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Había pasado bastante tiempo desde que Sparta salió del hospital y también desde que se quedo a vivir durante un tiempo con Trollino y Mike, pero el último aún tenia aquella sensación molesta en el pecho.

─Mikel, ¿Puedes decirle a Sparta que ya llegó la comida?

El recién nombrado asintió, se paro del sofá y camino hasta la ahora habitación del menor, la sensación en su pecho crecía, llegaba a ahogarse, por lo que se detuvo a tomar una gran bocanada de aire apoyándose en la pared, finalmente llegó hasta la puerta.

─Hey Sparta, la comida ya llegó.

Se quedo un poco allí, no recibió respuesta, llamó nuevamente pero no.

─Voy a entrar.

Dijo, y como dijo lo hizo, dio un vistazo a la habitación, Sparta no estaba allí, volteó y ahí estaba el castaño, parado en el marco de la puerta escondiendo sus manos tras su espalda.

─Joder que susto, ¿Dónde estabas?

Se sento en la cama, observando al menor quien por alguna razón parecía nervioso, y no quitaba sus manos tras su espalda.

─Estaba en el baño.

─Sparta, ¿Que traes ahí?

Preguntó, frunciendo su ceño e intentando observar que escondía el de orbes azules en sus manos.

─Nada...Ya voy a comer, ¿Puedes salir, por favor?

Sonrió a medias, el castaño se paró y extendió su mano para que el mas bajo le entregará lo que sea que escondía, soltó  un largo suspiro y se lo entregó: Una pequeña caja, y sin siquiera abrirla salió de la habitación dirigiendose a la sala, dejandose caer en el sofá.

─¿Por qué demoraste tant... Qué es eso?

El azabache se sentó juntó a Mike, observando la caja.

─No lo sé, Sparta intentaba esconderla de mi.

Movió suavemente esta, era metal...Mucho metal, la sensación de angustia en su pecho cada vez era mayor, por lo que de una vez por todas abrió la caja.

─Oh no...

Pasó sus dedos por la trompilla de la nariz, quería llorar, eso era la sensación que lo invadia, de reojo pudo observar como el azabache volteaba e inmediatamente se paraba, le siguió con la mirada y logró observar cómo el azabache tomaba las muñecas de Sparta y subia las mangas de la sudadera azul con algo de brusquedad, los brazos nuevamente llenos de cortes, Trollino comenzo a regañarlo histericamente, con lagrimas que comenzaron a cristalizar sus ojos, Sparta por su lado lloraba a mares.

Mike volteó a observar todas las navajas, eran muchas. Soltó un largo suspiro, miró sus muñecas. Quizás... No, inmediatamente negó con la cabeza y tapó la caja, guardandola en su bolsillo.

Depresión || Mikellino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora