10:Celos.

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Camino molesto sin mirar hacia tras, aquella mujer lo iba a volver loco.

Aún no había entrado a casa cuando visualizo a Gino.

-Ve al invernadero, asegúrate de no le pase nada, ha estado enferma y aun no se repone por completo- dijo apenas estuvo a su lado.

El hombre asintió y se alejó de allí. Su jefe podía decir lo que quisiera, pero él sabía que aún sentía algo por aquella chica y se atrevía a decir que estaba enamorado de ella, aunque él no lo supiera aun. Él había sido testigo de las mujeres que salían y entraban en la vida de Salvatore y ninguna había durado más de un mes. Solo Mariza había conseguido eso. Lo cual no le sorprendía del todo, era una joven encantadora, le había tomado cariño rápidamente, ella había sido una novedad para él, después de ver las clases de mujeres con la que salía su jefe, verla a ella había sido sorprendente y novedoso, pero aunque era joven y sencilla, ella había logrado lo que ninguna habían hecho.

Él había presenciado el cambio que había dado Salvatore, cuando la joven había llegado a su vida, había acortado sus horas de trabajo y como si aquello no fuera suficientemente sorprendente, solía tomar vacaciones con frecuencia cuando usualmente nunca lo hacía. Usualmente estaba de buen humor y sonriente, noes que fuese un ogro pero el cambio era muy notable.

Pero por la culpa de alguien, aquello había cambiado, y tenía la sospecha que alguien de la familia Lombardi era la causante de aquello, sabía de sobra que Mariza no era del agrado para la familia de Salvatore, al menos no para una parte de ella. Aunque solían contener su desagrado delante de Salvatore. Eran inteligente al ocultar su odio, con un simple rechazo. Salvatore sabía que su familia la rechazaba, pues estaban al tanto de su supuesta traición, pero lo que no sabía era que en realidad le odiaban, él lo sabía porque había visto el odio en la mirada de la hermana menor de Salvatore.

No podía afirmar que la familia Lombardi maltrataba a la joven, pues casi no estaba en casa, pero harías sus investigaciones. Sentía la necesidad de proteger aquella pobre muchacha.

Gino era un hombre discreto, apreciaba a su jefe como a un hijo, y agradecía la confianza que había depositado en él. Era por eso que estaba haciendo ciertas averiguaciones por su cuenta, no creía aquella historia de la traición.

Pues había llegado a conocer a la joven. Una chica humilde, hija de familia de clase baja pero muy honrada y trabajadora.

La imagen que su jefe describía de ella, no concordaba con la joven que él había conocido, había algo allí que no le cuadraba.

Cuando llego al invernadero se quedó bajo perfil, la vigilaría de lejos. Para no perturbar su tranquilidad.

La observó trabajar en el invernadero. Estaba atento a cada pasó que la joven daba, era notable que aún no estaba del todo bien, pues estaba pálida y sus pasos no eran filmes.

Sabía que en un principio ella, había tenido miedo de él, pero eso había ido cambiando. Pero como estaban las cosas con su jefe, no sabía si la joven aún seguía confiando en él.

Mariza soltó la maceta de flores y esta cayó al suelo, todo se hizo un desastre. La tristeza le envolvió, unas cuantas lágrimas se deslizaron por sus mejillas, odiaba sentirse tan débil. Se sostuvo de lo primero que encontró y se mantuvo quieta.

La vio agarrarse de una silla e inmediatamente corrió a su lado.

Mariza se sentía mareada y por ende tuvo que agarrarse de lo primero que encontró, ahora se arrepentía de haber salido de casa, el invernadero estaba un poco retirado de la mansión. Tendría que esperar que el mareo y las náuseas pasarán para regresar a su habitación.

Boda por obligación. (4- Serie magnates apasionados)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora