一三

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« Naru... me preguntaba cómo has estado ésta semana. Aquí en Tokyo está comenzando a hacer mucho frío, por lo que ya di por iniciada la temporada: "conseguir sacar a Kenma de su cama para entrenar". Por alguna extraña razón, éste año me está costando menos y tengo el leve presentimiento de porqué. Creo que finalmente encontró a alguien que lo inspire a jugar voleibol, y me alegra mucho por él. Aunque ya te lo habrá contado él mismo.

Cuando ésta carta llegue a tus manos seguramente casi sea tu cumpleaños, es decir nuestro cumpleaños y, como te dije los años anteriores, desearía estuvieras aquí para pasarlo juntos como en los viejos tiempos. Pasear por Akihabara para que Kenma sea un niño feliz e ir al parque Ueno a ver como las aves sobrevuelan la laguna, eso te gusta a ti y también subir al Skytree, ese era nuestro favorito ¿Recuerdas? Decías que era el único lugar donde te sentías enorme, dónde te sentías más grande que toda la ciudad en sí, Tokyo estaba a tus pies y allí fue dónde nos contaste sobre tu sueño de ser la mejor nadadora no sólo de Japón sino también del mundo entero. Jamás olvidaré como irradiaban tus ojos al hablarnos de aquello mientras que nosotros, con una inocente emoción, te alentábamos y admirábamos. Éramos unos niños que, sin saberlo, separarían caminos en busca de esos sueños. No es egoísmo, es melancolía. Feliz cumpleaños, Naru.

— Kuroo. »

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— ¿Qué demonios pasó con ustedes dos?

El exasperante grito por parte de Konoha ni bien vio entrar a Narumiko y Kuroo a primera hora de la mañana en la cafetería llamó la atención de todos.

Ambos estaban empapados y la lluvia había cesado hacía unos minutos. Habían pasado la noche en aquel pabellón siendo iluminados nada más y nada menos que por los destellantes relámpagos que entraban por la ventana, hablando de cosas triviales y por momentos atrapados en un calmo silencio. Por minutos el azabache se quedaba dormido debido al agotador día de entrenamiento y ella lo observaba con dulzura. No pegó un ojo en toda la noche pero se mantuvo acurrucada frente a él, reposando su cabeza sobre su pecho, sintiendo como expandía su tórax detrás de cada respiración, sentía cómo el latido de su corazón desaceleraba cuando conciliaba el sueño y volvía a acelerar cuando sus pupilas se cruzaban al despertar. El cosquilleo en el pecho de la muchacha también tenía esas reacciones bajo su mirada.

Un estornudo por parte del capitán del Nekoma la volvió en sí, preocupándola.

— Te resfriaste.

Sentenció Kenma pasando por su lado, no muy alentado por ese hecho. Kuroo no respondió, sólo rascó su nariz intentando no darle la razón.

— Fue mi culpa... —respondió con una sonrisa algo nerviosa la peliazul— Salí a caminar en la noche y me perdí, luego Kuroo me encontró y nos atrapó la lluvia.

— ¿Eso quiere decir que desde anoche están allí afuera?

La mirada de Konoha y de ahora Bokuto a su lado irradiaba picardía.

— Oye, me voy a poner celoso.

Arqueó su ceja con un dejo claro de celos el albino ante aquella deducción de su compañero de club.

Narumiko sacudió sus manos negada pero no pudo evitar ponerse mas nerviosa ante los pensamientos perversos de ese par. Inmediatamente llegó Shirofuku al rescate, tomándola por los hombros y arrastrándola consigo.

— Vamos, a darte un baño caliente antes de que estornudes también.

Nanase no emitió sonido alguno mas que una tímida sonrisa, pero antes de cruzar el umbral de la puerta se dio vuelta y clavó sus pupilas en las de Tetsuro.

— Gracias y lo siento.

Eso fue todo, eso fue suficiente para que el chico del Nekoma entrara en un trance paradisíaco dónde la mano de Bokuto al pasar reiteradas veces frente a su rostro no lo traía a la realidad.

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— ¿Qué fue lo que pasó?

Le murmuró Kenma una vez que todos volvieron a sus lugares. Kuroo se sentó a su lado y seguía en la estratosfera, mirando la puerta como si ella aún siguiera allí.

— Ella recuerda lo que pasó aquella noche. —los ojos del semirubio se abrieron como dos lunas— Pude ver cómo, por algo que hice, ella sintió que volvía a estar en aquel momento. La lluvia sobre nosotros y yo en la piscina intentando demostrarle de que el agua no era algo malo, ella realmente entró en pánico, rompiéndose en mil pedazos.

— ¿Sabe lo de sus padres?

Kuroo lo meditó unos segundos, llevando sus dedos a masajear el entrecejo que tanta jaqueca le estaba dando.

— Decía algo de "no poder alcanzarlos", "no poder hacer algo para salvarlos", pero nunca dijo que fuese a ellos. —el azabache agachó su mirada realmente preocupado — Kenma, yo no quiero volver a verla así, fue muy doloroso...

El puñado de arroz que había atrapado entre sus palillos volvió a su cuenco sin ganas de querer ser levantado de nuevo. Kenma no vio aquella situación pero no pudo evitar imaginarla y sentirse mal, Tampoco deseaba verla triste, estaba igual de preocupado.

—  Hasta hacia unos días yo me sentía una mierda por desear tan sólo un segundo que ella no recordara, por miedo a que pasara lo de ayer o mismo para que no reviviera su odio hacia mi, pero ahora mismo deseo que lo haga, que recuerde y estar ahí para sanarla, protegerla de sus propios miedos aunque ella me rechace.

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Sus tibias manos samarreaban la toalla sobre su cabeza mientras caminaba en círculos en el aula donde ella junto a las mánager compartía. Ahora sus pies arrastrándose por el suelo era lo único que resonaba allí, pues ellas estaban en las prácticas de sus respectivos equipos.

Lanzó la toalla blanca a un lado y dejó caer su cuerpo con pesadez sobre su futon recién armado. Sus ojos hipnotizados en el ventidor de techo que giraba lentamente la estaba llevando a lo mas profundo de la nada misma, o al menos eso creería cualquiera que la viera en ese momento.

La media mañana ya arrastraba por cada rincón de la escuela el sofocante calor de verano, pues la habían obligado a tomarse un baño caliente y para ese entonces ya no era de ayuda.

Llevó su antebrazo a descansar sobre sus ojos y ese rayo de oscuridad le bastó para viajar un poco más dentro sí y pensar sobre lo que había pasado la noche anterior. Como el miedo había conseguido dominarla con el simple hecho de ver a Kuroo en el agua y ella con los pies clavados en el suelo sin ser capaz de mantener la calma.

¿Cómo es que deseaba intentar nadar si siquiera podía mantener la cordura cuando ni siquiera era ella la que estaba en la piscina? Se sentía tan patética, pero también en total falta, terminantemente prohibido bajar los brazos. Si realmente quería cambiar tenía que encontrar la manera de enfrentar sus ataques de pánico y esa pesadilla que no paraba de repetirse en su cabeza.

Dejó caer su brazo hacia un lado dejando ver una mirada totalmente diferente; firme y fruncida. Se puso de pie, calzó sus pantuflas y salió del salón corriendo la puerta con fuerzas a sus espaldas.

Recuerdame cuando llueva en Noviembre | Kuroo TetsuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora