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22 de Enero, 2018

Respiro hondo mientras giro el cartel de Cerrado por Abierto. Pongo el aviso de cartón gigante en la vereda invitando a entrar a todo aquel que quiera participar en el cupcake de Cupido y veo como Laura reparte folletos a la gente que pasa mientras Felipe, su novio, se encuentra en la otra esquina ayudando también. Se supone que está de vacaciones, pero hoy hizo una excepción porque se entusiasmó demasiado cuando le conté la nueva idea y no dudó ni un minuto en ayudarme.

Veo que se acerca a mí rápidamente con una sonrisa de oreja a oreja y las manos en alto.

—¡Ya repartí todos los volantes! —anuncia con exagerada emoción—. ¿Hay más?

Asiento con la cabeza mientras rebusco la nueva pila de papeles en una bolsa y luego se lo entrego.

—Tratá de que sea a gente joven —digo—, porque recién te vi con unos viejitos y no creo que ellos quieran participar.

—Pero pueden venir a tomar un café igual —se encoge de hombros—. Todo es bueno para publicidad.

Dicho esto, se aleja corriendo como una flecha para seguir con su tarea. Suspiro y me pongo el delantal para comenzar a hacer las preparaciones y hornearlas. No pasan ni diez minutos cuando Laura se asoma por la puerta y sonríe.

—Ya terminamos, Oli. Nos vamos, espero que tengas mucha suerte y que a mi regreso haya nuevos clientes —dice.

Me acerco a ella para saludarla y saludo de lejos con la mano a Felipe, el cual es un muchacho petiso, morocho y de sonrisa simpática que me cayó bien con lo poco que hablamos. Me devuelve el gesto efusivamente y luego se va junto con mi empleada. Me quedo sola de nuevo, mirando el cronómetro del horno.

Escucho las campanitas de la puerta avisando que alguien entra y subo para atender, pero resoplo y ruedo los ojos al ver que es mi enemigo. Me cruzo de brazos.

—¡Guau! ¡Está que explota tu negocio! —dice con sarcasmo.

—Ja, ja —respondo sin humor—. ¿Qué venís a buscar? ¿Consejos para cocinar bien? ¿Ayuda con tu pastelería? ¿Clases de...?

—¡Ya basta! —me interrumpe con seriedad—. Es otra cosa.

—¿Algo le pasó a Joaquín? —cuestiono con voz entrecortada y tono preocupado. El chasquea la lengua y niega con la cabeza.

—No tiene nada que ver con Joaco. —Se queda callado y golpeo la punta de mi pie contra el piso esperando la respuesta que nunca llega.

—¿Me vas a decir de una maldita vez lo que te pasa y por qué venís a contaminar el ambiente de mi local con tu mala energía? —interrogo con fastidio. Sus ojos negros me miran de arriba abajo y comienza a reír de la nada, provocando que mi cara se convierta en una mueca de enojo y me contengo para no sacarlo a patadas—. ¿Estás loco, no? ¡Nunca conocí a un tipo tan...! ¡Ay, Dios! Fuiste mandado por algún demonio. Me robaste a mis clientes, a mi tranquilidad en casa y ahora tengo que aguantar que te rías sin motivo alguno en mi propio negocio. Te pido que te retires o llamo a la policía y te denuncio por acoso.

—¡Mirá cómo tiemblo! —replica entre risas y moviendo exageradamente la mano—. ¿Te digo la verdad? Venía a hacer las paces, pero después de cómo me respondiste y de ver tu odiosa cara... me arrepentí.

—¡Yo ni quería hacer las paces con vos! —comienzo a moverme por el local con velocidad a la vez que barro y limpio las mesas. Cuando estoy enojada descargo mi furia con la limpieza, supongo que es algo bueno, pero tengo que aguantar la mirada divertida de Kevin sobre mí y me está sacando de quicio—. ¿Te podés ir de una vez? —cuestiono irritada. Él levanta las manos como un gesto de paz y comienza a irse.

—Para ser una pulga... sos bastante histérica —dice riendo y le revoleo una esponja—. Yo me voy, pero conste que esta guerra la empezaste vos.

Aprieto la mandíbula y grito de rabia cuando cierra la puerta tras él después de salir. ¡Maldito idiota! ¿Quién se cree que es?

—¡Buen día! —dice una voz femenina del otro lado del local. Como estoy de rodillas limpiando el mostrador no logro ver quién es, pero enseguida me pongo de pie al sentir que se acerca hacia mí. ¡La que me faltaba!, es la rubia de la otra pastelería, la novia de Kevin, si no me equivoco.

—Buen día —respondo con sequedad—. ¿Podrías hacerme el gran favor de dar media vuelta y volver a tu cucha? —Ella rueda sus ojos azules y resopla.

—Kevin tiene razón. Sos insoportable —dice—, y yo que venía a ver si podíamos ser amigas y convivir en paz.

—Somos competencia, nunca vamos a vivir en paz.

—Podemos ser socias. —Arqueo las cejas con incredulidad y sonríe amablemente— Odio trabajar en la pastelería. Sinceramente, solo le estoy dando una mano a Kevin porque me da lástima, ¿sabés? Tuvo una vida muy difícil y ahora que puede hacer lo que él desea... no puedo dejar de apoyarlo. Pero entiendo, por tu parte, que este lugar es tuyo, te pertenece al igual que todos esos clientes. Y si tan solo pudiéramos hacer que la pastelería de Kev cierre... —Se encoge de hombros—. Ambas seríamos felices.

Me quedo totalmente muda por la sorpresa. ¿Realmente me está diciendo la verdad? La primera impresión que tuve de ella era de una arpía, pero ahora... ¿la mala de mí película se volvió buena? No sé por qué, pero hay algo en sus ojos que me invitan a creerle, pero por otro lado algo en su cuerpo me provoca rechazo, y no es su ropa de marca, silueta de modelo, maquillaje perfecto y zapatos de taco alto lo que me causa repulsión, sino su actitud. Con los brazos cruzados, sonrisa falsa y barbilla ligeramente alzada pareciera que me está poniendo a prueba. Suspiro y niego con la cabeza.

—Perdón, pero ya estoy en guerra con tu novio y no quiero estarlo con vos... —respondo finalmente.

—Ay, él sólo está jugando porque lo molestaste... Si él es más bueno que el pan. —Me quedo en silencio pensando en qué decir, pero como no se me ocurre nada es ella la que prosigue— En cambio, mi cuñado es más bad boy, le da muchos dolores de cabeza a Kevin.

Esto se está poniendo interesante, ella parece bocona y yo soy bastante chusma, así que aprovecho para aclarar dudas.

—¿En serio? ¿Como qué problemas trae? —cuestiono con tono despreocupado, para que no se note mi interés.

—Mmm... Adicto al juego, algo alcohólico y bueno, adicto al sexo. Muy mujeriego, hace sufrir a muchas mujeres, provoca discusiones que terminan en la comisaria —resopla y se encoge de hombros—. Igual, antes era peor. Ahora mejoró un poco, supongo que por la terapia.

Yo solo me quedé en la parte de que es adicto al sexo y no pude evitar las imágenes en mi mente. Y pienso: ¿hace cuánto que no estoy con un hombre? Desde hace dos años, cuando Benjamín me dejó y, aunque no sufrí nada y no tengo la necesidad de involucrarme sentimentalmente con alguien, quizás siento la necesidad de algo más físico... ¿Será una buena opción aprovecharme de Joaquín? La rubia chasquea los dedos delante de mi cara para sacarme de mi ensoñación.

—Me tengo que ir —comenta—, pensá lo de ser socias. Cualquier cosa me buscás, ya sabés dónde encontrarme. Por cierto, me llamo Estela. —Da media vuelta y comienza a irse.

—¡Estela! —La detengo y ella gira la cabeza—. Si es verdad que no querés a esa pastelería, demostrámelo. Quizás podrías mandarme clientes.

Ella me guiña un ojo y sale con actitud de superioridad. Y es ahora cuando me arrepiento de lo que dije, ¿en qué me estoy metiendo con esta gente?

El cupcake de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora