14 de Enero, 2003
Estamos reunidas en mi habitación, sentadas en el borde de la cama, con el aire del ventilador pegándonos en la cara y tomando un vaso de agua fresca. Esta noche hace tanto calor que no tenemos fuerzas para nada. Mis amigas y yo nos encontramos en silencio, aburridas y mirando a algún punto fijo de la pared.
—¿Y si salimos a bailar? —cuestiona Romina con sus ojos verdes brillando de emoción. Cinthia y yo la miramos con expresión seria y ella resopla—. Está bien, no nos gusta ir a bailar, pero quizás era una buena idea...
—¿Vieron que Elena va a festejar sus quince en Francia? ¡Qué envidia! —digo, pasándole un esmalte a cada una para que empiecen a pintarse las uñas.
—¡Me aburro, chicas! —grita Romina nuevamente, soplando sus dedos para que se seque el esmalte.
Cinthia suspira, se levanta y saca una especie de muñeco de duende de su mochila.
—Había olvidado que traje esto —dice, poniéndolo en el centro de la habitación—. Lo encontré en una tienda de artículos antiguos. La señora que me lo vendió dijo que es el duende de las promesas y que debemos prometer algo delante de él y cumplirlo sí o sí.
—¿Y qué podemos prometer? —pregunto rascándome la cabeza—. ¿Que seremos amigas por siempre?
—No, tiene que ser algo relacionado con nuestra amistad, pero algo muy serio.
Las tres nos miramos pensativas. Cinthia cada tanto dice algo, pero nada interesante. De repente Romina chasquea los dedos y sonríe.
—Tengo una idea —dice—. Hace un ratito estábamos hablando de que no podríamos llegar a los treinta años siendo solteras o quedaríamos así por siempre, ¿no? —Cinthia y yo asentimos— Bien, ¿qué tal si prometemos que si tenemos treinta años y estamos solteras antes de San Valentín nos tenemos que ayudar a conseguir pareja entre nosotras?
—¿Cómo sería eso? —pregunta Cinthia, intercambiando una mirada conmigo y quitándome esa duda de los pensamientos.
—Bueno... Básicamente, si no tenés novio antes del catorce de febrero a tus treinta años, Olivia y yo tenemos que conseguirte varias citas hasta que encuentres a tu príncipe azul —explica Romina, mirándola fijo y encogiéndose de hombros como si fuera la idea más natural del mundo. Frunzo el ceño y suspiro.
—Me parece bien —digo finalmente—. Nos conocemos muy bien y sabemos nuestros gustos. Además, sería divertido.
Cinthia me mira como si estuviera diciendo una locura, se aparta un mechón rubio de su frente y resopla, mientras que Romina sonríe de oreja a oreja, feliz de haber pensado en esa extraña promesa.
Nos sentamos alrededor del duende en forma de triángulo y reprimo una risa al pensar que parecemos una secta. Yo estoy sentada en la punta del triángulo mientras mis amigas están una al lado de la otra frente a mí. Me estiro para tomar sus manos, suspiramos, cerramos los ojos y una por una vamos diciendo nuestras promesas.
—Yo, Cinthia García, prometo a mis quince años que si a los treinta no encuentro antes de San Valentín a mi hombre ideal, aceptaré que mis amigas me busquen pareja hasta encontrar al indicado.
—Yo, Olivia Vega, prometo a mis quince años que si a los treinta no encuentro antes de San Valentín a mi hombre ideal, aceptaré que mis amigas me busquen pareja hasta encontrar al indicado.
—Yo, Romina Méndez, prometo a mis quince años que si a los treinta no encuentro antes de San Valentín a mi hombre ideal, aceptaré que mis amigas me busquen pareja hasta encontrar al indicado.
Nos volvemos a parar, nos damos un beso y un abrazo para terminar de sellar el pacto. Creo que estamos haciendo lo correcto, ¿quién querría tener treinta y estar soltera? ¡Nadie! Además, estoy tranquila. Todavía faltan quince años para que ese momento llegue y estoy segura de que voy a estar con alguien, a cualquier hombre le gusta una chica de pelo negro azabache y con los ojos más celestes que el mismo cielo, ¿o no? A los treinta voy a ser una mujer hecha y derecha, con un gran empleo, una linda familia y muy exitosa, estoy segura.
Noto que Cinthia no se encuentra muy contenta con aquella promesa y que Romina está intentando calmarla.
—No te preocupes, Cin —le dice—. Es obvio que es mentira lo del duende, hacemos la promesa para divertirnos nada más. Esa señora te dijo eso para llamar tu atención y venderte el muñeco... nada más. Además, sos preciosa, ni siquiera vas a necesitar que nosotras te consigamos novio, mira esos ojos color miel que tenés y tu pelo rubio natural... ¡No es tintura!
La interpelada suspira, esboza una media sonrisa, asiente con la cabeza y se suena los dedos con gesto nervioso. Yo miro a Romina, que también tiene muchas posibilidades de no quedarse sola con esa cabellera roja y esos ojos verdes esmeralda, y a pesar de que tiene baja autoestima a causa de algunos kilos de más, sigo viéndola hermosa.
—Chicas —digo poniéndome entre ellas. Rodeo a cada una con mis brazos, abrazándolas por el cuello y las muevo para que nos enfrentemos al espejo que tengo pegado en la puerta—, miren lo que somos, unas diosas. No vamos a necesitar cumplir esa tonta promesa porque no vamos a estar solteras, ¿sí?
Las tres nos miramos y no podemos evitar soltar una carcajada mientras decimos que somos Las chicas superpoderosas, el apodo que nos dio casi toda la clase a causa de nuestras tan distintas facciones, empezando a que las tres tenemos el cabello del mismo color que aquellos dibujitos animados. Nos despegamos, sirvo un poco más de agua en nuestros vasos y brindamos por la amistad.
ESTÁS LEYENDO
El cupcake de Cupido
ChickLitLa vida de Olivia se pone de cabeza cuando Kevin decide abrir una pastelería a la vuelta de la esquina de la suya. No solo tendrá que lidiar con la competencia, también habrá nuevos sentimientos sobre la mesa, acompañados de la promesa de un nuevo a...
Wattpad Original
Te quedan 26 partes más de forma gratuita