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1 de febrero, 2018

Comienza el mes del amor. Se nota en el aire, en las parejas que pasan tomadas de la mano, en los vendedores de flores y chocolates, en las películas de San Valentín que pasan en la televisión y que yo miro mientras como brownies con el pijama puesto y un paquete de pañuelos sobre la mesita de luz. Soy cursi, lo sé, y bastante masoquista, sobre todo porque mis películas favoritas son esas en las que el enamorado muere.

Acostada en la cama, con las luces apagadas y los créditos finales de Bajo la misma estrella, mis párpados comienzan a pesar. Suspiro, ya parezco una vieja por quedarme dormida con la tele encendida, así que la apago. Tapada con la sábana, pero con un pie afuera para no tener calor, me dejo llevar por el sueño, un sueño que se corta en cuanto escucho reír a carcajadas a mi vecino. ¿Quién diseñó este edificio? ¿Por qué tuvo que hacer las paredes tan finas?

Con un ojo abierto miro la pantalla del celular, 00:15 dice el reloj. Suspiro, me doy vuelta e intento dormir de nuevo. Otra vez la risotada de Kevin llena el silencio y golpeo la pared para que se calle.

—¡Tu vecina quiere dormir! —grito.

Él vuelve a reír, haciendo caso omiso a mi reclamo. Gruño, tapo mis oídos con la almohada y cierro nuevamente mis ojos. Sigo escuchando las carcajadas, son demasiado fuertes, incluso podría estar exagerando con el único fin de hacerme la vida imposible.

—¡Basta, Kevin! —vuelvo a gritar.

—Mi casa, mis reglas —dice él desde el otro lado de la pared.

¿Ah, sí? ¿Ese es su juego? Pensé que ya habíamos superado el hacernos la vida imposible, pero al parecer él quiere seguir con aquel trato. Al no poder pegar un ojo, me levanto y voy a la cocina a tomar un poco de jugo de naranja. Muevo mis hombros en círculo para relajarme y comienzo a crear un plan en mi mente para devolverle la jugada. Sinceramente, no se me da para nada bien esto de hacer bromas, ni de hacer planes para hacer el mal, pero este chico ya me está sacando de quicio.

Tiro mi cabello hacia atrás, ya sé que no voy a poder hacer nada porque, en cuanto lo vea, mi corazón va a latir desbocado como adolescente mirando a su crush. Quizás estoy loca, ¿cómo puedo pensar en que estoy enamorada de él si lo conozco hace tan solo dos semanas? ¿Acaso tengo trece años como para sentirme así tan rápido? Simplemente estoy confundida, es imposible enamorarse en dos semanas, ¡por Dios! Ni siquiera nos conocemos bien. ¡Estoy perdiendo la cabeza!

Respiro hondo, todo está bien, tengo que verlo para aclarar mis pensamientos. ¿Qué excusa puedo poner para tocar su puerta a esta hora? Necesito un milagro, algo que realmente me ayude. ¡Duende mío, dame algo de buena suerte! Uf, espero que nadie escuche mis pensamientos o realmente me internarían en un loquero.

Los minutos pasan y definitivamente sé que el muñeco maldito solo trae desgracias a mi vida. ¿Y si lo quemo? ¿Por qué no lo pensé antes? En dos minutos prendo el horno y voy a buscar a ese duende para quemarlo y que desaparezca para siempre. Muerto el perro, se acabó la rabia. Duende que no existe, promesa que no se cumple y seré libre, ¡al fin!

Voy a mi habitación para buscar al muñeco y no está donde lo dejé. Reviso debajo de la cama, entre las sábanas, en el armario, hasta en el baño y nada. ¿Dónde está? Vuelvo a la cocina y reviso en las alacenas, incluso en la heladera, tampoco lo encuentro. Intento hacer memoria de en dónde lo pude haber dejado, ¿estará en la pastelería y no me acuerdo? Sí, debe estar ahí, no pudo haber desaparecido solo. Suspiro y apago el horno, ya voy a tener tiempo para quemarlo después.

Me dispongo a volver a la cama, ya que no volví a escuchar la risa de Kevin, cuando veo a través de la ventana un relámpago muy luminoso seguido por un estruendo terriblemente fuerte, lo que provoca que se corte la luz, suenen varias alarmas de autos, los perros de los vecinos ladren... Y que un alarido de terror escape de mi garganta. Odio este tipo de tormentas, todo por culpa de las películas, siempre pasan cosas malas en los días de lluvia y, si además se corta la luz, no me da mucha esperanza de sobrevivir.

El cupcake de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora