23

439 50 11
                                    


"Un perdón no basta"

— ¿No piensas hablarle?

— No.

— ¡Pero son mejores amigas!

Éramos es la palabra correcta.

Sebastián se queda en silencio, y come otra rebanada de pizza. Él ha estado insistiendo en perdonar a Danae, y no lo culpo, pues soy consciente de que la quiere mucho.

Pero yo la quería más.

Desde el techo nos ponemos a ver a los niños del séptimo grado, quienes juegan fútbol contra algunos chicos de nuestro salón — Entre ellos está Noé Stelinson, el chico de mechas rubias—. Está de más decir que mis compañeros los están haciendo puré de papa.

— Entonces, ¿Ya no piensas hablarle?— Me pregunta, y el silencio que dejo fluir le da la respuesta.— No mames, una amistad de tres años ¿Termina así? ¡Que decepción!

Miro con el ceño fruncido a el chico de ondulaciones. ¿Acaso está tratando de decirme que pase por alto esto? ¡JA! ¡Que iluso!

— Tal vez si fuera mi yo de séptimo grado, me hubiera hecho la ciega y hasta habría continuado tratando de ser la mejor. Pero ahora...— Lo miro a los ojos, y trato de contenerme para no desquitarme con él.— Ahora me doy cuenta de mis errores. ¿Por qué esforzarme en una amistad que está basada en el esfuerzo de solo una persona? ¿Por qué desvelarme pensando en el bienestar de la persona que te miente? ¿Por qué complacer sus deseos y gustos? ¿Por qué mentirme a mi misma pensando que nuestra amistad es real? ¿Acaso en serio me estás diciendo que después de lo hipócrita que fue conmigo la perdone?— Interrogo, apretando las manos, haciéndolos puños.

Sebastián me mira con sorpresa. Él abre y cierra la boca, tratando de encontrar una respuesta que le ayude. Pero nada sale de su boca.

Me paro y limpio mi pantalón con manotazos, dispuesta a irme.

— Y en todo caso, ella tendría que disculparse, dar el primer paso. No yo.— Agrego, para así poder retirarme, sintiéndome indignada.

Al parecer la plática con Halsey me abrió los ojos.

(...)

— ¿Michelle? — Pregunto, mientras con rapidez me acerco a ella y le tiendo papel que está a los lados de los lavabos.

La pobre chica está hecha un asco. Rímel regado, los rulos ahora parecen maruchan estirado y su vestido huele a alcohol.

¿Acaso ese olor es Vodka?

Demonios, concéntrate Thalía.

— Oh, T-Thalía, no te había visto entrar.— Murmura de manera rápida y se seca las lágrimas.

Pero vamos, el rímel ahora parece una segunda piel.

— ¿Por qué lloras?— Trato de mirarla a los ojos, pero ella solo evade.

— No, tontita, no estoy llorando. Es solo que me entró una pestañita al ojo y... ya. Es solo eso.— Trata de pasar por mi lado para salir del baño de esta casa, pero la detengo.

— No te soltaré el brazo hasta que me digas.

La chica de cabellos cafés me mira con desesperación, y trata de soltarse de mi agarre. No obstante, en estos casos yo puedo llegar a ser un gran fastidio, así que no dejo que se suelte.

— Ya te dije que no es nada, solo es la pestañita combinada con el alcohol de esta fiesta.

— Ajá si, y ahora yo estoy aquí porque se me antojo oler los pedos de las chicas porque huelen a florecitas.— Suelto con sarcasmo.

Esperaba ver una sonrisita, o tan siquiera un suspiro resignado; pero en cambio, recibo un jalón muy fuerte —Demasiado, hasta me hormiguea el pobre brazo.—, para después escuchar unos gritos dolidos.

— ¡NO ENTIENDES NADA! ¡CÁLLATE Y DÉJAME IR, BITCH! ¡¿O ES QUE  NO HAS ENCONTRADO A TU SIGUIENTE VÍCTIMA?! ¡ANDA! ¡VE Y BUSCA A ALGUIEN PARA BESUQUEARTE! ¡PARA ESO ERES LA PERRA! ¡PARA ESO SIRVES...!— Se calla de manera abrupta, y pronto corre al primer cubículo para así vomitar todo el alcohol que ingirió.

Hasta me sorprendió el hecho de que no se estuviese tambaleando, o tan siquiera tartamudeando.

Dolida, me pongo a pensar en lo que Michelle me acaba de decir.

Es cierto. Casi olvido que me apodan así por los chicos... suena ridículo, pero como ya me había acostumbrado, había olvidado el verdadero significado.

Soy una perra. Una falsa. Todos creen que me encanta coquetear, besar, e incluso pasar la noche con los chicos. Por eso me hice tan popular entre los de preparatoria. Por eso me hice conocida en el colegio. Por eso ahora mismo soy alguien.

A causa de querer aparentar lo que no soy, e amanecido en estados críticos. Con chupetones, marcas en mis brazos e incluso golpees que espero sean porque me tropecé por estar ebria. Soy una vergüenza.

No me había parado a pensar en qué haría cuando me cansara de eso. ¿Cómo saldré sin estar perjudicada? ¡Soy tan idiota! ¡Tonta! ¡Tonta! ¡Tonta!

Pero como ella dice: para eso sirvo. Sin aquello, no sería nadie. No tendría nada.

Salgo de mis pensamientos cuando escucho que le baja a la palanca, y pronto la tengo enfrente mío.

— Déjame ir.

Y sin reprochar, me hago aún lado, dejando ir de nuevo a otra persona que creía mi amiga.

Soy tan idiota.

¡Bitch! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora