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«Por lo menos es alguien conocido», pienso al mirar sus ojos azules y su tímida sonrisa luego de haberle dado un beso en la mejilla a modo de saludo. Pablo está ahí, mirándome como si fuera una obra maestra y la verdad es que me da miedo. Mis amigas no despegan sus ojos de nosotros y puedo notar la sonrisa burlona pintada en el rostro de Romina.

—¿Te traigo algo? —cuestiono con amabilidad.

—¡Sí! Desde que tengo el menú en mis manos me llama muchísimo la atención la torta de Matilda, ¿quién es? ¿Tu abuela? —No puedo contener la risa cuando veo su mirada confundida y niego con la cabeza.

—Es la torta de Matilda, la película. La que Tronchatoro le hace comer al gordito... —respondo—, es una bomba, pero si te gusta el chocolate te va a encantar.

—¡Quiero probarla entonces! Y para tomar... simplemente una chocolatada.

Sonrío y asiento con la cabeza. Voy a preparar lo que pidió y escucho a mis amigas cuchicheando sobre cómo pueden atraer clientes.

—¡Fiesta de piscina! —exclama Romina—. A todos les gustan las fiestas donde haya chicas en bikini, hombres semi desnudos, bebidas alcohólicas...

—Ajá, sí, claro —digo depositando el pedido de Pablo en su mesa y luego me siento con las chicas—. ¿Y dónde entra la pastelería ahí? No podemos repartir cervezas y cupcakes, sería una combinación horrible.

—¿Y una fiesta de té? —interroga Cinthia con tono tímido.

—Muy aburrido —respondo y suspiro—. No me va a quedar otra que hacer ofertas, poner Cake by the ocean a todo lo que da y hacer bastante publicidad.

—Mmm... —Se escucha gemir a Pablo y con mis amigas nos miramos con las cejas arqueadas—. Mmm... Oli...

«Ay, no, otra vez no, por favor».

—Oli... —sigue gimiendo mi nombre y siento mi cara arder. Lo miro de reojo y noto como sus mejillas están sonrojadas—, ¿qué tiene esto que me gusta tanto? Tus manos hacen cosas maravillosas...

—Gracias —respondo con expresión de desconcierto. Romina tose para disimular su risa.

—Me enamoran tus pasteles, Olivia —comenta el chico chupándose los dedos repletos de chocolate. Ruedo los ojos y noto como Cinthia chasquea los dedos y esboza una sonrisa de oreja a oreja.

—¡Eso es! ¡Pablo, sos un genio! —le dice con emoción. El interpelado la mira con confusión mientras se sigue relamiendo los labios y da vuelta los ojos por la excitación. Qué ridículo—. Es una idea maravillosa, falta poco menos de un mes para el día de los enamorados, ¿no? ¿Por qué no hacés que esta pastelería sea un lugar de citas a ciegas?

—¿Y cómo haríamos eso? —pregunto cruzando mis manos en señal de interés—. No es mala idea, pero creo que es bastante difícil. Además, si Pablo va a venir seguido, va a espantar a todos los clientes con sus gemidos.

—No hace falta que vengan a este lugar en particular, pero... podríamos hacer propaganda avisando sobre esta "nueva sección". —Hace comillas con los dedos—. Ellos vienen, te dan un número de teléfono y vos los ponés en el interior de los cupcakes, así cuando terminen de comerlos... ¡se encuentran con el amor de su vida! —exclama la rubia. Romina carraspea y asiente con la cabeza.

—Y podrían llamarse... el cupcake de Cupido —comenta. Sonrío. La idea me gusta mucho y siempre soñé con ser la celestina de varias parejas, pero... ¿funcionará?

—¡Yo me anoto! —exclama Pablo levantando la mano—. Y conozco gente que también se anotaría. También puedo ayudar a hacer folletos, estudié marketing y sé cómo funcionan las cosas.

El cupcake de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora