一七

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Sus grandes manos sacudían con delicadeza el cabello azul de la muchacha. A un lado de la piscina, ella sentada de cuclillas y él a sus espaldas jugando y secando cada hebra con una toalla bajo una increíble concentración. No era un silencio incómodo el que dominaba el ambiente. Naru mantenía sus ojos cerrados mientras la mente de Kuroo batallaba sin dar tregua.

— Lo siento. —escupió su dulce voz de repente.

— No lo hagas.

Respondió él en igual tono sin detener su acción y ella dejó ir un largo suspiro.

— El día que regresamos del campamento, Haru tuvo una importante competencia y por primera vez pude ir a verlo. No puedo explicarte todos los sentimientos encontrados que tuve, lo maravillada que quedé luego de verlo nadar. Me hizo erizar la piel al punto de preguntarme qué demonios estaba haciendo yo.

El azabache se detuvo y ella se giró sobre sus rodillas quedando frente a frente.

— Hoy estoy más segura que nunca de la decisión que tomé y el hecho de que tu estés para apoyarme en esto, realmente tranquiliza mi corazón y me da la confianza que necesito para saltar una vez más, porque sé que tu estarás ahí para no dejarme tocar fondo.

El corazón de Kuroo se agitó con fuerza. Veía como sus ojos azules estaba iluminados como hacía años había visto, antes de que todo entre ellos se cayera a pedazos.

Aquel pensamiento le fue imposible esquivarlo, desmoronando de una bofetada la confianza que había afianzado entre ellos.

— Ya no diré que lo siento. —Kuroo elevó su mirada sorprendido— De ahora en adelante serán muchas gracias.

Ahí estaba de nuevo esa sonrisa pura levantando y abrazando esas piezas rotas que hacia unos segundos estaban en el suelo.

Él imitó aquella sonrisa, intentando con todas sus fuerzas que no se quebrara a causa de la hipocresía.

— Vamos. —se puso de pie y extendió una mano frente a él — Es muy tarde, Tu hermano va a preocuparse.

Observó su mano con detenimiento antes de tomarla. Su tacto era tan suave que realmente lo tenía de rodillas. Dejó escapar una sonrisa de sus labios recordando las palabras que ella había dicho en el cruce de Shibuya, sus manos realmente encajaban entre sí al punto de visualizar una obra de arte.

Y a pesar de ambos estar de pie, no se soltaron. Primero fueron por su bolso que estaba apoyado contra la pared y luego fueron por el de Tetsuro lanzado al borde de la piscina, agradecido porque sólo se haya mojado su correa.

Tras cada paso que daba, su garganta se cerraba, su nuez temblaba por no encontrar las palabras exactas que su corazón quería expulsar mientras su cerebro lo retenía con todas sus fuerzas.

No seas idiota. No lo arruines, déjalo así.

— Naru.. —detuvo sus pasos obligándola a ella hacer lo mismo— digo, Nanase-san.

— Esta bien. —le cortó sus nervios de golpe— Puedes llamarme "Naru", creí que eso estaba claro.

Sus nervios estaban tan a flor de piel que sentía que cualquier cosa que dijera podía terminar de estropear todo.

— Naru... —intentó una vez más, con un poco de inseguridad pero con una patada de suavidad a su corazón. Que hermoso sonaba aquel nombre saliendo de sus torpes labios — ¿Tienes hambre?

La azabache se sorprendió ante aquella pregunta, podía ver como Kuroo estaba igual de nervioso a como si esperara la respuesta a un "¿Quieres casarte conmigo?" y no pudo evitar reír por aquello. Kuroo dudó si sentirse idiota o en la estratosfera una vez más.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora