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Estábamos en el bar al que solíamos frecuentar cada fin de semana. Eramos los de siempre, Meredith, Cristina, April, Jackson y Alex. Estábamos en la barra riendo con unos tragos en nuestras manos.

La música comenzó a sonar mas fuerte y saqué a April a bailar. Hacía cuatro años que la conocía y podía considerarla mi mejor amiga, mi hermana, mi persona.

April era una mujer especial. Había crecido en el campo, era religiosa. Era alegre, y siempre estaba allí cuando la necesitabas. Además de su lealtad, era honesta y sensible. Y hermosa.

Bailamos hasta que un hombre apuesto se llevo a April. Pronto apreció detrás mío Alex para sacarme a bailar.

—La rubia de la barra se pondrá celosa. —Le dije al oído con respecto a su reciente ligue.

—No lo hará. Además ya lo logré. Tengo acompañante para esta noche. —Sonrió victorioso.

—Me pregunto si algún día volverás a casa solo. —Dije sonriendo divertida.

—Esperemos que no. —Dijo riendo.

Alex era mi mejor amigo. Fue mi primer amigo en Seattle. El se acostaba con mujeres distintas cada fin de semana. No les hacía promesas, pero muchas terminaban con el corazón roto. De hecho les contaba sus intenciones desde un inicio. Su conducta se debía a su pasado. Su familia había sido algo disfuncional. Eso hizo que no creyera en las relaciones serias. Cuando creyó, Izzie lo abandono de un día para el otro. Si bien al principio era un patan, con el tiempo nos pudimos entender bien y nos hicimos inseparables. Y eso se debe a que le impuse el respeto que debía tenernos a nosotras, las mujeres cirujanas después de cierto trato a Meredith. El me pidió perdón, me dio la razón y me invitó una cerveza después del turno.

Bailamos un rato con vasos de tequila en la mano. Me pare en seco cuando todo comenzó a dar vueltas.

—¿Estas borracha? —Preguntó cuando perdí el equilibrio al rato.

—He tomado, pero estoy bien. —No lo estaba.

—No lo creo. Te llevaré a casa.

—Ni en mil años. Además perderás tu oportunidad con la rubia. Se llegar sola.

—No me importa. Vamos. —Dijo sacándome de la pista de baile llevando hacia donde estaban los chicos.

—Esta algo ebria. La llevaré. —Les dijo. Pude ver como Mer le sonrió.

—El engendro satanico actuando correctamente. Esto es algo que no sucede todos los días.

—Vete a la mierda Yang.

Me arrastró hasta la puerta pero me solté.

—He dicho que estoy bien. —Odiaba depender de alguien.

—No lo estas, no discutiremos sobre esto hoy.

Caminamos hasta mi apartamento a unas cuadras de allí. Entramos y me subió por el ascensor hasta mi apartamento, al ver que era imposible que suba las escaleras por mi estado.

—No tendrías que haber hecho esto. —Dije o intente decir.

—Acepto un gracias. Estas en un estado terrible.

—Tu estas en un terrible estado. —Dije dejándome caer en mi cama.

Sentí como me quitó los zapatos y me quedé dormida.

Al otro día me levante con el ruido del timbre. No tenía intenciones de contestar pero no dejaba de sonar. Me desperté y abrí la puerta. Era Alex.

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