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Noto como Laura se aclara la voz para suprimir una carcajada y suspiro. El muchacho todavía está esperando una respuesta y simplemente niego con la cabeza en un gesto de incredulidad.

—Perdón, la verdad es que ni siquiera me avisaron que me iban a hacer una cita, por eso no te esperaba. Emm... ¿cuál es tu nombre?

—Me lo imaginaba... —Se ríe—. Me llamo Pablo Furtado, soy compañero de trabajo de Romina. —Se rasca la punta de la ceja con nerviosismo—. Quizás podríamos dejar esto para más tarde. Debería haber imaginado que no sabías nada de mí y no quiero interrumpirte, estás trabajando.

—Te pido mil disculpas. Te puedo ofrecer un desayuno gratis así no me siento tan mal —digo tirando mi pelo hacia atrás y él esboza una sonrisa simpática y asiente.

—Acepto el desayuno, pero pago la mitad aunque sea, sino voy a ser yo el que me sienta mal. —Nos reímos y nos estrechamos la mano.

—Trato.

Me dirijo rápidamente a la cocina y veo a mi empleada mirando a través del vidrio del horno, quizás para saber si los productos ya están listos. La miro desde el umbral de la puerta, con los brazos cruzados y sonriendo al notar que todavía no se percató de mi presencia. Agarra un palillo, abre el horno y clava el utensilio en el centro de un pastelito. Saca la bandeja rápidamente y yo aplaudo con fuerza, haciendo que ella pegue un salto y suelte un pequeño grito.

—¡Bravo! ¡Ya sos toda una experta en pastelería! —le digo acercándome a ella, que rueda los ojos y sonríe.

—Aprendí de la mejor. —Saca la lengua y sigue con su trabajo—. Ah, por cierto, me asustaste bastante recién, podría haber tirado toda la comida al piso con el salto que di.

—Como si fuera difícil asustarte... —respondo con sarcasmo.

—¿Y cómo te está yendo con Pablo? —pregunta con tono interesado y me guiña un ojo.

—¡Mal! Voy a matar a esas dos locas, sobre todo a Romina ya que estoy segura que fue de ella la idea de mandarme para acá a un chico.

—Deberías salir con él, dale una oportunidad. Yo cuido a tu negocio, tranquila. Además, si es como ayer, todavía están todos interesados con el nuevo local de la vuelta y nadie va a venir.

—¡Qué optimista! —exclamo con tono burlón y ayudándola a depositar las nuevas mezclas en el horno—. Voy a ver qué está haciendo ese tipo, no vaya a pasar que robe los muffins que están en el mostrador como cuando dejé solo al que trae los ingredientes. —Laura larga una carcajada al recordar ese día.

Pablo está mirando la carta y sonríe cuando me ve, me acerco a él para tomar el pedido.

—Quiero un cappuccino bombón y una porción de diosa de chocolate, eso suena bien.

—¡Buena elección! Ya te lo traigo.

Preparo la bebida, corto la torta y deposito las cosas en una bandeja para luego llevársela.

—Si me gusta, prometo hacerte promoción —dice él riendo.

—¡Y si no te gusta también, por favor! —replico con el mismo tono de diversión. Señala la silla vacía frente a él indicando que me siente y acepto, total todavía es temprano como para que vengan clientes y además siento que va a ser un día tranquilo, otra vez.

—Entonces... —dice, dándole un sorbo al café—. ¿Por qué tus amigas no te dijeron que iba a venir?

—Supongo que porque saben que no quería nada de citas. Lo hicieron a escondidas porque me negaba rotundamente a aceptar su propuesta. —Pablo frunce el ceño al escuchar la última palabra.

—¿Qué propuesta? —cuestiona.

—Es una tontería, no tiene ni sentido. —Me río nerviosa—. Contame algo de vos, como qué cargo tenés en la empresa de Romi o cosas así...

—Bueno... trabajo de técnico especializado en informática, hago arreglos y mantenimiento de todo lo que sea equipos electrónicos, tengo varios estudios finalizados, nadie puede creer que a mis veintiocho años tenga dos carreras universitarias terminadas, la verdad que ni yo lo creo a veces. —Se ríe y niega con la cabeza.

—¿Veintiocho años tenés? —interrogo arqueando las cejas. Dos años menor que yo, genial... ¡ellas saben que no me gustan menores, ni por un año siquiera!

—Así es. ¿Vos cuántos tenés? —Se lleva a la boca la cuchara llena de torta y cierra los ojos mientras se saborea los labios.

—Treinta —respondo—. Los cumplí hace poco, pero...

—¡Oli, esto está buenísimo! —me interrumpe—. ¡Por Dios, nunca había comido algo tan rico! ¡Qué placer para el paladar!

Me quedo mirándolo mientras él sigue diciendo frases respecto a lo delicioso que está y pienso que en cualquier momento va a estallar en un orgasmo de sabores por los gemidos que está haciendo. ¿En qué me metieron estas chicas? Tengo una sonrisa pintada a la fuerza en mi rostro y le doy gracias a Dios cuando suenan las campanillas del local avisando que alguien entra, pero mi sonrisa forzada se borra en menos de un segundo cuando miro quién es.

  Ese idiota.

—Mmm... —dice, mirando alrededor y acercándose a mí. Me levanto del asiento de inmediato para enfrentarlo—, así que esto es, para vos, una decoración de pastelería. Mesas rayadas con colores de nene chiquito, paredes extremadamente horribles visualmente y... ¿música jazz de fondo? ¿En serio? —Arquea las cejas, se relame los labios y luego los muerde en señal de superioridad. Ruedo mis ojos y no puedo evitar mirar sus bíceps marcados cuando se cruza de brazos. Me encojo de hombros y sonrío con ironía.

—Me importa poco lo que opines de mi negocio, sé que es mejor que el tuyo —respondo. Noto la mirada de Pablo puesta sobre nosotros y sé que no entiende nada de lo que pasa. Laura sale de detrás del mostrador, seguramente lleva escondida ahí más de diez minutos, y se va corriendo a la cocina.

—Mirá vos, a mí tampoco me importa tu opinión, pero la verdad es que quiero probar algo de lo tuyo para que quedemos a mano.

Va directo al plato de Pablo y se mete toda la porción de torta en la boca.

—¡Hey! ¡Eso es mío! —le dice el muchacho con expresión atónita y me mira a mí con los ojos azules bien abiertos.

—Te traigo otra porción —replico, resoplando. Dirijo una mirada furiosa a mi competencia—. Sos un mal educado —comento antes de ir a buscar otra porción para "mi cita".

El idiota, así le voy a decir todo el tiempo ya que no sé su nombre y no me interesa saberlo, saborea sus labios rápidamente y sus ojos negros me miran con profundidad antes de salir a paso rápido de mi pastelería. Esbozo una sonrisa de suficiencia.

Estoy segura de que le gustó.

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Les dejé la receta de la Diosa de chocolate en mi libro "Las recetas de Cupido". Espero que se pasen y la hagan!

Gracias por leer!!

El cupcake de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora