Lucy murió y nació Katrina Montekbull.
La mujer de hielo, aquella que vive únicamente para cobrar venganza.
A muy corta edad rompieron su corazón y robaron su inocencia de la manera más cruel, ahora deben de pagar una a una cada lágrima.
Crearon un...
Entré en el viejo edificio y busqué a Sky. La encontré fumando un cigarrillo, y me miró, dejándome ver cómo de sus ojos salía una lágrima tras otra.
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—Bien, tendrás la verdad —le dije, acercándome a ella.
—Yo so...
—Después de que me violaran frente a ustedes —le interrumpí —, llegué a casa y encontré a mi madre tendida en medio de la sala de estar. Podría decirte que en su cuerpo no quedó ni una gota de sangre, había un enorme charco a su alrededor... estaba desangrada... ella estaba muerta. Levanté un poco mi vista al escuchar esa maldita voz... era él... James Baylee.
Ella se cubrió la cara al escucharme y continué:
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—Me dijo lo mucho que odiaba a mis padres y a mí, y... me secuestró. Pasé casi 3 años de mi vida encerrada en un maldito sótano, en donde me torturaron de mil formas, y en donde también me embarazaron. Intentaron asesinarme y me dejaron en una caja en medio del bosque, junto al cadáver de mi padre. Estuve a punto de volverme loca. Y sobreviví... no sé cómo, pero lo hice. Liam cuidó de mí y me convirtió en Katrina Montekbull; una mujer de clase que se encuentra en la cima de la fama. Pero... nada de eso me importa, la única razón por la que he estado de pie a pesar de todo durante este tiempo, es mi venganza. No puedo permitir que mi muerte quede impune —le confesé, con un nudo horrible a mitad de mi garganta.
—Dios mío... ¿¡cómo es posible?! —lloró.
—Hoy cuándo me encontraste en el cementerio, estaba reclamándole a Joanna su secreto. Tú no tienes ni una maldita idea de cómo se rompió mi alma al enterarme de tantas mentiras. Alessia Baylee es mi media hermana... justo ella, ¡esa perra que destrozó mi vida y yo, compartimos la misma sangre! —revelé y el llanto me ganó.
—Perdóname Lucy, por favor perdóname. —Cayó de rodillas abrazando mis piernas y lloró llena de remordimiento. Me suplicó por mi perdón una y otra vez, y recordé sus carcajadas cuándo esos desgraciados se aprovechaban de mí. ¿Por qué me hizo eso?
—¿Por qué, Sky? ¿Qué te hice? —le pregunté y lloró mucho más.
—Fui una estúpida, no sabía lo que hacía, por favor perdóname. Te debo todo, Katrina... te debo todo y lo sé...
