.

— No necesito decir que siempre voy a estar contigo para cualquier cosa que necesites.

Ella volvió a sonreír.

— Lo sé.

No era consciente de que su hermano estaba del otro lado de la puerta escuchándolo todo. No había escuchado su voz y mucho menos había visto su sonrisa en los últimos cuatro días y su amigo de la infancia lo había conseguido con su sola presencia. Se sentía fatal, pero al mismo tiempo aliviado.

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Se calzó sus zapatos luego de estar eternos minutos oyendo todas las indicaciones del doctor antes de marcharse. Asintió a cada una de ellas y antes de salir tomó la mano de su hermano que estaba a su lado. Haruka la miró sorprendido, pues estos días no había dejado de sentirse invisible frente a sus ojos, pero fue en ese entonces en el que lo comprendió. Ella no estaba enojada con él por haberle ocultado la verdad, ella no lo odiaba, simplemente necesitaba terminar de encontrarse y asimilar todos esos sentimientos encontrados antes de volver a tener interacción alguna con cualquier persona. Temía que sus inseguridades, su confusión, la llevase a herir. Y lo que menos deseaba era lastimarlo.

Salió de la habitación y se heló al ser su cuerpo atrapado en un abrazo que no esperaba.

— Naru...

Su voz dolida la descolocó. Creyó haberle dicho a Haru que no quería verlo. Sus pupilas hicieron ademán a un lado donde otra persona no dejaba de mirar la situación con dolor, ella sintió cada suspiro roto salir de sus labios y cayó hipnotizada ante su mirada al igual que él.

No, tampoco quería verte a ti.

Rin rompió ese abrazo y rodeando un brazo por su espalda la arrastró junto con Haru fuera de la sala diciendo alguna cosa que ella no oyó, pues no podía dejar de mirar con una enorme nostalgia al azabache del otro lado.

Esto era precisamente lo que quería evitar, los tres en un mismo tiempo y espacio, la culpa no paraba de golpear su pecho mientras su corazón se divide lentamente dentro de dos sentimientos.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora