Capítulo 18

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Maddison

Bostezo por quinta vez, y termino de peinarme el cabello, dejándolo suelto, al natural. Total, es fin de semana y no creo salir en todo el día.

Unos leves golpes desde el otro lado de la puerta de mi habitación, me interrumpen. Me encamino hacia ella y la abro de golpe.

Ethan me recibe con cara de pocos amigos.

—Buen día. ¿Qué se te ofrece? —pregunto con rapidez.

—Pensé que ayer en la noche, tú y yo habíamos llegado a un acuerdo. Si mal no recuerdo. —habla con mostrar algún tipo de buen ánimo. Está totalmente serio.

—Qué modales los tuyos.—me quejo
—Y respondiendo a lo que acabas de decir: no sé a qué te refieres.

—Ah, se te olvidó. —hace un ademán, sin gracia. —Habíamos quedado en que ninguno de nuestros acompañantes se quedarían a dormir aquí. —me recuerda.

—Ah... eso. —asiento.

—Sí, eso. —remarca. —¿Dónde quedó tu parte del trato? —reclama.

—Los chicos le insistieron a Alex para que se quedara. El pobre estaba que se dormía de pie. —me río un poco.

Casi lo tuve que traer a rastras del cine. Durmió en toda la película, ni siquiera los gritos de Camelia lo despertaron, y eso que ella gritaba cada vez que aparecía una escena de miedo.

—¿Y eso qué? —suelta. —Si hubiese sabido, le decía a Camelia que se quedara también.—yo elevo una ceja.

—No sé a qué viene tu reclamo. Alex ni siquiera se quedó en mi habitación. —me defiendo.—Así que hazme el favor y ve a molestar a alguien más. —paso por su lado, cerrando la puerta de mi habitación a mi espalda.

Bajo la escalera a paso rápido, sintiendo los pasos de Ethan detrás de mí.

—¡Buen día, familia! —oigo la alegre voz de Aaron, desde la puerta de entrada. —¿Cómo amanecieron? Yo muy enérgico. —dice sonriendo, a medida que ingresa a la cocina.

—Buen día. —saludamos Ethan y yo, al unísono.

—Uy, qué cara traen... —murmura Aaron, escondiendo una risita.

Los tres tomamos asiento junto a los demás y comenzamos a desayunar.

—¿Cómo estuvo el cine? —me pregunta mamá.

—Bien. La película no estaba tan aburrida.—respondo.

—Yo me quedé dormido... —comenta Alex, riendo.

—Oh, pobrecito. —se lamenta mi madre, con ternura.

—Nos encontramos a Ethan y Camelia. —informa él, y los chicos nos observan con sorpresa.

—¿Fuiste con Camelia? —indaga Taylor, en dirección a Ethan.

—Así es. —responde.

Mi amiga me lanza una mirada de interrogación y le hago una seña, indicándole que luego le cuento los detalles.

El sonido del timbre interrumpe el desayuno.

—Oh, debe ser Camelia. —se apresura a avisar mamá, contenta.

—¿Qué? ¿La invitaste? —cuestiono. Ella asiente y se pone de pie con alegría.

¿Qué mosquito le picó? ¿Ahora son íntimas amigas?
Casi corre hasta llegar a la puerta principal, y luego se oyen voces, risas y taconeos.

Suelto un sonoro suspiro, y le doy un largo sorbo a mi café.

—¡Buen día!
Aprieto mi mandíbula al oír la voz de Camelia penetrar mis sensibles oídos.

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