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El frío al caer la noche comenzaba a azotar la ciudad. Los comercios dejaban caer sus persianas y las luces cada vez eran más escasas, dejando a oscuras algunas que otras calles en los suburbios de Tokyo.

El silencio entre ellos dos separaba algo más que la distancia entre uno y otro al caminar. Después de despedirse de Narumiko y sus amistosos rivales del Fukurodani, Kenma no había apartado su atención de su consola ni un segundo, como si caminara sólo; Kuroo a sus espaldas no había vuelto a decir una sola palabra. Sólo se oían los sonidos del videojuego y algún que otro auto pasar a su lado.

Tetsuro se detuvo al llegar al frente de su casa, Kenma siguió caminando como si nada.

— Lo siento.

Escupió finalmente el azabache casi en un susurro. Su amigo se detuvo un segundo y sin ponerle pausa a la partida le respondió para retomar su caminata unos metros más hasta su casa.

— Te estás disculpando con la persona equivocada.

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El clima estaba loco, por las mañanas la temperatura comenzaba a subir, dejando en claro que estaba ingresando el verano de mayo, pero hasta llegar la noche donde refrescaba haciéndote mirar hacia atrás donde el invierno se despedía junto con abril, pasando la primavera por alto.

Ya no quedaban cerezos florecidos y eso cambiaba mucho la perspectiva de la ciudad. Las chicharras comenzaban a sonar intentando opacar el graznido de los cuervos que a cada hora retumbaban entre los edificios. Una melodía que ella admiraba escuchar detrás del canto de las gaviotas en las costas sudestes, al otro lado del océano.

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El calor se había plantado a lo largo de todo el país nipón. La alerta roja declaraba la situación de emergencia para que todo ser vivo se mantenga hidratado y tome las medidas necesarias para cuidarse de esa agobiante ola. De su mano llegó la «Golden Week». Siete días de receso escolar donde la gente aprovecha para vacacionar y descansar.

— Entonces ¿No los veré en toda la semana?

Se apenó Naru al cruzar la salida de la academia, Akaashi asintió apenado también y Bokuto recalcaba claramente a un niño que entraba en vacaciones, ansioso hasta las nubes y ni hablar de que esos días se los pasaría jugando voleibol.

— Estos días nos hubieran venido perfecto para estudiar juntos pero sí, lamentablemente el campamento dura toda la semana en una escuela en Saitama.

— Ya veo. Será raro no verlos tantos días, voy a extrañarlos.

— Nosotros también te extrañáremos ¡Prometo entrenar muy duro para que cada día valga la pena!

El búho mayor maximizó su emoción ocasionando que a Narumiko se le escapara una satisfecha sonrisa.

— ¡Eres el mejor, Bokuto!

Le alentó ella y Akaashi se la vio venir.

— ¡Lo soy! ¡Lo soy!

Salió corriendo el capitán orgulloso y Keiji asintió en señal de disculpa por la actitud de su capitán de huir sin despedirse como correspondía. Nanase le restó importancia por la diversión.

— Cuidate mucho, por favor.

La peliazul asintió y elevó su puño en alto imitando a Koutaro, quién por cierto ya había desaparecido.

— ¡Prometo estudiar muy duro para que cada día valga la pena!

Keiji quedó incrédulo ante ese acto pero al instante dejó ir una pequeña carcajada. Narumiko lo observó maravillada, no siempre tienes a Akaashi riendo de esa manera, cuenta la leyenda.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora