Capítulo 14

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Maddison

Traté de moverme, pero no pude. Abrí mis ojos y lo único que logré ver, más allá de todo lo verde que me rodeaba, fue el cielo nocturno, totalmente estrellado.
Al menos tenía una bonita vista.

Observé a mi alrededor y todo era hojas, alguna que otra flor toda aplastada, y espinas.

Me reincorporo, quedando sentada y acaricio mi cabeza, la cual está llena de ramas y demás cosas.

—Ahí tienes, Maddison. —murmuro, quitándome las hojas del pelo. —Eso te pasa por andar donde no debes. —me regaño.

Me arrastro por el suelo, hasta lograr salir de ese gran y monstruos nido de especie natural.

Mis piernas dolían mucho, al igual que mis brazos y cabeza. Tenía raspones en mis antebrazos y apuesto a que también en el rostro.

—¿Maddison? —oigo una voz lo suficientemente reconocida a mi espalda.

Mi madre.

Me pongo de pie, dejando a un lado todo dolor que se hiciera presente y le sonrío, con inocencia.

—Hola, mamá. ¿Cómo te encuentras? —pregunto, limpiando un poco mi ropa y peinando mi cabello.

—¿Qué haces aquí afuera? Estás toda... desaliñada. —su rostro expresa pura y total confusión.

—Estaba... tomando un poco de aire, antes de irme a dormir.—miento, y bostezo, como fingiendo cansancio. —Y decidí recostarme en el pasto para observar el cielo.

Ella me escanea completamente, mientras se cruza de brazos.

Luego... observa a mi costado, donde está el desastre: el arbusto, que antes estaba perfectamente cortado, con flores coloridas y hojas bien verdes, ahora estaba todo aplastado, con la mayoría de las flores en el piso, todas feas, y las hojas por todos lados. Además, de que había un enorme hueco, donde anteriormente se encontraba mi cuerpo.

—¡¿Qué le sucedió a mi hermoso arbusto?! —cuestiona con una mezcla de sorpresa y tristeza.

Había olvidado lo mucho que ella adoraba y cuidaba de ese pequeño ser.

Yo observo la escena y llevo una mano a mi boca, fingiendo asombro.

—No vi eso. ¿Qué habrá pasado? —pregunto, y niego con la cabeza.—Quizás fue el viento. —le digo.

—Esta mañana estaba bien. Yo lo regué. —habla sin dejar de observar el desastre.

—Quizás alguno de los chicos se cayó ahí. —opino.—Al menos, yo no vi nada.—me defiendo.

—Estás toda sucia y tienes un corte en la mejilla. ¿Qué te pasó? —interroga, y yo llevo mi mano a la mejilla, donde siento un leve ardor.

—Me caí en la habitación y... me corté. —miento— Creo que quitaré esa pequeña mesa que tengo junto a la cama... —digo, pensativa.

Una punzada de dolor se acentúa en mi costado derecho, sobre las costillas, y me remuevo un poco. Le sonrío a mi madre, tratando de aguantar las ganas de gritar y maldecir.

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