Ya por fin en mi casa me dispongo a tomar un té de manzanilla para intentar calmar mi mente por un instante. No dejo de pensar en Joaquín y en esa extraña historia que me contó de su familia.
Él y Kevin, alias el idiota, son hijos de la misma madre, pero de diferente padre. Su madre fue un vientre de alquiler y por casualidades de la vida ellos se encontraron en la escuela y se dieron cuenta de que eran bastantes parecidos, se hicieron grandes amigos hasta que descubrieron aquella noticia a raíz de la curiosidad por saber quién era su progenitora. Lo más extraño de todo es que solamente se llevan un año de diferencia, Joaquín es el mayor, por lo que me hace pensar que la pobre mujer volvió a embarazarse de Kevin unos tres meses después de haber tenido a Joaquín, tampoco voy a indagar mucho ya que parecería chusma. Bueno, soy bastante chusma, pero quiero parecer menos loca de lo que soy ante ese hombre de ojos verdes y sonrisa perfecta. Suspiro.
«¿Ven, amiguitas? —digo para mis adentros—. Conocí a un chico y no necesité ninguna ayuda del duende».
¡Hablando de aquelmuñeco raro! Me dirijo a mi habitación donde está mi mochila tirada sobre la cama y la abro para sacar aquel objeto que tanto me atormenta últimamente. Lo sostengo con una mano mientras que con la otra saco mi celular del bolsillo y marco el número de Cinthia, quien atiende enseguida.
—Hola, Oli —dice.
—Hola, Cin... Perdón que te moleste, pero tengo que preguntarte algo.
—Sí, decíme —responde con preocupación y suspiro.
—¿El otro día vos o Romina fueron a mi local para esconder al duende detrás del mostrador? Porque... hoy lo encontré ahí, pero estaba segura de que se lo habían llevado. —Se produce un silencio del otro lado de la línea y luego ríe.
—¡Fue idea de Romi! Ella le dio el muñeco a Laura para que lo ponga ahí y así asustarte. Mirá, la verdad es que no quiero presionarte con el tema de la promesa, sobre todo porque yo fui la primera en dudar cuando la hicimos, así que no puedo obligarte a hacer nada. Pero la colo está dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de que el catorce de febrero tengas novio.
—¿Pero por qué? —pregunto volviendo a la cocina.
—Qué se yo, siempre estuvo loca. Quizás es porque ella fue la de la idea... ¿Te parece si mañana voy a hablar con vos a la pastelería? Tengo que cocinar porque Ramiro ya está famélico —comenta. Ramiro es su marido, un ingeniero con cara de mosquito, pero es buen tipo.
—Sí, está bien. Nos vemos mañana, besos.
Ella se despide rápidamente y corta la llamada. Agarro la taza y sigo tomando el té que ya está tibio y arrugo la nariz antes de escupir. Odio el té frío.
Tambaleo mis dedos sobre la mesada y me como las uñas de la otra mano. No sé qué es lo que me mantiene tan nerviosa, quizás el hecho de que estoy empezando a creer en la leyenda del duende enojado, ya que cada vez que hablo mal de él me pasan cosas malas, pero con un resultado final interesante: conocer hombres.
¿Será que el duende quiere cumplir la promesa a la fuerza? ¿Y si en vez de estar maldito es bueno y solo quiere ayudar? Sacudo la cabeza y me río con incredulidad. No, no puedo creer en esta estupidez, creo que necesito dormir bien, estoy delirando del cansancio. Resoplo y voy hacia el baño para darme una ducha rápida antes de acostarme. El calor también debe estar provocando que diga locuras, así que pongo el agua tibia, tirando más a una temperatura fría, y canto Por amarte así de Cristian Castro a los gritos mientras enjuago mi cuerpo, sin importarme que los vecinos puedan escuchar mi voz. Sigo cantando canciones aleatorias hasta que salgo y envuelvo mi cuerpo en una toalla rosada con dibujitos de manzanas.
Después de secarme me pongo una camisa que me llega hasta las rodillas, camino descalza hacia la cocina para tomar algo de agua y, cuando estoy cruzando el umbral de la puerta, me clavo lo que parece ser una punta de un tornillo. Chillo de dolor y me pregunto de dónde habrá salido aquella cosa. Sobre la mesa está el duende, lo había dejado ahí antes de irme a bañar.
Me agacho para agarrar lo que me clavé y se lo tiro al muñeco con cara desafiante. Cualquiera diría que estoy loca, pero ya me da igual. Si ya me consideran loca por creer en extraterrestres, ¿en qué me cambiaría que me crean loca por creer que un duende está maldito? No pasan ni dos minutos de haber "insultado" al muñeco que tocan la puerta de mi casa. Sonrío al pensar que seguro es un hombre y, si es así, entonces tengo razón sobre mi teoría.
Voy hacia la puerta lentamente, la abro y casi muero al ver quién es. Sí, este duende no me la iba a dejar fácil.
—¡La que me faltaba! —dice él, rodando los ojos.
—¡La que me faltaba a mí! —replico cruzándome de brazos—. ¿Qué hacés acá?
—Soy tu nuevo vecino —contesta sonriendo con malicia y arqueo las cejas—. Vengo para decirte que dejes de cantar a los gritos a las once de la noche o te voy a hacer la vida imposible.
—Ajá, sí, claro. ¿Joaquín vive con vos? —cuestiono más interesada. El idiota me mira con sorpresa y se aclara la voz.
—No. ¿De dónde conocés a Joaco?
—¡Qué te importa! Lo importante es que con él me llevo bien por lo menos, a vos no te puedo ni mirar —contesto apretando los dientes y sus ojos negros se vuelven fríos. Intento cerrarle la puerta en la cara, pero la detiene con fuerza.
—No te metas con Joaquín —dice, agarrando mi muñeca y mirándome fijamente. Su mirada es tan intensa que me agarran escalofríos por todo el cuerpo y no puedo dejar de sostenérsela. Aún así, muevo mi brazo para zafar de su agarre y me planto delante de él para hacerle frente. Es bastante alto y mis ojos llegan a la altura de sus carnosos labios, pero que sea bajita no me hace indefensa, todo lo contrario.
—¿Me estás amenazando? —interrogo con tono desafiante.
—No te estoy amenazando, te estoy advirtiendo. No te metas con Joaquín o la vas a pasar mal. Solo eso. Nos vemos, loca.
Da media vuelta y se va, dejándome sola y más pensativa de lo que estaba. ¿Por qué la pasaría mal si estoy con su hermano? Quizás es de esos sobreprotectores, ¿o hay algo que Joaquín no me está contando?
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El cupcake de Cupido
ChickLitLa vida de Olivia se pone de cabeza cuando Kevin decide abrir una pastelería a la vuelta de la esquina de la suya. No solo tendrá que lidiar con la competencia, también habrá nuevos sentimientos sobre la mesa, acompañados de la promesa de un nuevo a...
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