26 de enero, 2018
¿Alguien puede decirme qué diablos estoy haciendo metida entre los calzones de Kevin? En vez de buscar lo que necesito, me encuentro admirando los dibujitos que estos tienen, desde Superman hasta corazones, hasta ahora no vi ni un calzoncillo liso. ¡Basta, Olivia! Tengo que dejar de salirme de mi misión: encontrar papeles falsificados de su negocio. Según Gabriel, quien ayer fue a la pastelería y me entregó un duplicado de llaves del departamento de mi enemigo, el local que ellos están alquilando está sin papeles, por lo que no es legal, y si hay algún contrato en el que especifique eso es porque es un papel falsificado y eso ayudaría a clausurar su maldita pastelería. ¿Pero por qué se me ocurrió pensar que aquello que necesito se encontraría en el cajón de ropa interior? Creo que quedé traumada al ver un calzoncillo con ositos comiendo miel, una especie de Winnie Pooh.
Cierro el cajón de inmediato y le echo un vistazo a la pantalla de mi celular para ver la hora: 17:56. Muy bien, el idiota suele venir a las siete, así que todavía me queda un ratito más para seguir revisando.
Sigo con los cajones de la mesita de luz que se encuentra al lado de la cama. Está el libro 1984 de George Orwell a medio leer, varios caramelos y chocolates y tres cajitas llenas de preservativos. Demasiada información, cierro ese cajón y abro el de abajo. Nada, vacío.
Chasqueo la lengua y suspiro. Ya di vuelta toda la habitación y todavía no encuentro ningún papel con algo ilegal. No creo que esto vaya a funcionar. Decido salir del cuarto para revisar el living, pero unas voces a lo lejos hacen que me detenga en seco y camino lentamente hacia atrás, buscando algún lugar para esconderme. Al no encontrar lugar en el armario voy a lo más obvio: abajo de la cama. Siempre me quejo de ser plana y de seguir teniendo cuerpo de quinceañera, pero esta vez lo agradezco para poder entrar bien bajo aquel mueble que deja un espacio tan estrecho para entrar. Escucho la puerta principal abriéndose.
—Qué raro, pensé que había cerrado la puerta con llave esta mañana —dice una voz masculina, aunque no estoy segura si es la de Kevin. Por lo menos tengo el duplicado de llaves en mi bolsillo para no causar sospechas.
Un silbido melódico que se acerca cada vez más provoca que mi corazón lata desbocado por el miedo de ser encontrada. Mi enemigo irrumpe en la habitación y contengo mi respiración para no hacer ni el mínimo ruido, pero no recuerdo mi alergia al polvo hasta que mi nariz comienza a picar y aguanto tanto mis ganas de estornudar que me empiezan a llorar los ojos.
Él sigue en la habitación y suplico a Dios que se vaya de nuevo para poder salir o, al menos, poder estornudar. Veo los pies de él, como se saca sus zapatillas, luego las medias y el pantalón cae al piso. Trago saliva. No tiene pinta de que va a salir, más bien todo lo contrario. La camisa vuela hacia algún lugar al pie de la cama y por último un calzoncillo negro cae a un metro de donde estoy. Debe ser el único calzón liso que tiene.
Los pies desnudos de Kevin se alejan y lo pierdo de vista cuando entra al cuarto de al lado. Me imagino que es el baño, ya que su departamento es un espejo del mío. Suspiro de alivio al sentir el agua de la ducha e intento salir de debajo de la cama lo más rápido que puedo cuando otros pasos me lo prohíben. ¡Maldita sea! ¿No me puede salir nada bien?
—¡Amoreee! ¡Llegué! —comenta una voz femenina extremadamente fuerte. Estela.
Veo cómo se saca los tacos con un rápido movimiento y los patea, haciendo que uno choque débilmente con mi cuerpo y doy un respingo.
—¡Me estoy bañando! —grita Kevin desde el baño, el ruido del agua y la acústica provocan eco en su voz.
—¡Entro con vos! —anuncia la chica y de inmediato veo un vestido blanco esparcido en el piso, seguidamente cae una bombacha de encaje y un corpiño.
Ruedo los ojos, por lo menos también se mete y voy a poder salir de este lugar cuanto antes. Pero, ¡no entra al baño!, aprieto los labios en cuanto siento el peso de ella sobre el colchón. ¿No dijo que iba a entrar a la ducha con su novio? ¿Por qué se acostó? Maldita sea.
Cinco minutos después, escucho la puerta del baño abriéndose y los pies descalzos de Kevin que dejan huella de agua por donde pisa.
—Guau, que bueno verte así —le dice a Estela con voz ronca—, pero amor, tenemos que ir al casamiento de Joaquín, no perdamos tiempo.
¿¡Qué!? ¿Joaquín se casa? Ay, por Dios, no puedo creerlo... pero si hace un par de días estaba coqueteando conmigo e incluso me había invitado a cenar. ¿Ese hombre no tiene vergüenza? ¿Coquetearme cuando está a punto de casarse? De repente me siento traicionada, no debería haberme hecho una ilusión con él, la rubia ya me había dicho que era mujeriego.
—Falta una hora para la boda todavía —responde la mujer con tono seductor y no puedo evitar imaginar la escena de ellos dos desnudos sobre la cama—. Podemos hacerlo en diez minutos.
Escucho que Kevin resopla y luego se besan. Quiero morirme en cuanto escucho un gemido. ¿Por qué tuve que entrar a la casa? Maldito Gabriel que me llenó la cabeza para hacer algo ilegal, ¡incluso podría ir presa por su culpa! Seguramente es uno de esos policías corruptos, si aceptó cupcakes como soborno, puede aceptar cualquier cosa.
Los gemidos se acrecientan al igual que el movimiento de la cama, más polvo sigue cayendo en mi cara y tapo mi cara para no toser. ¡Que terminen de una buena vez! No creo poder seguir aguantando esta tortura.
Me noto pidiéndole ayuda a mi duende, ¿qué es lo que estoy haciendo? ¿Tan desesperada estoy en este momento como para seguir creyendo en eso? Pero funciona, en cuestión de segundos todo termina. Los movimientos cesan al igual que los gemidos, solo se escuchan las respiraciones agitadas.
—Comprobadísimo. Sos mucho mejor que Kevin —dice Estela con tono divertido. El hombre ríe sarcásticamente.
—Obviamente. En todos los sentidos soy mucho mejor que mi hermano, ese idiota debe estar en la boda de mi tocayo ayudando a poner la torta mientras yo me acuesto con su mujer. —Ambos ríen y no puedo creerlo.
¿Estela se acuesta con su cuñado? ¿Pueden ser tan malas personas? De repente, comienzo a sentir lástima por mi competencia. ¿Debería contárselo?
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El cupcake de Cupido
ChickLitLa vida de Olivia se pone de cabeza cuando Kevin decide abrir una pastelería a la vuelta de la esquina de la suya. No solo tendrá que lidiar con la competencia, también habrá nuevos sentimientos sobre la mesa, acompañados de la promesa de un nuevo a...
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