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Narumiko echó medio cuerpo sobre la pequeña mesa y estiró sus brazos hacia delante dejando tronar un par de huesos. El lápiz entre su nariz y boca no quería saber más nada del tema y su compañero echaba su cabello oscuro hacia atrás tambien agotado.

— Gracias Akaashi, por fin lo entendí.

Ronroneó entre bostezos, Keiji le sonrió restándole impotencia al cansancio.

— Al principio es complicado, pero una vez que comprendiste la teoría lo práctico comienza a resolverse solo.

La muchacha asintió tomándole la razón y ésta vez estiró su cuerpo y brazos en alto.

— ¡Detesto la química!

Los chicos rieron ante su queja, menos Kuroo.

— La química es divertida.

Sentenció serio llevándose su mirada dubitativa.

— Prefiero la física. No sé porqué, pero me atrapan los dibujos que pueden crear cada movimiento. —se echó hacía atrás sin calcular que su cabeza quedaría reposada sobre sus piernas, permitiendo así que sus pupilas queden totalmente alineadas y elevó sus manos como si jugara con el aire sin alcanzar su rostro— Las líneas nadie puede verlas pero yo si, como cuando estás en el agua, las oleadas que generan tus movimientos cuando estás sumergido, nadie puede verlas al menos que las empujes hasta la superficie. Eso es mágico.

Cortó casi bajo una ilusión, como si sólo hablase consigo misma. Todos la miraron sorprendidos, y las mejillas de Kuroo volvían a tornarse carmesí debido al tacto en sus piernas y la mirada de la muchacha.

— Y no tengo idea de donde salió eso.

Volvió a sentarse confundida. Inevitablemente miró sus manos como si buscará allí alguna respuesta a las cosas que habían salido de su boca. No lo entendía.

— Eso fue tan profundo.

Admiró un Koutaro maravillado. Nanase rascó su nuca nerviosa y simplemente le sonrió. Si bien no lo comprendía, fue un sentimiento puro, uno que nació dentro de su alma.

Dejaron pasar unos minutos más entre trivialidades y se pusieron de pie para despedirse.

— ¡Tengo una idea! —se iluminó Bokuto como un niño ansioso desde la puerta— Mañana es sábado ¿cierto? ¿Qué les parece sí nos juntamos y llevamos a Narumiko a recorrer Tokio?

Esta vez lo que se iluminaron fueron los ojos de Nanase, cual niña prometiéndole un viaje a Disney.

— ¿De verdad harían eso por mí?

Akaashi sonrió y aceptó.

— No veo porqué no, me gusta la idea. —Observó a los gatos— ¿Ustedes que dicen?

— Por supuesto.

Sentenció Kenma sin dejar lugar a dudas y con su simple mirada cuestionó a Kuroo.

— Se-seguro...

Tetsuro intentó sonar lo más convincente posible, pero era obvio que algo le incomodaba en su interior.

— ¡Genial! Muchas gracias.

Se emocionó aún más Narumiko y pactaron en verse en aquel famoso perro de la estación de Shibuya: "Hachiko".

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Llegó la hora de que el cuarteto tomara caminos separados, y ni bien quedaron solos, Kenma no le dio lugar a su amigo de huir de sus pensamientos.

— Fue demasiado por un solo día ¿no es así?

El azabache frenó en seco obligándolo a él a detenerse detrás. Ninguno esperaba recibir tanta información de golpe, tan difícil de procesar, tan diferente a lo que esperaban.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora