☙ Capítulo 4

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—Capítulo 4—

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—Capítulo 4—

Todos tenemos demonios en los rincones más oscuros del alma, pero si los sacamos a la luz, los demonios se achican, se debilitan, se callan y al fin nos dejan en paz.

(Isabel Allende)

⸸⸸⸸

La mañana siguiente se presenta nublada, lo que es muy raro. Ashbourn es de esos pueblos en los que llueve muy pocas veces, pero sí predomina el frío y los días soleados. Hoy, al parecer, no es uno de ellos.

Audrey, mi mejor amiga, llama a eso de las diez de la mañana para avisarme que esta noche festejará su cumpleaños y que me vendría asistir. Así que no tuve otra oportunidad que aceptar.

Encuentro a mamá en la cocina tomando el café de todas las mañanas antes de ir a trabajar. Lleva una gabardina de color crema que le queda muy bien y ropa de trabajo. Me alegro de que haya decidido volver al trabajo.

Le pido el número de Brook.

—¿Para qué lo quieres? —pregunta extrañada.

—Oh, bueno...ya sabes, pensé que sería bueno hablar con ella y aclarar las cosas, ¿no? —al no entender mis palabras, prosigo: —. El cómo conoció a Logan, mamá. Si él irá a prisión, quiero estar segura de que ella no es cómplice.

Termina el café, mira el reloj en su muñeca y luego se acerca a mí. Toma mis mejillas entre sus manos y me da un beso en la frente.

—Hablaremos de eso cuando llegue a casa. ¿A dónde vas?

Me aclaro la garganta.

—Iré a lo de Audrey—miento—Te dije ayer.

—Cierto, cierto. Mándale saludos de mi parte—Va hacia la puerta con las llaves del auto en mano—. Estaré en casa temprano, no hagas tonterías.

—No lo haré. Lo prometo.

Una vez que se va, subo corriendo las escaleras hasta mi cuarto, me calzo las botas de lluvia, porque por alguna razón presiento que volverá a llover, tomo la campera colgada del respaldo de la silla, me amarro el cabello en una coleta y me miro en el espejo del baño. Las ojeras se han ido, no del todo, pero por lo menos me encuentro bonita.

Respiro profundo y le sonrío a mi otra yo.

—Andando.

Al salir de casa minutos luego, busco las llaves del auto en la mochila. No están allí. Vuelvo a entrar en casa y busco en mi habitación, aunque tampoco las encuentro. Estoy revisando los bolsillos de la ropa para ver si no las dejé en alguna campera, cuando distingo una sombra pasar frente a mí.

Se me congela el cuerpo. Me doy vuelta para ver qué es o quién es. Pero no hay nadie. La ventana de mi cuarto está abierta, las cortinas vuelan con el viento.

✔ Tenebris/ Los hijos del Diablo  1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora